Nos bajamos hasta Laguardia como en los últimos años después de Año Nuevo; cosa de descomprimirse de la Navidad, vamos, de familia y demás, de tomar el aire, cambiar de ambiente por unas horas. Pues eso, a darse una vuelta por la que sin lugar a dudas es la villa medieval más hermosa de Álava y alrededores, aserto que comparto con Baroja, Bruce Echenique y otros, aunque ya sé que eso de reconocer lo obvio no se estila mucho por estos pagos, que lo que de verdad se impone es negar la mayor con la excusa de que para bonito el pueblo de cada cual y el otro, sea cual sea éste, una puta mierda. En efecto, para reconocer lo que salta a la vista como poco a la gente le tienes que hablar de Samarcanda, Tombuctú o de por ahí, y eso porque no lo van a pisar en su vida, que si lo hacen seguro que vuelven y cuando les preguntas qué tal, van y te contestan: "¡ba, donde esté.." Pues eso, que como sea un pueblo vecino o de aquí al lado, a ver de qué te van a reconocer que Laguardia es el pueblo más monumental y mejor emplazado de ambos lados del Ebro, una villa que además de conservar su característica fisonomía medieval rezuma Literatura e Historia por sus poros desde que el rey navarro Sancho el Sabio le dio sus fueros a la villa, Lagarde de Navarre, unas calles intramuros en las que no entran coches en su casco viejo para evitar daños dado que el interior de la colina sobre la que se asienta esta lleno de bodegas subterráneas, un casco que conserva casi íntegra las viejas fachadas de piedra y ladrillo de sus casonas, palacios, conventos, iglesias como la de San Juan o la de Santa María de Los Reyes con su fachada gótica con un pórtico que se conserva casi intacto, la Torre Abacial, la casa del Fabulista Samaniego, el monumento al mismo en el paseo ajardinado a lo largo de la muralla con las impresionantes vistas de la Sierra Cantabria y alrededores al fondo. En fin, una gozada, me encanta callejear allá donde voy, de hecho es de lo que mejores recuerdos tengo de las ciudades que he visitado, si bien siempre con sus paradicas en tal o cual bar, ya sea en una tabernica en el Chiado lisboeta para el vinho verde, un pub en el Temple Bar de Dublín con su pinta negra, un trozo de pizza o un cafetto en Roma, una lager rubia en una taberna de Praga, un vino con tapa en lo húmedo de León o en Lugo, unas quisquillas en Vigo con albariño o un... nada, que me pongo estupendo. Pues eso, gozoso callejeo con parada para picar algo de dieta, vamos, una ensalada de tomate con virutas de Idiazabal y aceite de la zona, decían, el Arroniz ese tan en boga o así, callos y bacalao con tomate, todo maridado con una botellica de cosechero de la familia Argomaniz -la introducción del vino por parte del encargado ha sido procelosa tal y como se acostumbra por la zona, parece que eran parientes o algo así-; pues eso, comida de dieta para bajar los excesos navideños, eso o alguien no ha entendido lo de algo de verdurica, un par de vinos y para casa.
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