lunes, 18 de agosto de 2014

LIANTA PREJUICIDA



 El otro día en El Prado, una brasileña madura pegando la 
hebra en francés a todo volumen con su compañera durante el recorrido por la exposición temporal de El Greco. En eso que una de las vigilantes del museo le llama la atención. Y claro, la señora lejos de recapacitar, aceptar la regañina y enmendarse, que se pone a discutir con la vigilante en "portugabacho". Que si eso no le había pasado nunca -se sobreentiende que le llamaran la atención en un lugar público-, que si su tono no era tan alto como para merecer tamaño escarnio público, porque para voces las de los españoles cuando iban a París, Londres o cualquier otro punto del globo terráqueo, de lo que ella deducía que sólo había podido ser reconvenida por el tono oscuro de su tez, vamos, por racismo, y suerte que la vigilante era chica, que si no a saber si le hubiera dicho también que era típico de los españoles ver una brasileña y pensar que todas eran unas putas, y no exagero, juro que no lo hago, al menos no tanto como pareciera. 

En fin, mi señora y un servidor seguimos a nuestros asuntos, a ser posible lo más lejos de la brasileña lianta para la que la amonestación de la vigilante del museo parece merecerle la misma consideración que una zurribanda pública en toda regla. Pero oye, que resulta que no había manera de quitarse de encima el desagradable zumbido a medio camino entre una vendedora de cocos del mercado de Bahia y una paisana de un barrio de la periferia parisina llamando a su "mamadú" desde un quinto piso para que suba a casa a cenar; da igual lo mucho que te alejarás de ella y su compañera que siempre te alcanzaba allá donde estuvieras. Eso al menos hasta que damos por finalizada la vista a la exposición temporal y nos vamos a echar un vistazo a los Goya del Prado que bien merecen siempre la enésima visita. Y sí, nos olvidamos de la petarda vocinglera hasta que nos disponemos a salir del museo y nos la encontramos de bruces junto a la puerta montando otro pifostio con el segurata, que a saber por qué, o mejor no, para qué, si por lo que se ve la señora tiene tanta energía como ganas para ir de una trifulca a otra a lo largo de todo las salas habidas y por haber en El Prado, de hecho incluso hasta el último momento, justo segundos antes de abandonar el edificio, faltaría más, la que es lianta lo es con todas sus consecuencias y en todo momento, que no se diga. Ahora bien, era tanta la indignación de la señora por a saber qué pejiguera, se la veía tan ofuscada y ofendida, que ya me la imagino de vuelta a su país de residencia u origen, contestando con esa sinceridad tan de bruta, que no brutal, a la pregunta de rigor que suelen hacer los parientes y las amistades sobre el lugar del que acabas de regresar, tal que así:

-¿España? Un país de maleducados, y también de racistas, también.

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