Definitivo, o no, ya lo sabía de largo, lo mío no son los artilugios mecánicos, electrónicos, de ningún tipo. Siempre, tarde o temprano, una tecla, un dispositivo interno o la misma pantalla acaba jodiéndose con el uso. De hecho, apenas ha durado un par de años mi idilio con el e-book. Que sí, que muy cómodo para viajar con un montón de libros a cuesta, leer en la oscuridad y todo lo que tu quieras. Por no hablar del acceso a libros que de otra manera sería prácticamente imposible. Y de ese modo he podido leer libros, sobre todo en su lengua original, que antes tenía que rastrear por las librerías digitales, recibir confirmación de que lo tenían en almacén o podrían obtenerlo por cualquier medio y esperar el envío. Seguiré disfrutando de esa oportunidad a falta de otra, de un buen mercadillo o servicio rápido y barato de envío en los que la casualidad ponga a mi alcance lo que busco o se cruza en mi camino. Pero ya no puedo con la impostura de que lo mismo da en papel que en pantalla. No, ni mucho menos, no hay color, no hay amor, no hay nada. El libro, cualquier libro, en pantalla acaba convirtiéndose en lo más parecido a un pliego de condiciones que te manda tu abogado para que le eches un ojo, esto es, algo completamente formal, trivial, cosa de trabajo. Y el placer de leer es otra cosa, es un acto corpóreo, tienes que tocar el libro, poder pasar tu dedo índice entre las letras, abrirlo y cerrarlo sin andar pulsando botoncitos ni aguantando lucecitas o mensajitos de un ente extraño que se interpone entre tú y el negro sobre blanco. El libro impreso es el diseño más perfecto de cuantos se han concebido a lo largo de la Historia. Lo otro, el e-book de los cojones, sólo es un remedo para cuando la lectura en papel se convierte en un engorro o resulta imposible. De hecho ni siquiera es estéticamente agradable, más bien todo lo contrario. Por eso siempre que se pueda en papel. ¿Que los libros ocupan mucho espacio? Argumenta el profeta del final del papel y el advenimiento del mundo digitalizado hasta en momento de ir a limpiarse el culo con el papel del water, gente tan devota de la tecnología que si inventaran un aparato para cascarse pajas sin tener que recurrir a la mano, como es lo habitual, seguro que corrían a la tienda a comprarse el primer modelo. Pues será que a ti te molestan, que lejos de hacerte compañía, de saberte arropado por ellos y sobre todo a tu disposición por si te surge una duda, sientes el pulso de buscar en ellos un párrafo antaño subrayado, recordar un verso o acaso sólo acariciar el lomo de alguno que tanto placer te proporcionó en su momento, apenas los concibes como otra cosa que muebles. Peor aún, puede que a la altura de los jarrones horteras y otros cachivaches con los que muchos llenan sus casas. Si es así tu profecía acerca del final de los libros impresos sólo puede tener una explicación; no eres lector, no amas los libros, apenas los concibes como otra cosa que manuales para esto o aquello, por eso te sobran, prefieres tenerlos todos comprimidos en el menor espacio posible de un archivo digitalizado porque a ti te va más el funcionalismo como filosofía de la vida, puede que por eso mismo, porque no amas los libros.
martes, 19 de agosto de 2014
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