domingo, 17 de abril de 2011
ESE LÍRICO Y LÁNGUIDO NACHO VEGAS...
Al final he acabado escuchando un montón de veces La Canción de Michi Panero y otras tantas del Nacho Vegas. Y sí, así de entrada cuesta hincarle el diente a una puesta en escena en apariencia de lo más moñas, ¡oh Dios, otro híbrido de rockero y poeta maldito! Pero ésta del Michi Manero tiene su aquel, así a lo lánguido con su copazo en la mano y su cigarrillo en plan casi provocativo, con esa atmósfera de malditismo con melena e indumentaria de luto, la primera, todo sea escrito, le viene más por el personaje al que el asturiano dedica la canción que por él mismo. Eso y el aire canalla de la letra, siquiera sólo por ese precioso estribillo a lo pederasta en mirad las niñas van cantando, shalalalala, shalalala..., . Y en general mola la cosa esa de pasado de rosca, nunca fui nada menor, tampoco he sido un gran amante, más de una lo podrá atestiguar, pero si algo... y unos me llaman chaval y otros caballero.... casi conocí en una ocasión a Michi Panero... mirad, las niñas...
Pues eso, muy buena, la verdad es que tiene su punto, a fuerza de youtube casi que he tirado toda la semana descubriendo los hits del guijonés, desde La Gran Broma Final, Seronda, Crujidos, Morir o Matar, Ana la Friolera, Ocho y Medio (esta me ha encantado, seré raro, yo qué sé), Brujita, a una deliciosa curiosidad en asturiano Los Fayeos de Mayo y una para mí muy puñetera Teresina, gracias por lo que le toca a quien le toca.
No está nada mal, estilo no le falta, poco importa que no haya descubierto la pólvora, lo que importa es saber manejarla y él lo hace muy a su modo, que es lo que cuenta y mucho en tiempos de sequía por doquier, que uno que ya es viejuno pensaba que ya todo era un secarral en eso de la música, un inmenso campo de triunfitos o Ladys Gagá, venga a echar mano de la discografía biográfica, más allá de los noventa el abismo. Que luego convenga no escuchar muy de seguido al Nacho, puede. No sé qué tienen estos nuevos treintañeros, de tanta lírica y pose que atesoran en cada una de sus composiciones corres peligro de empacho, será la cosa de que todavía a esa edad se vive todo con una intensidad que espanta, profundo y apasionado las veinticuatro horas del día, que si bajo la guardia en esto de epatar a la peña con mi hipersensibilidad a saber si voy y hoy no la meto, la canción, digo. Resulta curioso, insisto, porque si te fijas en los cantautores, o por el estilo, de cuarenta para arriba, cuando cogen la guitarra la cosa ya no va tan de os vais a enterar cuánto mundo interior tengo, la de demonios que llevo dentro, cada vez que me desmeleno suelto un poema, a ver, producción, una voluntaria cada media hora para cubrir mis carencias afectivas, tu morena, no pierdas ripio, ande vas a pillar un tío más sensible que yo. De los cuarenta para arriba la intensidad baja varios grados y se impone la coña marinera, las letras más ligeras, más cachondas, menos piedras en el petate y atormentarse la existencia o hacer que tal, vamos a pasarlo bien sin interpretar el mundo que la cosa tampoco es para tanto, y si te plantas en un espejo con un copazo en una mano y un cigarrillo en la otra, ya no eres un rockero en horas bajas o un poeta maldito en su apogeo, eres el tío Ignacio en la boda de algún pariente dando la nota y para de contar.
Pero no jodamos, todo tiene su momento y su lugar, y a mí esta tarde de domingo tras su correspondiente sobremesa de la rama político-familiar, se me está haciendo deliciosamente lírica y lánguida sobre la cama de matridemonio, colocón de Nacho Vegas llevo. Eso sí, Díos, Alá, Zeus, Shiva y todos los que se apunten, me libren de meterme en esa cosa que el Vegas canta mano a mano con el Bunbury, que ya me decía mi madre que cuidado con las compañías, y vale que tus colegas sean de lo peor, broncas, toxicómanos, puteros y hasta hinchas del Real Madrid, pero ¿BUNBURY? ¿Yera necesariu?
Y eso tú lo sabes bien, a fuerza de caer, en una trampa mortal, que en el tiempo dura ya ocho años y medio, seré muy breve... y vino un pájaro a posarse en mi ventana, tenía una ala rota, y al acercar mi mano y comprobar que no echaba a volar, supe de inmediato que lo odiabas tú, lo tomé entre mis garras, lo dejé morir... seré muy breve, te extraño y esto duele..., y trato de encontrar una salida, pero no recuerdo ni por dónde hemos entrado aquí, y contemplo junto a mí, el cadáver que fui, según tú... que voló de Madrid a Gijón...
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