jueves, 19 de mayo de 2011

MAYO CON AROMA A CLAVELES



Eso que ya llaman movimiento del 15 de Mayo, y que a mí se me antoja la réplica del movimiento luso Geraçâo a Rasca, generación con el culo al aire, de ahí el maravilloso aroma a cravos, a claveles que percibo en él, siquiera por simple vecindad, aunque también podríamos mencionar las movidas estudiantiles o sindicales de Grecia, Francia o Reino Unido, está siendo probablemente una de las cosas más interesantes y emocionantes que han ocurrido en España desde hace mucho, pero que mucho tiempo.

Hasta el momento, hasta hace un par de días concretamente, era lugar común entre nosotros los bienpensantes decir que la juventud española estaba desmotivada, pasota, sin conciencia social ni nada parecido, que de moverse, de salir a la calle a pegar berridos, apenas lo hacía por algo como una victoria de la Roja o de su equipo local, que vergüenza debería darles viendo cómo estaban reaccionando sus colegas de los países vecinos. Pues bien, ya están ahí, ya han salido a la calle, ya la han montado, la están montando, como tenía que ser, como se les reclamaba y no precisamente sólo desde posturas más o menos de izquierda o por estilo, hasta la derecha les reprochaba mucho de lo aquí escrito, si bien sólo lo fuera para tener otra arma arrojadiza contra Zapatero.

Como tenía que ser porque la indignación que motiva estas protestas tiene motivos muy, pero que muy, fundados. Es la crisis, claro, la que ha puesto de patitas en la calle a tanta gente, la que ha desvelado las vergüenzas de un sistema económico como el español puramente especulativo, las carencias de un sistema que ni proporciona a todos la educación que merecemos, ni la decencia ni la transparencia de unos poderes que cada vez que apestan más a casta privilegiada que rige el destino de los demás sin contar con ella. Es la crisis, sí, pero sobre todo como se ha gestionado. Cómo no iban a estar indignados los jóvenes, y los mayores que se les suman, cuando lo primero que han hecho nuestros gobiernos es acudir al rescate de los que la habían provocado, haciéndolo no sólo para evitar que se derrumbe el sistema, sino sobre todo para apuntalarlo, que nada cambie hasta la próxima. Y entre tanto, y mientras se sigue dando carta libre a tanto directivo con sueldazos estratosféricos para que vuelvan a hacer lo mismo, tanto especulador de mierda, tanto hijo de puta de Armani que tenía que haber ido a parar directamente a la cárcel, entretanto que sea el resto, el trabajador por cuenta propia o ajena el que paguen los platos que esta casta del malnacidos que rige el mundo ha roto.

No van a indignarse cuando el paro alcanza ya los cinco millones, cuando el juvenil es el más grande el mundo, sí, del mundo, el 40% de la juventud, a la que además se le dice tan ricamente desde estancias oficiales que no le queda otra que joderse, porque se trata de una >generación perdida, que no valen, son escoria, mejor si no hubieran nacido. No van a indignarse también los que se ven en la puta calle porque los mismos bancos que les engañaron con créditos trampa les quitan sus hogares y encima reciben el dinero de todos que luego tampoco reparten a crédito. No vamos a indignarnos todos mientras sucede todo esto y los políticos se ríen en nuestras caras haciendo de la corrupción una simple anécdota, mientras hablan de todo menos de las medidas para atajar las consecuencias de una crisis que afecta sobre todo a los de abajo.

Así que por fin ha salido la gente a la calle para poner la voz en grito, berrear consignas que son verdades como puños, denunciar la hipocresía de los que nos mangonean de continuo, exigir cambios de fondo, no la revolución con la que los de siempre agitan la bandera del miedo, no a destruir nada para construir utopías del pasado sobre las cenizas. Es la protesta de la verdadera ciudadanía, la que es consciente de serlo y actúa en consecuencia. Por eso ha elegido las vísperas de unas elecciones en las que los políticos despliegan lo peor de ellos, ahí está el Rajoy abrazando corruptos entre los vítores de su rebaño entregado, el Pepiño y el Zapatero agitando el miedo a una derecha que sólo es menos acomplejada que ellos a la hora de coger la tijera, de favorecer a los de arriba o a agachar la cabeza frente a los poderes económicos.

Y lo mejor de esta protesta, por lo que se ve realmente espontánea y por eso sin un objetivo definido que no sea la denuncia o simple expresión del enfado, esto es, una llamada de atención a los de arriba, a los que realmente podrían poner coto a tanto despropósito, son las reacciones de los de siempre, la gente de orden que les mira con tanta condescendencia como desprecio, la que desde hace días ya está diciendo que esto es flor de un solo día, puro humo, que detrás no hay nada y si lo hay seguramente será peor de lo que ya tenemos. Porque para la gente de orden y mando el sistema es intocable, les va su bienestar en ello y de los demás como que se la trae floja, pueden asumir, lo han estado haciendo hasta ahora, la miseria o la desesperación del resto, no les afecta ni a ellos ni al sistema, simplemente sobran.

Pero como muchos no somos indiferentes ante el romanticismo subversivo y añejo que desprenden estas masas concentradas e indignadas, como sabemos o sospechamos que la avalancha mediática de los de siempre sobre los motivos y las personas que las promueven, que ya están toda la caverna ultramontana hablando de anarquía, violencia antisistema, de drogatas melenudos y agitadores profesionales, hasta de conspiraciones del PSOE para deslegitimar la posible victoria en las urnas del PP el próximo domingo, simplemente es un síntoma de que cabe la posibilidad de que en caso de mantenerse firme los manifestantes consigan arrancar alguna concesión de los gobernantes; pues eso, que deseamos con todas nuestras fuerzas que se mantengan al pie del cañón, que resistan. Sólo así dejaran de ser, como pronostica tanto listillo interesado, un simple soplo de rebeldía al amparo de la inmensa galerna conservadora que se aproxima.

Y es que ese es el peligro, lo fue, a pesar de las distancias, distancias del calado de que aquellos preconizaban revoluciones, utopías y hasta dictaduras del proletariado, y los de ahora sólo reformas, pragmatismo y justicia, en el Mayo del 68cuando tras las protestas la derecha del general De Gaulle arrasó en las urnas, barrió a la izquierda de todo tipo estaría mejor dicho, y se inició una época de recortes de libertades, y puede que lo sea ahora, porque, y aquí uso como coartada el dicho de un pesimista es sólo un optimista bien informado, como bien señalaba Josep Ramoneda hoy en un artículo:

...la renta per cápita es todavía suficiente para que las clases medias y parte de las populares puedan proteger a sus hijos; el miedo es muy grande en una sociedad en la que, sin horizontes de futuro, la gente teme perder lo que tiene; el bienestar de estos últimos años ha generado un cambio cultural hacia posiciones más conservadoras; el discurso de la crisis y de los ajustes ha calado y la gente lo acepta con resignación.

Ahí está el quid de la cuestión, sobre teniendo en cuenta que, por muchos miles de personas que acudan a las manifestaciones, la inmensa mayoría seguirá siendo los que permanezcan en casas estupefactos y nerviosos ante lo que considerarán una inaceptable alteración del orden, un orden que por lo que sea puede trastocar el relativo bienestar de la mayoría que todavía tenemos trabajo o ingresos y al que dudo mucho que nadie esté dispuesto a renunciar, siquiera en parte, para ayudar a su prójimo.

Y con todo, siquiera sólo para no caer de lleno en el pesimismo de estos últimos argumentos, cabe recordar que durante las pasadas revoluciones de Túnez y Egipto, de nuevo salvando las distancias entre los exigían el derrocamiento de sus tiranos y los que sólo exigen una reforma profunda y efectiva de un sistema anquilosado como el nuestro, todos los exegetas que abundan en los medios, tanto cerebro supuestamente documentado y escarmentado, se equivocaron augurando lo peor, es decir, la intrascendencia de lo que apenas se les antojaban otra cosa que algaradas callejeras y sobre todo pasajeras.

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