martes, 13 de mayo de 2014

VALDEDIOS



El Monasterio de Valdedios, cerca de Villaviciosa, sin lugar a dudas el conjunto monacal más relevante de Asturias, fue fundado el 27 de noviembre de 1200 por los reyes Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla. En realidad hablamos de dos complejos arquitectónicos perfectamente delimitados, por un lado el monasterio cisterciense con la Iglesia románica de Santa María y, a mi juicio la verdadera joya del complejo, la iglesia de San Salvador de Valdedios, conocido por El Conventín, construida por Alfonso III el Magno (rey de Asturias) durante el siglo IX y claro exponente de la arquitectura del antiguo reino astur. No es lugar para extenderse en los detalles del monumento prerrománico, estos están al alcance de cualquiera sin salir de la red, sólo decir que la visita al mismo de la mano del guía supone todo un ejercicio de clarividencia dado el estado del edificio, poco más que de superposición de diferentes disparates restauradores o algo así unos sobre otros. Con todo, ya digo, lo poco que queda de auténtico, en esencia la forma original del edificio y algún que otro vestigio pictórico de las pinturas que debieron cubrir todas las paredes y techo del edificio (una recreación aproximada en dibujo apenas ayuda a imaginar la exuberancia policroma de unas iglesias del rito mozárabe en lo que lo románico siempre es un atisbo).

Con todo, y a pesar de la fascinación que me provoca todo lo relacionado con el prerrománico en estas tierras por lo que tiene de expresión de un reino pequeño y aislado, allí donde los fieros astures que habían resistido a gorrazos el dominio visigodo durante siglos, acabaron aviniéndose con la nobleza visigoda que huyó del yugo musulmán para constituir un reino en miniatura del que acababan de perder como sucesor del mismo, mi interés de hoy por visitar Valdedios iba por otros derroteros.

-¿Y la fosa del personal médico asesinado por las tropas franquistas?

El guía no duda en responderme que al otro lado del muro que rodea el "campillín" que rodea el conjunto monumental. Eso y que sí, que pobre gente aquella, una barbaridad lo ocurrido, sí, ya sé, fueron excavadas no hace mucho, ahora no queda nada, los familiares se llevaron sus restos. ¿Alguna señal del lugar de la fosa o recordatorio. Hay un monolito. Sí, pero la señal que lleva al mismo apenas indica otra cosa que la dirección a "La Fosa", nada de qué tipo o del por qué su existencia, eso parece que lo tienes que llevar tu aprendido, explicaciones las mínimas, como que no procede. Y el monolito, pues bueno, aparece en la foto con su inscripción alusiva a los caídos por la Libertad y las fechas del óbito de los allí (des)enterrados. Poco más, si quieres saber de lo allí sucedido la llevas clara, no hay más inscripción que te saque de duda, insisto que todo parece dispuesta para el que acude hasta allí lo haga con la lección aprendida y si no pues a joderse toca, a meter el hocico a otro parte. Algo, me temo y mucho conociendo el percal de su principal titular, tendrá que ver el Arzobispado de Oviedo al que pertenece el recinto; conjeturas, sí, demasiadas. Con todo, y tal como nos había informado el guía, todos los años se celebra un acto de homenaje con sus flores, cantos y demás parafernalia; no lo decía con desprecio alguno, sólo con desapego, cosa de ellos, pobre gente... Me quejo, claro que sí, y no sólo porque lo sucedido allí fuera uno de los episodios más terribles de la no menos terrible contienda civil que asoló esta cosa llamada España sobre la que sobrevivimos, no, sino porque a mi juicio, todos los episodios de este calado debían ser destacados para ser recordados. Y no tanto porque los del otro bando ya lo hicieron durante cuarenta años con todo tipo de monumentos propagandísticos de sus mártires y héroes, sino porque esa parte de la Historia que nos ha sido hurtada, que sigue siéndolo en su mayor parte a nuestros hijos, es la que corresponde a los que más muertos dejaron por el camino como consecuencia, no ya del pujo asesino de unos incontrolados o unas organizaciones políticas y sindicales insumisos al mando del Gobierno Republicano, el único poder legítimo de entonces cuyos dirigentes siempre condenaron los asesinatos indiscriminados y la violencia contra los civiles de todo tipo, sino más bien, sobre todo, de un plan perfectamente elaborado, organizado y llevado a cabo de exterminio del enemigo desde el mando franquista, como que cuando con ahínco asesino se emplearon fue precisamente al final de la guerra, si lo sabrá uno por lo que le toca a su familia materna; pero bueno, siempre lo digo en estos casos, no se trata de tu familia o de la mía, de tus muertos o de los míos, se trata de justicia por encima de cualquier otra consideración sanguínea e incluso ideológica. Para finalizar, el relato de los hechos de lo acaecido en Valdedios, percatarse del terrible crimen cometido por los miembros del Regimiento 66, compuesto en su mayoría por requetés navarros, fieles devotos del Sagrado Corazón, ¡detente bala!, en realidad fanáticos de una fe en la que conceptos tan cristianos como la piedad parece que quedaron entonces en suspenso, ya sabemos, estaban de Cruzada y el personal médico al que apiolaron tras someterlo a todo tipo de vejaciones durante una especie de akelarre era reo de sacrilegio por haber realizado su trabajo en un recinto sagrado. Un regimiento, el 66, cuyo recuerdo vuelve a estar de actualidad por obra y desgracia de la exposición que le dedica el Ayuntamiento de Pamplona en la Ciudadela, con toda la oposición en contra y pese a quien pese, porque ya lo dijo la z... zoquete (literal según la RAE: cargo público) que tienen de presidenta foral: "un pueblo que pierde sus raíces pierde su identidad". Pues eso, se ve que lo que se relata a continuación apenas es una anécdota en la Historia del Regimiento en cuestión, una nadería, ni siquiera llega a borrón en su tan glorioso historial.


El 22 de octubre de 1937 hacia las 15 horas llegan al Monasterio de Valdediós dos compañías del IV Batallón de Montaña Arapiles nº 7, entonces perteneciente a la VI Brigada de Navarra, alojándose en dicho monasterio. Al llegar el capellán castrense dijo la misa en el exterior y a la que tuvieron que asistir los trabajadores del hospital y también los vecinos del lugar.

Las personas que trabajaban en el Hospital, funcionarios civiles no combatientes y que jamás habían empuñado un arma, consideraron que no tenían nada que temer, pues estaban cumpliendo con su obligación como funcionarios dependientes de la Consejería de Sanidad.

“No temas, que por cuidar dementes no me va a pasar nada” Le decía a su esposa Emilio Montoto, enfermero fusilado. Fue la última vez que lo vio con vida a su esposo

El día 26 a las nueve de la mañana apareció un sujeto vestido de negro con un a carpeta de la que extrajo una lista, que hizo llegar al Oficial de turno.
Llamaron nominalmente a las personas de dicha lista y las retuvieron en el Convento.

En Valdediós había pacientes, enfermos mentales, algunos heridos de guerra, psiquiatras y enfermeras. Llegaron estas unidades militares y detuvieron a cinco personas. Algunos fueron fusilados en Gijón.. Los otros enfermos, psiquiatras y enfermeras permanecieron en Valdediós hasta el día de los hechos.

Ese mismo día, los soldados ordenan al personal del centro organizar una fiesta con baile incluido en el recinto hospitalario, al que tenían que asistir obligatoriamente las enfermeras. Las propias enfermeras preparan la cena, que se desarrolla en la “sala de física”, con gran consumo de alcohol y todo tipo de abusos sexuales. Según diferentes testimonios de supervivientes los militares violan a aquellas mujeres y posteriormente fusilarlas en el “Prau de Don Jaime”.

Las mujeres se ponen a gritar aterrorizadas, se oyen gritos por todo el recinto, y en ese momento hace su aparición un capellán militar. Ordena que todo el mundo calle ante tanto bullicio y pregunta qué es lo que ocurre con ese escándalo. Las mujeres ven la puerta del cielo abierta, tal vez el cura las salve del final que les espera.

Pero el capellán se limita a darles la absolución, e incluso anima a sus viriles soldados a que sigan haciendo "lo que tienen que hacer". También asesinaron a los cuatro celadores, al pinche de cocina y a una niña de 15 años, hija de una enfermera que se hallaba en casa de la cocinera: Los soldados, al oír unos ruidos extraños en la casa, preguntaron "¿Quién esta ahí?". "Una niña, hija de una enfermera", responde alguien. También la asesinaron.

Tras obligarles a excavar su propia fosa, fueron asesinadas a tiros.

Parece ser que los soldados les hicieron excavar su propia fosa, entre un bosque de castaños, hoy en día talado y que ha dificultado la localización de la fosa, al haber cambiado el paisaje que queda aproximadamente a unos 200 metros del monasterio, donde les asesinaron a tiros, y las medio enterraron a poca profundidad. Quedaron brazos y piernas que todavía asomaban entre la tierra.

Al día siguiente desde el monasterio-hospital, los vecinos recordaban que se observaba una retahíla de zapatos, batas, trozos de vestidos y otros objetos personales que marcaban el macabro camino que habían seguido los asesinos desde el monasterio hasta la fosa, lugar donde "ejecutaron" y enterraron a sus víctimas con toda impunidad y las necesarias bendiciones del capellán. Fue tal la impresión en la comarca, que los niños del lugar nunca más fueron a recoger castañas en esa zona.

Durante muchos años los lugareños no se ponían de acuerdo en la autoría de los hechos. Unos decían que los asesinos iban al mando de un tal "Arapiles", otros decían que eran unos del pueblo de Arapiles, otros en cambio afirmaban que eran militares del Arapiles. En lo que sí estaban todos de acuerdo que el nombre "Arapiles" estaba involucrado en el crimen.

Años más tarde se ha podido averiguar que estos hechos los realizaron miembros de una unidad militar regular del ejército franquista: el IV Batallón Arapiles nº 7. No fueron ni falangistas, ni moros, ni desertores, ni una milicia desbandada. Y la Iglesia tuvo un papel activo. No se trataba de represión política, era sencillamente que tenían total impunidad, ellos, los "Vencedores de la Cruzada" podían hacer lo que les viniera en gana. Los asturianos "rojos" no eran para ellos seres humanos: eran vencidos. Y todo esto lo hacían en el nombre de "¡Viva Cristo Rey!"

(las fotos de la exhumación de la fosa, evidentemente no son mías sino de la asociación que efectúo la misma bajo la dirección del conocido y reputado forense Francisco Etxeberria)

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