jueves, 4 de julio de 2019

LOST IN HERNANI




He pasado una noche de mierda, y no será precisamente por el calor, como que hasta me resfrié ayer durante la caminata de las tardes y no paro de toser; bendito verano asturiano, qué ganas de huir hacia el trópico de la Llanada alavesa para disfrutar de uno en condiciones. Sí, a lo que hemos llegado... Me he levantando con una jaqueca tremenda y el regusto de una de las dos pesadillas que tuve anoche y que me hicieron despertarme en mitad de la noche varias veces sobresaltando a mi señora.

El caso que solo me acuerdo de la de que llegaba a Hernani para no sé qué hostias, que digo yo que algo tendría que ver con Xabi, un colega de allí de cuando... Maricastaña. Y ya solo recuerdo que quería marcharme cuanto antes, que ya me dirás tú qué hostias hace una persona normal en Hernani si no es tomar potes antes o después de subir a una sidrería, vamos, para empezar o redondear la castaña. De modo que preguntaba por la calle a la gente dónde podía coger el autobús de vuelta a Vitoria y todos me contestaban con esa simpatía tan característica de los giputzis del interior -imagino que producto del resquemor de vivir tan cerca del mar y no verlo por la cosa esa de las montañas...- , es decir, y tras conseguir superar el fastidio inconmensurable que les suele producir a muchos ser interpelados por un forastero en lo que se supone sus inaplazables y siempre urgentes quehaceres diarios como rascarse la barriga esperando que entre un cliente a su tienda o que el tinto del vaso recién ingerido recorra todo el camino que va desde la boca hasta la uretra, encogiéndose de hombros y volviendo a sus actividades casi que sin mirarme a la cara con el fin de no perder más tiempo con un servidor. Pero lo más raro de todo era que todos me repetían la misma letanía. "¡Los cuchillos se cogen por el mango."

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