Ya lo pensaba de chaval cuando acompañaba a mi madre a la residencia de Las Nieves en Vitoria a ver a mi abuela materna, ya completamente demenciada, yo siempre la conocí así -a mi abuelo materno ni eso, murió siendo yo un verdadero mico y apenas lo recuerdo-, no reconocía a nadie, que cuando recuperaba la conciencia siempre confundía a los que tenía delante y a veces hasta se iba por jotas, bilbainadas y en ese plan de andar de verbena entre las tinieblas de su mente completamente ida; las residencias son podrideros, lugares donde se abandonan a los viejos para que poco a poco se vayan apagando y entretanto molesten lo menos posible a sus familias. Mis abuelos paternos murieron nonagenarios en su casa, o más bien durante una de sus frecuentes idas y venidas hacia el final de sus días desde el pueblo hasta a ese hospital vitoriano tan infaustamente famoso durante estos días. Lo lógico, lo humano y hasta obligado, sería cuidar a tus padres en casa del mismo modo que ellos te cuidaron a ti de pequeño, siquiera mantenerlos en sus casas hasta el final de sus días. Sin embargo, ni siquiera hay maldad alguna en las decisiones de los familiares que manden a sus padres a esos podrideros que son las residencias de ancianos sino simple y acaso fatal inercia de la costumbre. La mayoría de ellos lo hace porque no le queda otra, porque no pueden ocuparse de ellos. Es el resultado en su mayor parte del modo en que se ha organizado nuestra sociedad donde la mayoría del tiempo se dedica al trabajo y la única manera de atender a un anciano en una familia, si hay suerte y esta se compone de más de un adulto, siquiera de adultos dispuestos, consiste en que uno de ellos sacrifique su su carrera o lo que sea, por lo general, esto es, por la inercia de la costumbre de nuestra sociedad secularmente heteropatriarcal, las mujeres. Sin embargo, en nuestros días, y con todo el derecho del mundo, las féminas también quieren trabajar fuera de casa, y no es para menos, solo a través del trabajo puede aspirar a la ilusión de una libertad y una independencia similar a la de los varones. De ese modo, lo lógico y justo seria que todos los adultos redujeran sus jornadas para repartirse el tiempo al cargo de sus mayores. Pero, para qué engañarnos, ni el mercado laboral lo permite, ni la mayoría está dispuesta a renunciar a asumir más obligaciones que le resten tiempo libre para consumir como locos. Eso y el rechazo instintivo, y a veces hasta sañudo, de la mayoría de la población hacia la vejez, la decadencia, como no podría ser de otra manera en una sociedad que ha convertido el culto a la eterna juventud en su verdadera y única religión. Ese es el modo como hemos organizado la vida moderna a mayor gloria de la lógica capitalista para la que todo lo que no sirve para producir o para consumir, todo lo que no es nuevo o joven, simplemente está de sobra, hay que tirarlo, molesta. Y eso y no otra cosa es lo que hacemos con nuestros ancianos, mandarlos a residencias en las que con suerte, y si se tiene dinero, puede que hasta los traten como personas; pero, en la mayoría de los casos el resto irá a parar a meros almacenes de huesos y pellejos, esto es, verdaderos pudrideros como lo son la mayoría de las residencias en las que ahora están muriendo a mansalva a causa del maldito Covid 19. Un horror, una vergüenza, que, desde luego, no dice nada bueno de esta época y/o de esta sociedad moderna que hemos construido en comparación con esas otras no tan lejanas, si bien acaso más sencillas y menos desarrolladas tecnológicamente, en las que el respeto a los mayores y el valor que se les daba era la norma y no la anécdota como en nuestros días.
Txagorritxu es mi hospital en el sentido biográfico y sentimental. No recuerdo haber estado hospitalizado nunca; pero, es el hospital donde llevo yendo toda la vida a ver a mis abuelos, a mis padres, tíos, primos, amigos, a todo cristo, muchas veces con los dedos cruzados, otras con una sonrisa, donde estuve por una tontería de mi madre apenas hace unas semanas, esta misma he tenido una tía que ya está en casa. En fin, ya sé que en otras partes también cuecen habas; pero, soy babazorro y cuando leo esto desde la distancia se me encoge el corazón. https://www.eldiario.es/norte/euskadi/Dentro-Txagorritxu-Vitoria-pacientes-coronavirus_0_1007200354.html
Y la cita de hoy sobre las epidemias de todo tipo, tomada de los clásicos de la Literatura, corresponde a A Journal of the Plague Year de Daniel Dafoe:
"Another plague year would reconcile all these differences; a close conversing with death, or with diseases that threaten death, would scum off the gall from our tempers, remove the animosities among us, and bring us to see with differing eyes than those which we looked on things with before."
Daniel Defoe, A Journal of the Plague Year
Ni loco me sumo yo a esa iniciativa de la cacerolada para pedir que el emérito done su fortuna como comisionista desde los paraísos fiscales a lo largo del mundo, donde la tendrá a buen recaudo, a las arcas del estado español para que luego éste las derive a los diferentes sistemas sanitarios autonómicos. Se me antoja la enésima muestra del servilismo innato de un país que renunció hace tiempo a ser de verdaderos ciudadanos para serlo de súbditos en exclusiva por mucha prosopopeya que le eche la Consti del 78 a la cosa, la misma que habla de la inviolabilidad del jefe del Estado y que precisamente por eso ha propiciado el escándalo que nos ocupa, el cual, para qué engañarnos, solo lo hacen los predispuestos a ello, esto es, los del bochornoso "¡Viva España. viva el Rey, viva el Orden y la Ley!". El pueblo español tragó y traga, por miedo o por convicción, con un régimen derivado del chantaje original del franquismo para con la llamada oposición democrática, parte de la cual no sólo se avino con lo que el heredero de Franco y los jerarcas de su régimen le pusieron delante de las narices para pactar una transición desde un anacrónico régimen dictatorial a una democracia formal homologable a las del resto de los países de nuestro entorno, sino que también le vino muy bien la componenda para con el tiempo prosperar y ser aceptada de mejor o peor grado entre las élites que siguieron conservaron intacto su poderío económico tras décadas de expolio. Desde entonces todo ha sido aguantar las glosas de El Campechano por parte de una legión de palanganeros que durante mucho tiempo consiguieron que su mensaje calara hondo en la mayor parte de la población: "No somos monárquicos, somos juancarlistas..." Eso y los sofismas de whiskeria barata al estilo de "¿Prefieres un rey como Juancar o Felipe o a un presidente de la República como Aznar o Zapatero?", obviando, claro está, que como presidentes a estos dos últimos siempre cabría la oportunidad de echarlos o no volverlos a elegir. Pero a los Borbones no. Los Borbobes llevan incrustados en el cuerpo de eso que llamamos España como el peor de los virus. De tanto en tanto conseguimos sacárnoslos de encima; pero, luego y casi siempre por culpa de nuestros propios errores, volvemos a infectarnos de ellos como muestra de la incapacidad innata de la mayoría de los españoles para quitarse de encima las famosas cadenas. Claro que siempre hay una oportunidad para remendar para siempre los errores del pasado, para corregir de una vez por todas esa aberración histórica que es la monarquía española. La misma a la que todavía ayer el editorial de El País le echaba un cable intentando convencer a los ya convencidos de que una cosa es el personaje y otra muy distinta la institución. No cuela, no lo ha hecho nunca, a mí desde luego no. Y por eso, si hay que salir a aporrear cacharros, a lo que sea, será para pedir el fin de la monarquía y la restauración del único régimen esencialmente democrático por mucha querencia que le tengan algunos vecinos del norte a sus reyes y princesas, me refiero, por supuesto, a la III República, la definitiva. Pero claro, de qué, si en breve vais todos a correr delante del televisor para escuchar al Preparado decir las obviedades de rigor.
Si después de esta crisis no los echáis, vosotros los que hasta hoy todavía erais monárquicos por comodidad, "mejor un rey Borbón que un bobo de presidente de la República....", ya no sé qué pensar. ¿Acaso no os distéis cuenta, los que visteis el mensaje desde la tele, de que cuando hablaba de "Este virus no nos vencerá. Al contrario. Nos va a hacer más fuertes", en realidad se refería a él y a su familia de parásitos y ladrones? Las caceroladas para cuando pase la crisis, a llenar las calles con ellas para que se vayan para siempre.
*Y para ilustrar esta airada soflama de mi quinto día de encierro e indignación, Los acuchilladores del parqué de Gustave Caillebotte como guiño al amigo Miguel Angel Delgado. Digamos que puede ilustrar a la perfección mi idea de lo que sería quitarnos de encima este otro coronavirus del que hablamos.
¿Viaje alrededor de mi propio cuarto? ¿Para llegar adónde? En las paredes veo cuadros y láminas que no dicen nada bueno, ni de mi pasado, ni de mi gusto. En las estanterías todos los libros que leí en vano y los que escribí para nada, las fotos de días felices que ya pasaron y que no volverán, no al menos con la intensidad o la ingenuidad de entonces, los rostros de personas que ya no están y que por ello que lastiman cada vez que peso mi mirada en ellas, rostros como el mío propio en un progresivo deterioro hacia el ocaso, también otros objetos que se acumulan en las baldas, casi que a mi pesar, como souvenirs de viajes que ya no puedo emprender y en los que me dejé la juventud y muchos rostros, regalos más o menos cutres con su correspondiente desgarro emocional por lo que fue afecto y ahora es indiferencia, por lo que parecía que iba a ser y luego más de lo mismo. Sobre la mesa libros pendientes y leídos a los que sacar un rédito de chichinabo, trabajos sobre la mesa en los que puse toda mi alma y que todavía están esperando su remuneración, muebles que no son míos y por eso me recuerdan un no sé qué de eterna provisionalidad y acaso un algo también estancamiento definitivo. Y en los cajones, casi mejor ni mirar, son verdaderas escombreras de proyectos fracasados, sueños incumplidos, impotencia y renuncia en cada carpeta con sus documentos oficiales, facturas, contratos y toda el papeleo al uso donde se registra debidamente la vulgaridad de toda una vida. Así pues, mejor no moverse del asiento, no te de por levantarte, girar a tu alrededor, descubrirte a ti mismo, y en una de esas, de repente la ventana y con ella la oportunidad de bajar por fin y de golpe el telón de la tragicomedia de la vida de cada cual.
*Creo que le voy a sacar mucho jugo a este cuadro, Joven en la ventana de Gustave Caillebotte, como que me viene al pelo para textos de tipo exagerado, torturados, tremendistas y así; vamos, lo que a mí me pirra, siquiera para echar el rato bah, todo puro cuento, as usual.
Pues sí, las medidas económicas anunciadas por el Gobierno del PSOE-Unidas Podemos podrán ser todo lo discutibles que se quiera, entre otras cosas lo referente a lo de seguir pagando la cuota de autónomos, incluso nos podrá gustar más o menos el propio Sánchez; pero, no me aguanto sin escribirlo: ¿Nos imaginamos cómo habrían sido estas medidas con Rajoy todavía al mando, incluso con un gobierno del PP--Cs--VOX? ¿Es necesario recordar la saña con la se aplicaron contra las clases económicamente más débiles? Os recuerdo que los tres se dicen liberales, esto es, que aborrecen de la intervención del estado en la economía -excepto para salvar bancos, claro está-. Ellos son más del "sálvese quien pueda", que sea el mercado el que lo regule todo pese al que le pese y, sobre todo, España, mucha España, a todas horas España y solo España. Luego, eso sí, ayudar a los españoles, sobre todo a los más débiles o desfavorecidos, que espabilen solitos o que les jodan. Aplicar medidas para tratar de amortiguar el desastre, -con todo el respaldo del Estado, ha dicho Sánchez-, eso para ellos es socialismo liberticida. Ellos son (neo)liberales a lo Chicago School y sobre todo patriotas. Vamos, a lo Boris Johnson, el darwinista que prefiere la economía a las personas. Hasta Macron se ha vuelto socialista a golpe de coronavirus.
Agradezco de nuevo al amigo Carlos Coello que me recordara la parte de la Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídedes dedicada a la peste (así aparece en el II Libro, aunque se haya sabido después que en realidad fue una epidemia de fiebre tifoidea, una enfermedad infecciosa provocada por una bacteria denominada 'Salmonella tiphy) padecida en Atenas desde el 430 hasta el 426 a.C. Son unas pocas páginas en mitad de un tocho de más de 660 dedicadas tanto al relato de las gestas de los atenienses en la guerra contra los espartanos, como a ensalzar la figura de Pericles, el caudillo ateniense. Una lectura de los años de la facultad que he recuperado de las estanterías, y en la que las páginas en dedicadas a la peste que no fue nos ofrecen un sorprendente escrutinio psico/sociológico de lo acontecido hace dos mil quinientos años.
"Además de todos estos males, fue también causa la epidemia de una mala costumbre, que después se extendió a otras muchas cosas y más grandes, porque no tenían vergüenza de hacer públicamente lo que antes hacían en secreto, por vicio y deleite. Pues habiendo entonces tan grande y súbita mudanza de fortuna que los que morían de repente eran bienaventurados en comparación de aquellos que duraban largo tiempo en la enfermedad, los pobres que heredaban los bienes de los ricos no pensaban sino en gastarlos pronto en pasatiempos y deleites, pareciéndoles que no podían hacer cosa mejor, no teniendo esperanza de gozarlos mucho tiempo, antes temiendo perderlos en seguida y con ellos la vida. Y no había ninguno que por respeto a la virtud, aunque la conociese y entendiese, quisiera emprender cosa buena que exigiera cuidado ó trabajo, no teniendo esperanza de vivir tanto que la pudiese ver acabada, antes todo aquello que por entonces hallaban alegre y placentero al apetito humano lo tenían y reputaban por honesto y provechoso, sin algún temor de los dioses ó de las leyes, pues les parecía que era igual hacer mal o bien, atendiendo a que morían los buenos como los malos, y no esperaban vivir tanto tiempo que pudiese venir sobre ellos castigo de sus malos hechos por mano de justicia, antes esperaban el castigo mayor por la sentencia de los dioses, que ya estaba dada, de morir de aquella pestilencia. Y pues la cosa pasaba así, parecíales mejor emplear el poco tiempo que habían de vivir en pasatiempos, placeres y vicios."
HISTORIA DE LA GUERRA DEL PELOPONESO, LIBRO II - Tucídedes
No preocuparse en absoluto de lo que la gente opina de uno mismo, no sólo es arrogancia, sino también desvergüenza.”
CICERÓN
No se puede ser más odiosa. Álvarez de Toledo obvia la petición de teletrabajo y acude al Congreso tras el contagio de varios diputados: "El Parlamento no se cierra ni en una guerra". Se diría que está cegada por los elogios, envenenados los más, que le hacen los suyos: "¡Eres la más lista, admiramos tu empuje contra todos los que no piensan como nosotros y envidiamos tu falta de tacto para todo!. Tú sigue así, Cayetana, dando el cante, generando asco, haciendo y diciendo todo lo que a nosotros nos gustaría pero que no nos atrevemos por prudencia, puede que hasta por decencia."
Y en realidad, resulta imposible concebir un personaje más vulgar y patético en su pretensión de pertenecer a la aristocracia en el sentido etimológicamente platónico, esto es, la gente que sobresale por su sabiduría intelectual y por su elevada virtud. Va para caricatura de sí misma, confunde prudencia con cobardía, lealtad con derrota. Y lo peor de todo que no se le conoce capacidad alguna para darse cuenta, que nunca será consciente del rechazo que genera, no por la envidia de los mediocres, que es lo que seguro que piensa ella, sino a cualquier hijo de vecino con un mínimo de sentido común. Un guiñol tragicómico.
Así como lo de viajar alrededor del cuarto de uno es una frase muy molona, a lo mira cuánto mundo interior atesoro aquí dentro y tal, lo de convidar a viajar con la imaginación desde el cuarto de cada cual todavía lo es más. Pero, sobre todo, resulta una pendejada de tomo y lomo. Como viajar tal cual, a donde sea pero según cómo, que ya no somos unos críos, no hay nada. A decir verdad, ni siquiera tiene que ver con estos días de confinamiento, viajar se echa de menos siempre. y poder hacerlo o no tiene más que ver con una cuestión pecuniaria que con cualquier otra cosa; todo lo demás voluntad e intendencia de las cosas de cada cual.
Sin embargo, no negaré que después de varios días de encierro doméstico, da igual si por prescripción propia o gubernamental, páginas como las de la colección de artículos de viaje de Mediterráneos de Rafael Chirbes adquieren una dimensión especial, esto es, una verdadera válvula de escape de la realidad inmediata, pura evasión de unas circunstancias que todavía cuestan asimilar en toda su dimensión, si es que alguna vez se llega a asimilar verdad alguna.
Así que, ya sea tanto durante el tiempo que ha tenido el libro en sus manos, como después con la mezcolanza de sensaciones y recuerdos originados por éste, y siempre al margen de la actualidad vírica del momento, el lector no sólo ha podido volar con la imaginación sobre esos rincones del Mediterráneo de nombres tan familiares pero todavía desconocidos, sino que también ha rescatado recuerdos de los viajes propios sobre lugares, Roma, El Cairo, Dhjerba, Denia, Fez..., incluso los de un Benidorm de la infancia del que dudo mucho que alguien haya escrito alguna vez algo tan antropológicamente poético como lo hace Chirbes. Un escritor que te presta su miranda, e incluso su aliento, a lo largo de todos estos relatos en los que hasta alguien nacido lejos del Nostrum Mare acaba cediendo a una añoranza nunca antes conocida en él:
¨La delicadeza en el punto del arroz, la suavidad de los pescados, el agrado de una conversación punteada con el humor y la inteligencia picante tan propios de los ribereños, la levedad del sol de atardecer en el momento de los postres, el perfil de las montañas, los reflejos del agua y la luz agudizándose en el puerto mientras los marineros descargaban entre bromas las las cajas de pescado, me llevaban a reordenar nuevamente mi sistema de pesas y medidas ajustándolo según un código nuevo que se acordaba con el espacio que me dio el originario, un código a partir del cual esta tierra volvía a adquirir el tamaño exacto de un paraíso, del mismo modo que lo tuvo muchos antes, en los que a la escasez se la llamo templanza o equilibrio; sólo que el fin de siglo decora los paraísos de otro modo: ahora ya no es un bien continuo el paraíso, sino que salpica los espacios entre los bloques de hormigón y se ajusta al trazado de las carreteras."
El Tamaño de las cosas - Rafael Chirbes (Mediterráneos)
Apunte del capítulo de hoy de La Peste de A. Camus, no muy diferente a otras tonterías que hace ya días que empiezan a circular por las redes. Resumiendo: el que no se consuela es porque no quiere. Si quieres matar la angustia, el aburrimiento, la salud en especial, bebe todo lo que quieras, como un cosaco si eso; pero, al "bicho" me temo que así no lo matas, no.
Del capítulo de hoy también extraigo:
"Leur première réaction, par exemple, fut d' incriminer l'administration."
"-San doute, mais après tout, espérons que l' épidèmie ne durera pas."
APUNTES DE UNA CUARENTENA
1.- No por habitual deja de sorprender lo extendido que está recurrir a la propia estulticia como disculpa por los actos de irresponsabilidad e insolidaridad: "Yo es que no oigo nunca, ni leo, las noticias para no enterarme de nada...", "Pensaba que eso del estado de alerta era solo para los que vivían en portales con número impar..."
"¿Cómo que no puedo salir de casa, ir adonde me dé la gana, tomarme unas cañas al lado de mi apartamento de Castro con el día que hace, encima que han suspendido la Liga? ¿Que me tengo que creer lo que dice el gobierno, la prensa que nunca leo, porque yo no leo nunca, y ver la tele sólo los partidos y si eso Supervivientes para hacer compañía a la parienta por la noche, al señor ese de los pelos y los ojos grises que da ruedas de prensa en jersey con una pizarra detrás, al presidente amiguito de la ETA? ¿Qué va a saber otro mejor que yo lo que me conviene o no, si estoy sano como una rosa, si nadie me ha dado nada y todo lo que tengo me lo debo a mí mismo? ¿Contagiarme para luego contagiar a otros? ¿Cómo que esto no es como una gripe, si solo se mueren los viejos? ¿No saldríamos a ganar dejando de pagarles las pensiones, mire qué bien se lo montan los hijos de la Gran Bretaña? ¿Que me tengo que joder yo porque los demás sean unas nenazas, unos siervos del poder establecido, un rebaño de borregos, nada que ver conmigo que soy un espíritu libre y más listo que nadie? ¿Que no sé yo que esto es cosa de la CIA o del Soros ese? ¿Cómo que mis padres mayores han dado positivo? ¿Que probablemente también lo esté yo? ¿Saturar el qué? ¿Qué mierdas es eso de Justicia Divina? Me pienso ir al bar en cuanto os deis media vuelta. ¡Ea!"
-¿Y usted cómo lleva la cuarentena, de qué manera llena su tiempo?
-Pues mire, sobre todo con lectura. A las mañanas releo "La Peste" de Camus, cuando me canso continuo con "El Amor en los tiempos del cólera" de Garcia Márquez. Como me canso de la novela me paso a la filosofía con "La condición humana" de Hanna Arendt o "El inconveniente de haber nacido" de Cioran. Ya luego por la tarde intento acabar de una vez por todas, de hecho desde hace ya años, "Entsaio sobre a Cegueira" de Saramago, el cual compagino con la relectura Die Kälte. Eine Isolation (El frío. Un aislamiento) de Thomas Bernhard, para recordar la experiencia angustiosa y descarnada de un enfermo apartado en su cama del hospital. Pero, como no quiero obsesionarme con el tema, ya más tarde procuro distraerme releyendo también "Heart of Darkness" (En el corazón de las tinieblas) de Conrad o con una novelica negra como "Il cavaliere e la morte" (El caballero y la muerte) de Sciascia.
-Ya veo, lectura ligera...
-Bueno, ya sabe, para no estar todo el rato dándole vuelta a lo del coronavirus y así...