viernes, 17 de abril de 2020

VIAJAR, COMER Y LEER EN TIEMPOS DE CUARENTENA

MI artículico en Letralia sobre "Viajar, comer y leer en tiempos de cuarentena": https://letralia.com/lecturas/2020/04/17/mediterraneos-de-rafael-chirbes/

Mediterráneos
Rafael Chirbes
Artículos
Anagrama
Barcelona (España), 2013
ISBN: 978-8433971784
160 páginas
Así como lo de viajar alrededor del cuarto de uno es una frase muy molona, a lo mira cuánto mundo interior atesoro aquí dentro y tal, lo de convidar a viajar con la imaginación desde el cuarto de cada cual todavía lo es más. Pero, sobre todo, resulta una pendejada de tomo y lomo. Como viajar tal cual, a donde sea pero según cómo, que ya no somos unos críos, no hay nada. A decir verdad, ni siquiera tiene que ver con estos días de confinamiento, viajar se echa de menos siempre. Y poder hacerlo o no tiene más que ver con una cuestión pecuniaria que con cualquier otra cosa; todo lo demás voluntad e intendencia de las cosas de cada cual.
Sin embargo, no negaré que después de varios días de encierro doméstico, da igual si por prescripción propia o gubernamental, páginas como las de la colección de artículos de viaje de Mediterráneos (1997) de Rafael Chirbes adquieren una dimensión especial, esto es, una verdadera válvula de escape de la realidad inmediata, pura evasión de unas circunstancias que todavía cuesta asimilar en toda su dimensión, si es que alguna vez se llega a asimilar verdad alguna.
Así que, ya sea tanto durante el tiempo que ha tenido el libro en sus manos, como después con la mezcolanza de sensaciones y recuerdos originados por éste, y siempre al margen de la actualidad vírica del momento, el lector no sólo ha podido volar con la imaginación sobre esos rincones del Mediterráneo de nombres tan familiares pero todavía desconocidos, sino que también ha rescatado recuerdos de los viajes propios sobre lugares, Roma, El Cairo, Dhjerba, Denia, Fez…, incluso los de un Benidorm de la infancia del que dudo mucho que alguien haya escrito alguna vez algo tan antropológicamente poético como lo hace Chirbes. Un escritor que te presta su mirada, e incluso su aliento, a lo largo de todos estos relatos en los que hasta alguien nacido lejos del Nostrum Mare acaba cediendo a una añoranza nunca antes conocida en él.
La delicadeza en el punto del arroz, la suavidad de los pescados, el agrado de una conversación punteada con el humor y la inteligencia picante tan propios de los ribereños, la levedad del sol de atardecer en el momento de los postres, el perfil de las montañas, los reflejos del agua y la luz agudizándose en el puerto mientras los marineros descargaban entre bromas las cajas de pescado, me llevaban a reordenar nuevamente mi sistema de pesas y medidas ajustándolo según un código nuevo que se acordaba con el espacio que me dio el originario, un código a partir del cual esta tierra volvía a adquirir el tamaño exacto de un paraíso, del mismo modo que lo tuvo mucho antes, en los que a la escasez se la llamó templanza o equilibrio; sólo que el fin de siglo decora los paraísos de otro modo: ahora ya no es un bien continuo el paraíso, sino que salpica los espacios entre los bloques de hormigón y se ajusta al trazado de las carreteras.
“El tamaño de las cosas”, Rafael Chirbes (Mediterráneos).
Todavía más, repasando entrevistas y subrayados de los libros de Chirbes (no se me ocurre mejor homenaje íntimo, personal, a un autor que admiras), me he encontrado con esta tan deliciosa como incisiva reflexión del escritor valenciano sobre gastronomía en respuesta a un medio español en el que nos recuerda que la gastronomía como concepto no tiene que ver con el recetario en exclusiva, sino más bien con la Cultura en mayúsculas, esto es, con lo que somos, hemos sido y seremos. No olvidemos que durante años, los 80 en especial, trabajó de crítico gastronómico e incluso llegó a ser director de la revista Sobremesa. Así pues, se podía decir que Chirbes engrosa la lista de gourmets escritores como Josep Pla, Álvaro Cunqueiro o Vázquez Montalbán, gente que hizo de la crítica gastronómica un ejercicio literario. En cualquier caso, y a falta de sobremesas al atardecer junto a una playa del Levante, por mi parte recomiendo la la lectura de Mediterráneos de Chirbes.
Tú ves las fotos de los años treinta, ves las caras rugosas, la manera de llevar una camisa, un pantalón. No tienen nada que ver. Pues porque somos alimentación, somos cultura, somos trabajo. Una de las cosas que me gustan de haber trabajado en una revista gastronómica [Sobremesa] es la historia de la cocina. Saber la historia del té, de los espías que entraban a analizar qué planta era esa. La independencia de Estados Unidos tiene en su origen la guerra del té, en que no querían pagar impuestos. Saber cómo los tópicos que hay detrás de expresiones como “me gusta la tortilla española”. Pero usted qué dice, si las patatas vienen de América. Me gusta el gazpacho andaluz. Pero desde cuándo ha habido pimiento y tomate aquí. La cocina mediterránea, esa Sicilia, con esos tomates. Que vienen de allá. La historia pone en cuestión la permanencia de las cosas, que algo sea eterno. La historia te lleva a lo de Walter Benjamin: que todo es encubrir el crimen originario. Toda fortuna procede de una injusticia originaria, cuando no de un crimen, que es lo más probable, y eso es la novela, además. Eso es la esencia de la novela. La novela que está fuera de la historia es lírica. No es novela. La novela es el cambio, la transformación. Que empiezas a leer acerca de un personaje y cuando terminas es otro, lo miras desde otro punto de vista. Transforma al lector, y transforma al escritor también. No te consuela.
Entrevista a Rafael Chirbes en ABC Cultura, 28 de mayo de 2013.

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