LO DE LOS ÚLTIMOS DÍAS


Ayer durante una conversación con mi hijo pequeño volví a acordarme del un mal nacido que tuve de profesor en el cole. El tipo era auténtica "txusma", un hijo de perra de cuidado que disfrutaba humillando a los alumnos hasta el punto de propinar verdaderas palizas a algunos de ellos delante del resto. Un mierda acomplejado que se ensañaba sobre todo con aquellos que juzgaba más débiles o diferentes -me acuerdo de cierto chaval de un pueblo de los alrededores de mi ciudad al que se le notaba en el hablar, y sobre todo en las mañas que era muy, pero que muy, de pueblo, de modo que cada vez que el "txusma" le mandaba hablar en clase siempre acababa burlándose de él; hoy el chaval ocupa un cargo destacado en la administración, aunque me temo que no precisamente por ser el más espabilado, sino porque en mi ciudad los del PP tienen cierta tendencia a recoger a los más tontos que les vienen rebotados del PNV y en ese plan-. El caso es que en una ocasión el mal nacido en cuestión estaba humillando a un compañero -me gustaría poder afirmar que fue cuando le tocó a mí amigo Jtx a raíz de que no se acordaba que los champiñones eran el ejemplo que le estaba pidiendo de vegetales sin clorofila; pero, no, como que no hubo pocas ocasiones ni nada de asistir a humillaciones en público de compañeros-, y, en unas de esas en que las risas de los idiotas que forman mayoría en todos los grupos humanos cesaron para dar paso al pasmo generalizado ante la crueldad inaudita ante lo que estábamos asistiendo, a mí se me escapó un "hijo de la gran puta". El exabrupto atrajo de inmediato la atención de aquel "txusma" sobre mí; pero, no porque estuviera seguro de que hubiera sido yo quien lo había proferido, sino porque lo sospechaba dado que yo me solía encontrar entre los que jamás se reían de sus sesiones de sadismo y de ahí una inquina más que en evidente en su pujo de querer pillarme a toda costa en un renuncio. Así que un día, aprovechando lo que creo recordar que fue un ejercicio de mates que tan mal se me daban, el hijo de su mala madre creyó haber encontrado el momento propicio para vengarse de mí, de modo que se puso a ello con la habitual delectación que se podía distinguir perfectamente en sus podridos ojos. Supongo que estaba convencido de que me iba a humillar como solía ser lo habitual con otros. Supongo también que lo logró en parte, siquiera a ojos del resto de mis compañeros; pero, también recuerdo como si fuera este preciso instante que debió arredrarse en cuanto percibió el odio infinito que se agolpaba en mi cost... rostro. Un rictus de rabia que también me gustaría pensar que era el mismo que el de mi padre, incluso el de mi abuelo, gente por lo general afable y hasta dicharachera, pero que en cuanto tienen motivo de sobra para soliviantarse ante lo que consideran un ataque a su dignidad, siquiera ya solo una injusticia cualquiera, acumulan tanta rabia en sus gestos que acaban acoquinando a cualquiera -también es verdad que a ello contribuye bastante la corpulencia de nuestra genética-. Y mejor, mejor, porque por algo dice mi señora que mi mala hostia, volcánica y así, es herencia directa de mi viejo. En resumen, que no tengo la menor duda de que si aquel mal nacido hubiera pulsado la tecla más allá de lo que yo estaba dispuesto a soportar seguramente yo habría acabado siendo expulsado del cole para siempre, lo cual, por otro lado y bien pensado, hubiera sido de lo mejor que me habría pasado en la vida; qué asco le tengo todavía y para los restos a aquel colegio de tarados y meapilas. El caso es que aquel monstruo, el cual espero que haya pasado a la peor de las vidas de ultratumba gracias al cáncer que lo fulminó (como de joven leí a Nietzsche hace ya mucho tiempo que no tengo en la cabeza esas mierdas cristianas que le obligan a uno a poner la otra mejilla y todavía menos la obligación moral de perdonar a los hijos de puta para que así puedan seguir ejerciendo de hijos de puta toda su vida), no volvió a molestarme nunca más. He ahí la fuente de la que saqué ayer la lección para el pequeño acerca de la cobardía innata de los canallas: si no les plantas cara, si no les demuestras que no estás dispuesto a dejarte someter, si no perciben el peligro en tus ojos, ellos nunca te dejarán en paz.





Sirva la ilustración que acompañan estas líneas para manifestar mi opinión acerca de la institución que justifica todo este tinglado de la II Restauración Borbónica, tan corrupta y reaccionaria como la primera, la misma a cuyo servicio trabaja, no solo la fiscalía del Estado encargada de dar carpetazo a la investigación de los chanchullos del rey emérito para que no se pueda cuestionar bajo ningún concepto la institución real (como que de hacerlo tendría que empezar a investigarse a ella misma), sino todo, absolutamente todo, desde la presidencia del gobierno sin importar quien la ocupe hasta el último plumilla de los medios llamados serios, y también mi desprecio absoluto hacia todos los monárquicos que la defienden con argumentos de un calado intelectual como el de: "¿Es que prefieres que represente a España un presidente de la República elegido democráticamente por todos en función de sus méritos políticos, intelectuales o humanos, alguien cuyo mandato esté sujeto a un plazo y al que se le pueda pedir que rienda cuentas de acuerdo con el imperio de la ley? ¿Acaso te gustaría que la máxima institución del Estado cayera en manos de individuos tan cuestionados como Aznar o Zapatero tal y como parece ser la norma en las repúblicas de nuestro entorno como Alemania, Italia, Portugal y otras y en las que el presidente es solo una figura representativa que se elige entre los individuos más polémicos y discutidos que uno puede imaginar y que luego se dedican a joder al país todo lo que pueden? Pues eso. ¡Vivan las cadenas?"




Otra noche horrible de esas entre que no conseguía dormirme por culpa de mis paranoias y de que cuando por fin lo he conseguido, hacia las cuatro y pico de la mañana, he tenido la pesadilla de rigor. Pesadilla además harto previsible, pues resulta que nos vamos de puente con los amigos de toda la vida a una casa rural en Cantabria tal y como suele ser nuestra costumbre varias veces al año. Así que no podía faltar la pesadilla al uso de un grupo de amigos encerrados en un caserón del que no pueden salir mientras un psicópata con un cuchillo jamonero se los va cargando de uno a uno. Vamos, puro Scary Movie en versión patatera porque, con la excepción de mi asturiana, el resto "semos" todos de donde hacen la ley, la capital artificial de un país singular, aunque ya no hay gente que resiste, resiste, ni nada de nada (aquí sentido homenaje al grupo de ska-reggae más famoso de la Historia a este lado del Ebro, claro). Pero el caso, es que entre tanta imagen onírica de gente corriendo y pegando berridos por toda la casa, alguno que otros con las tripas colgando y así, escondiéndose en los rincones más insospechados de un caserón -el cual me recordaba en todo a aquella casa de indianos que alquilamos hace años en Beunza y que tanto desentonaba de la arquitectura tradicional del norte de Navarra; luego ya nos coscamos que perteneció a un cura que hizo las Argentinas y que, hacia el final de su vida, se volvió al pueblo para hacer los que hacen los indianos; restregar a sus paisanos lo bien que le había ido en la vida, en este caso se supone que porque estiró mucho el sueldo de obispo o de lo que fuera, siquiera por sus actividades al margen de la salvación de almas y así; fíate tú del clero-. En fin, divago, sí, es lo mejor que se me da. El caso que estaba en plena scary movie todo salpicado de sangre y vísceras de mis amigos y en esas que descubro que el sicópata asesino soy yo. Curioso, porque si bien es verdad que durante estos fines o puentes de intensa convivencia siempre acabamos discutiendo por lo que sea y casi siempre a cuchillo por la mierda esa de que donde hay confianza hay sangre, cosa habitual entre gente de caracteres e ideas tan diferentes, no deja se ser algo que llevamos haciendo desde que nos conocimos de críos y la verdad es nunca llega la sangre al río porque nos queremos mucho después de todo lo que hemos vivido y sobre todo bebido juntos. Pues, ese tipo de mierdas.
Así que lo primero que hago cuando despierto es preguntarme qué podía haber provocado mi furia asesina sobre mis amigos. Entonces recapitulo y consigo recordar una discusión al principio del sueño durante la cena, probablemente acerca de la caja de cosechero que ha llevado una de las parejas, se entiende que porque está picado, no tiene cuerpo o sale muy caro por cabeza, eso o la matraca de siempre a cuenta de que siempre nos quedamos cortos con la cerveza porque menos de doscientas latas para seis es arriesgarse a tener que ir a por más al día siguiente. Por la priva y puede que también por la discusión de rigor a cuenta de si la tortilla de patata que prepara un servidor está o no está lo suficientemente cuajada como les gusta a los señoritos. En cualquier caso, algo desencadena mi furia asesina y me pongo en plan txarriboda como loco.
Pues eso, menudas noches me esperan hasta el viernes dándole vueltas a la cabeza si habrá cervezas de sobra, si se podrá beber el vino, si la tortilla tal o cual, si las morcillas y el estómago, si patatín o patatán. Eso y la confirmación de que entre los años y las circunstancias particulares de la vida cada vez tiendo a perder antes los nervios. De modo que a ver si me pongo en serio a hacer yoga con la chorra, o con lo que sea, para tranquilizarme un poco y así empiezo a tomarme las cosas con más filosofía zen. Vamos, a ver si consigo salirme de mí mismo para convertirme en otro mejorado. No sé, supongo que todo dependerá del vino que me traigan, para qué engañarnos; yo con un buen trago tengo ya nirvana para todo el puente.



 ¡ARRIBA ESPAÑA!

Qué otra cosa podía ofrecer el cabestro de Pablito ayer en la plaza de toros de Valencia sino ideología. No tiene más porque es un reconocido iletrado que está donde está porque en su momento, y en vez de estudiar y formarse intelectualmente, se apuntó a Nuevas Generaciones para ir medrando, si bien que con sorprendente éxito, hasta donde está. Una ideología de patriotismo pancastellano y reminiscencias imperiales, nacionalcatolicismo puro y duro para entendernos, que es lo que les pone de verdad a la mayoría de los militantes de su partido por mucho que hayan tenido que tragar durante los años que sus dirigentes predicaban centralidad y prudencia para no espantar a los votantes moderados. Empero, ahora toca recuperar a los que se fueron a Vox porque no soportaban más el corsé de la susodicha centralidad, ellos, siempre habían estado en el monte y desde allí observaban todo con evidente disgusto. Así que la ocasión la pintaban calva para que un simplón como Casado se desinhibiera cómo nunca antes. España imperial, mojigata y pancastellana, España ultraliberal y recentralizada, España martillo de herejes, es decir, de todos los que no piensan como ellos, España unidad de destino en la anormalidad histórica. Una España en la que se demoniza el diálogo con el diferente, una España que concibe a los nacionalismos periféricos como enemigos a eliminar, una España que se regodea en lo peor de su Historia porque considera que todo ejercicio intelectual para entender y explicar el pasado desde presupuestos distintos a los de la propaganda nacionalcatólica es siempre traición o cobardía, una España al servicio de las élites económicas de siempre con la complicidad de millones de imbéciles de clase media y trabajadora que les votarán para que destruyan lo público con el único propósito de favorecer a sus amos como llevan haciendo en Madrid desde hace ya décadas, una España que no solo aterroriza, sino que incluso puede volver a "etarrizar" a la sociedad de la que procedo convirtiendo el desapego de la inmensa mayoría de mis paisanos, ya no solo a su idea de España, sino hacia cualquier idea posible de España, otro tanto para esa Cataluña a la que no quieren recuperar sino solo someter, castigar.
Horrible, sencillamente horrible. No solo no acabamos de tener la derecha democrática y civilizada que necesitamos para homologarnos de verdad a nuestro entorno europeo occidental, es que el PP de Pablito se ha puesto del lado de lo peor de Europa, de los gobiernos más reaccionarios como el húngaro, polaco, eslovaco y no digamos ya del discurso de no pocos neonazis camuflados.




Anoche me acosté ilusionado por la excursión del día siguiente. Tanto que al rato ya estábamos los cuatro transitando por caminos, sendas y veredas como suele ser la costumbre por estas tierras astures donde lo que sobran, aparte de funcionarios y parados, son maravillosas rutas campestres. Pero, el caso es que llevábamos ya un buen rato caminando cuesta arriba a través de un bosque especialmente frondoso y denso en el que enseguida pude distinguir lianas y una variedad de plantas y flores demasiado grande para lo que suele lo habitual en la vertiente cantábrica. Pero, por si todavía me quedaba alguna duda, no tardamos en ver monos saltando entre los árboles o a escuchar el graznido de pájaros que enseguida pudimos identificar como loros y tucanes. Ya no había duda; la había vuelto a liar con el puto plano. No sé cómo lo había hecho, pero habíamos ido a parar a una selva tropical, con lo maniática que es mi señora para los bichos, que ya me estaba temiendo lo peor en cuando apareciera la primera hormiga bala, tarántula Golliat, rana dardo, anaconda verde o por el estilo.
Así que una vez más buscando la salida como aquella vez en Bertiz, donde, entre pitos y flautas, acabamos en el quinto del pino pidiendo auxilio en una borda. Pero bueno, por suerte los críos ya están mayorcitos y podían aguantar un par de días atravesando la selva abriendo camino con sus espadas, lanzas y adargas. ¿"Lo" qué? Pues eso, espadas, lanzas, adargas y hasta el arcabuz que tenía mi mano entre las manos. Pues no miro a mi familia, a mí mismo, y resulta que vamos ataviados de soldados españoles del siglo XV. Entonces sí que me asusto, sí, porque eso ya, para qué engañarnos, no me parecía normal, así que le dijo a mi mujer.
- No me hagas mucho caso, pero me parece que vamos de conquistadores españoles.
- Claro, de qué coño íbamos a ver si no. ¿No veníamos a conquistar América?
- ¿Cómo? Yo lo más lejos que tenía pensado ir es por los alrededores de Gijón.
- Pues es lo que toca. Así que tú veras que hacemos.
- Pues no sé. Vamos a ver si conseguimos salir de la selva, encontramos una civilización precolombina, un imperio a ser posible, engañamos a los indios haciéndoles creer que somos dioses y, en cuanto se descuide su emperador, lo secuestramos para obligar a los nativos que nos traigan todo el oro posible.
- Recuerda que hay que separar el quinto real.
- Tú siempre tan escrupulosa con esas mierdas. Cómo se nota que tu viejo trabajó en la administración.
- Mira, mejor nos aliamos con los enemigos del emperador ese emplumado, nos lo cargamos a él y a todos sus subalternos, arrasamos sus templos y sus ciudades para levantar los nuestros, esclavizamos a los indios para que nos saquen todo el otro y lo que sea que haga falta para llevárnoslo a España, y cuando se acaben los indios, o ponte que a los curas les da por defenderlos porque los quieren para su negocio, traemos negros de África que son mucho más fuertes y resistentes, montamos un apartheid para que sean los nuestros los que manden siempre y que ningún moreno o cobrizo se nos suba a las barbas. Y, oye, ya luego que se vayan colonizando solitos.
- Creo distinguir entre los árboles una pirámide.
- Será una ciudad maya.
- Mira, qué casualidad, por ahí viene un comité de bienvenida.
- Oye, ese que parece el jefe, el de la corona de plumas; ¿no se parece demasiado a Aznar?
- Hostia, pues ahora que lo dices; es idéntico. ¡Qué asco!. Y el que va a su lado al MAR ese que fue amigo suyo en el cole y que luego lo tuvo de ministro o no sé yo qué.
- Ah, ya caigo, tú dices el borracho.
- ¿Y esa india que va con ellos?
- ¿La morena que va enseñando las... al aire?
- Sí esa. ¿Me dirás que no es la Isabel Ayuso?
- ¡Qué tonterías dices! Será la Malinche famosa, que nos viene de lengua.
- ¿El qué, para metérnosla dónde?
- Quiero decir de traductora, que como no te has leído la "Historia verdadera de la conquista de Nueva España" de Bernal Díaz de Castillo no tienes ni idea de los términos al uso.
- Lo que tú digas, pedante de los cojones; pero, para mí que esa es la Ayuso.
- ¡Dios! Pues va a ser que sí. No me preguntes por qué; pero, me están entrando unas ganas terribles de exterminar a toda esta gente. A ver niños, preparad los arcabuces y abrimos fuego al grito de ¡LIBERTAD!
Y ya luego lo de siempre, sobresalto en la cama, despertar entre sudores, mirar el reloj para levantarse, preparar el desayuno, sentarme a leer las noticias del día y, joder, no sé a santo de qué, pero que no me puedo quitar de la cabeza la canción de Nino Bravo que habla de América. Menos mal que habrá que posponer la excursión porque ahí fuera no para de llover.

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