lunes, 8 de noviembre de 2021

LO DE LOS ÚLTIMOS DÍAS


Aquí en el ocaso de mi existencia
¡Pero si todavía eres joven!
No después de haber quemado todas mis naves
¡Pero cómo eres!
Un fraude
¡Anda este! Pues como yo, como este, como todos
No sabes de la misa la media
Ni falta que me hace
Ojalá lo hubiera hecho todo al revés
Peor ser drogata en Kabul
O puta en Bangladesh
Honrado en el PP
No se puede ser tan como tú
Un mal domingo lo tiene cualquiera
Empieza por no beber tanta sidra





Esta noche he pasado un frío terrible. La garganta reseca, flemas, dolor de cabeza. Y encima cada vez que me despertaba tiritando veía que mi señora esposa estaba con mi parte del edredón en plan rollito de primavera. Así que, por no tirar del edredón con todas mis fuerzas y mandarla a ella a tomar por saco fuera de la cama, me he levantado a ver un poco la tele a ver si así conseguía reconciliar el sueño. Estaba viendo la serie sobre Catalina que interpreta mi admirada Hellen Mirren, la escena en la que está reunida con sus ministros para tratar las reacciones de los embajadores occidentales ante la conquista de Crimea por parte del general Potemkin, en esencia el churri de la señora.
- Majestad, el embajador británico y el alemán protestan porque…
¿Cómo que el embajador alemán? Es la cuarta o quinta vez que escucho algo así y el licenciado en Historia que hay en mí no puede aguantarse más.
- ¿El embajador alemán? Estamos en pleno siglo XVIII, Alemania no existe como unidad política, no es un estado sino un conjunto de estados bajo la forma de imperios, reinos, principados, electorados, ducados o ciudades independientes. Ese embajador alemán podría ser el representante de cualquiera de ellos.
- Ya, pero se sobreentiende que se refiere al más importante de ellos, a una verdadera potencia militar capaz de hacer frente a nuestra amada Rusia –me explica el ministro de exteriores ruso.
- ¿Prusia? ¿Por qué no lo dicen?
- Hombre, porque es probable que la mayoría de los espectadores desconozcan lo que era Prusia.
- No, si en eso estoy de acuerdo, con lo de la LOGSE estoy seguro de que la mayoría creería que es una marca de automóviles, una enfermedad venérea o cualquier otra cosa por el estilo. Pero, ¿qué les cuesta mirarlo en google cuando hoy el día todo el mundo tiene todo el rato el Smartphone a mano.
- Por favor, ¿puede bajar el tono? La emperatriz empieza a mosquearse –me increpa el ministro de interior ruso.
- Que se mosquee. ¿Acaso ella no es alemana? Pues sería la primera que tendría que saberlo.
- ¿Pero cómo se atreve? Ni siquiera Voltaire se atrevió a tanto.
- ¿Voltaire? ¿El que le escribía a la emperatriz cosas como: "Señora, después de haberme maravillado y encantado de vuestras victorias durante cuatro años seguidos, me maravillo más aún de vuestras fiestas. Me cuesta trabajo comprender como ha logrado vuestra Majestad Imperial que el Mar Negro llegue a una llanura cerca de Moscú. Veo en ese mar barcos, ciudades en sus orillas, cucañas para un pueblo inmenso, y todos los milagros de la ópera reunidos." Menudo pelota de mierda y puto rastrero estaba hecho el gabacho.
- Me sé de uno que va a acabar en Siberia.
- Ya ves tú, soy de Vitoria así que allí estaría como en casa. Eso y que creo haber pasado ya una larga temporada en un sueño que tuve hace tiempo con Stalin. No sé, no me acuerdo muy bien.
- Bueno, basta ya. ¡Guardias, prendan a ese insolente!
A continuación lo típico en estas pesadillas. Salto por una de las ventanas del Palacio de Invierno a la plaza que un par de siglos más tarde los bolcheviques convertirían en el símbolo de su revolución, y ya desde allí corro como alma que lleva el Diablo en dirección al regazo de la madre Rusia. Estepa, mucha estepa a ritmo de El Baile de los Caballeros de Prokofiev. Creo que paso sin darme cuenta por delante de Kazán antes de llegar a las orillas del Don. Allí me hago amigo de unos cosacos y ya luego un par de años más tarde encabezo la enésima sublevación cosaca contra la tiranía de los Romanov.
Y todo esto con un frio que pela.







Hoy lo primero que hago nada más ponerme delante del ordenata es intentar trascribir el sueño de esta noche porque puede que después de contarlo alguno de vosotros se decida a interpretarlo. Aquí, voy a ser sincero, poco invento, prácticamente nada, si eso estructurar el relato y poco más.
Resulta que estaba con mi señora y los amigos con los que solemos hacer escapadas rurales de fin de semana de vez en cuando. Estábamos visitando lo que creo que algo así como un museo de la mina. Había un armatoste gigante que decían que era por donde iban las cintas que transportaban el carbón, algo que a mí se me antojaba una especie de montaña rusa a la que nos animaban a subir para ver todo desde arriba. Yo me negaba en rotundo por culpa del vértigo, siento que con la edad cada vez tengo más y que me es más difícil controlarlo. Entonces la guía me conminaba a esperar a que mis amigos acabaran la visita en una salita dentro de las oficinas del museo. Allí había varias mesas juntas alrededor de las cuales se encontraban varias personas. A mí lado una chica que decía ser concejala de Izquierda Unida en no sé qué pueblo de la Cuenca, al otro un prenda todo lleno de tatuajes, piercings y cadenas. Enfrente, y para mi sorpresa, Ivan Espinosa de los Monteros con la cabeza metida entre papeles.
-¿Qué tienes tan importante entre manos que pasas de todos nosotros? -le pregunta la concejala de IU.
- Estoy preparando mi próximo discurso en el Congreso.
- ¡Ah sí! ¡Déjame que le eche un vistazo! -le pide la concejala sin esperar respuesta porque al momento se levanta y le quita de las manos los apuntes con los que Espinosa estaba preparando su discurso.
- ¡Mira! - me pide la concejala que mire los papeles de Espinosa y entonces yo descubro que están llenos de dibujitos, mapas y gráficos hechos a mano- ¿Qué te parecen?
- Pues la verdad es que me sorprenden mucho, me recuerdan a los apuntes del cole de un niño. Además, me parece una idea genial lo de llenar el discurso de dibujitos, mapas y gráficos para luego improvisar mejor. Oye, lo cortes no quita lo valiente; que seas un facha de mierda no quiere decir que no puedas tener la sensibilidad de un niño: un niño repolludo y malo, claro - afirmo devolviéndole los apuntes al sr. Espinosa de los Monteros.
- Muchas gracias. ¿Puedo seguir con lo mío?
Me tomo un par de minutos antes de responder a su pregunta.
- Solo si me contestas a una pregunta: ¿En tu casa de pequeño cuando veíais películas de la II Guerra Mundial siempre estaríais a favor de los nazis, no es así?
Noto que Iván me fulmina con la mirada; pero, como no responde a mi pregunta, yo insisto con otra.
- Dime una cosa, ya sé que probablemente es una pregunta bastante sexista, de mal gusto y así; pero bueno, como es del tipo que haces tú en el Congreso, seguro que no te importa. ¿Cuándo estás en la cama con Rocío soléis imaginaros que cada cual se está follando a otro, quiero decir, por ejemplo, tú a Irene Montero o a Yolanda Díaz, y ella a Pablo Iglesias o... a Echenique?
El señorito Iván vuelve a fulminarme con la mirada. Supongo que la cosa no va ir a más, que él volverá a meter la cabeza entre sus papeles y yo a aburrirme mientras espero a que mis amigos bajen de una vez de la montaña rusa o lo que sea aquello que hay fuera.
- Nosotros no follamos, eso lo hacéis la chusma. Nosotros hacemos el amor.
- Ya, e imagino que además lo haréis por España.
- Sí, todo por amor a España.



Son la una y pico de la mañana y oigo que llaman a la puerta de casa. Retiro la mirilla para ver quién está al otro lado y solo hay oscuridad. "¿Quién está ahí?" pregunto. Entonces una voz me responde: "¿Truco o trato?" ¿Cómo que truco o trato? Da la luz para que pueda verte. Se enciende la luz de rellano de la escalera y puedo ver el rostro arrugado de una anciana vestida toda de negro y cubierta con un sombrero de ala ancha y una copa puntiaguda. Me llevo un susto morrocotudo. Hay que joderse, me digo, debe ser la vieja del sexto que hace ya tiempo que ha perdido la chaveta y seguro que con esto del Halloween le ha dado por hacer la gracia... a estas horas de la noche. Así que cierro la mirilla después de pedirle por favor que vuelva a su casa antes que... no sé, ¿llamar a la policía, a los loqueros, a los de asistencia social a la la una y pico de la madrugada?
Me vuelvo al salón donde está viendo una película mientras mi mujer hacia ya un rato que roncaba en el sofá. Cambio de cadena porque la película me parecía un tostón y de repente me encuentro con el rostro de la misma vieja arrugada de negro y sombrero de copa puntiaguda: "¿Truco o trato?" Joder, pego un brinco de la hostia en mi lado del sofá. Mi mujer, faltaría más, ni se inmuta. De hecho, sé que una vez dormidos, ni ella ni los críos se despertarían aunque cayese de repente un satélite ruso en mitad del pasillo.
De modo que decido salir a la terraza a tomar el aire. Estoy en pijama y corre un frío que pela; pero bueno, no deja de ser un frío de la cornisa cantábrica, vamos, lo que para uno de Siberia-Gasteiz es poco más que algo de fresco. Me asomo por la barandilla a ver qué se cuece en nuestra calle en plena noche de Halloween. Solo veo a una vieja vestida de negro y, sí, sí, con un sombrero de copa puntiaguda, la cual enseguida levanta la cabeza y me grita: "¿Truco o trato?"
Casi me caigo de espaldas del susto. Esto tiene que ser uno de mis sueños, una pesadilla en toda regla. Así que solo se me ocurre meterme en casa, despertar a mi mujer y guiarla medio sonámbula hasta nuestro dormitorio. Ya en la cama, y aunque solo sea ya por pura inercia de la costumbre, abro uno de los libros de mi mesilla de noche y me encuentro la foto de la vieja de negro y el sombrero de bruja: "¿TRUCO O TRATO?"
- ¿Estás bien? Otra vez me has despertado con uno de tus gritos.
- He soñado que me acosaba una bruja preguntándome todo el rato si quería truco o trato.
- Vaya, eso es que a la mañana te quedaste con la copla que te contó mi hermana de que en Galicia al Halloween, además de Samhain, también le llaman A noite das bruxas.
- Será, será.
- Sí, claro que será. Pero, vas a tener que ir a un especialista para que trate lo de tus pesadillas. No es normal que una noche sí y otra también... Perdona, me está sonando mi móvil.
- ¿Quién te llama a estas horas?
- ¿Quién va a ser? La pesada de mi madre. A ver qué quiere ahora.
- Ya te lo digo yo:"¿Truco o trato?"





- ¡La hostia, Mariano, somos la hostia!
- Ya te digo, Alberto, somos el primer partido condenado por organización criminal que ha estado en un gobierno, responsables de más del 60% de los casos de corrupción en España, y encima hemos elegido a más de la mitad de los jueces del Tribunal Supremo y del Constitucional. Ni la Mafia en Italia, oyes.
- Eso y que encima al único al que echan de la política es al rastas de Podemos.
- Pues para eso, para eso también los elegimos. Por cierto, ¿quién es este chaval?
- Uno nuevo que hemos puesto para hacer tiempo hasta que me anime yo...





Al final todo esto acabará reducido a una gente que se niega y negará a aceptar lo obvio, que mataron, o aplaudieron los asesinatos y a los asesinos, de aquellos que no pensaban como ellos porque les estorbaban para su proyecto político. Entretanto, a darle vueltas a cómo hacemos para no tener que enfrentarnos a esa obviedad, eso o evitar que otros, sobre todo los que vienen por detrás, empiecen a pedirnos cuentas, qué contexto o qué relato apañamos para poder decirnos a nosotros mismos que todo ese horror tuvo algún sentido, siquiera para convencer a otros que todo es más complicado de lo que realmente fue




Anoche preguntaba con sorna a mi mujer si sabia ya qué película de nazis nos tocaba para este fin de semana, porque hace ya tiempo que siempre toca una, de nazis, o sobre la II Guerra Mundial y/o aledaños, casi siempre también antes o después de ver una comedia, no sé si para desengrasar o qué.
Y, como no podía ser de otra manera, esta noche he aparecido en una cervecería alemana. O al menos eso creía yo en un principio, porque luego ya me he percatado de que se trataba de una cervecería pequeña de los alrededores de Praga en la que estuve hace muchos años. Una cervecería de esas de mesas corridas donde te sientas con extraños y acabas entablando conversación con ellos a medida que vas trasegando jarras de cerveza una de otra. Por cierto, también recuerdo, o sobre todo, que aquella cerveza checa era de esas que hacen los de la casa, que era de un intenso marrón oscuro, schwarzbier que le decían los nativos.
Porque en aquella cervecería nadie hablaba checo sino alemán. Lo que para el caso, pues bueno, igual despacito y así algo sí que me podía coscar, porque llevo años estudiándolo, pero; bueno, lo justo para decirle a la camarera: "Ich liebe dich. Darf ich einen Kuss auf die Brüste geben?" Y eso con muchas jarras de schwarbier encima, claro.
De cualquier manera, menuda juerga se estaba corriendo la peña. No sé cómo ni cuándo o con quién había entrado yo allí, pero, por lo que se veía hacía ya tiempo que debían haber sacado las primeras rondas y que las jarras, de esas de metálicas o cerámica con su tapa y sus motivos folklóricos esculpidos por fuera, entrechocaban unas con otras en alegre camaradería. Qué voy a decir de los cánticos de rigor.
- Deutschland, Deutschland über alles
Über alles in der Welt!
...
Mira, eso sí que lo puedo traducir: "¡Alemania, Alemania sobre todo, por encima de todo en el mundo..." Ni más ni menos que las primeras estrofas del himno alemán todavía hoy en día. Pues nada, otra de patriotas achispados. "Qué peste de gente, de verdad, si es que parecen nazis aunque lo nieguen", se me ocurre comentar a una pareja que se sienta a mi vera, la cual enseguida identifico como turistas porque son, junto conmigo, los únicos en la cervecería que no llevan el traje tirolés al uso. Por eso y porque reparando en su semblante creo haber reconocido un fenotipo típico de la gente que suele vivir a tiro de piedra del Mediterráneo.
- Ci piace. Anche noi siamo molto fan di Mussolini...
Momento para recordar que esto de las mesas corridas para compartir con extraños no tiene por qué ser siempre precisamente una buena idea dado el elevado índice de probabilidades de que acabes sentado al lado de unos gilipollas.
- Ich hatt' einen Kameraden...
No me lo puedo creer, debo haber ido a parar a una fiesta de nostálgicos del III Reich ya que dudo mucho que queden todavía suficientes veteranos de la Wehrmacht para organizar un sarao de este tipo. Entonces, y no tanto para mi sorpresa como para mi espanto, lo veo a él.
- Yo tenía un camarada,
entre todos el mejor.
Siempre juntos caminábamos,
siempre juntos avanzábamos,
al redoble del tambor.
Sí, me froto los ojos pero no hay duda, es él, el puto G, quién si no. Me refiero a uno de los elementos de mi cuadrilla más peculiares y peligrosos con los que se podía, y me temo que todavía se puede, topar uno. Un auténtico fanático de todo lo relacionado con la II Guerra Mundial y miembro de EGI, las juventudes del PNV. ¿Que una cosa no tiene que ver con la otra? ¡JA! No niego que en las personas normales no sea así, claro que no; pero, en lo que atañe al elemento que nos ocupa... A ver si me explico. Hablo de un tipo que cuando se enmoscorraba, achispaba en exceso, le daba por berrear, y eso en perfecto castellano, pues para algo era la única lengua que dominaba, cánticos del tipo: "Gora Sabino Arana eta Goiri, muera la sangre hispana!" Eso y darle patadas a las piedras por españolas, derribar jardineras y todo lo que pillaba a mano, sí, un Panzer con dos patas en toda regla, o pegarse con los porteros de las discotecas y, en general, ese tipo de cosas tan de nuestra etílica juventud. Lo último que supe de G fue porque algún cabrón le debió dar mi número y lo primero que hizo él fue mandarme fotos suyas vestido de caqui y con un lanzagranadas entre las manos; bloqueo inmediato. Así que cuando en mi sueño oigo a un español, y esto por mucho que a él le joda, o acaso precisamente por eso, berrear la versión castellana para la Falange Española de Ich hatt' einen Kameraden, no me cabe duda; es él, el puto G.
- Él me quiso dar la mano,
mientras yo el fusil cargué.
Yo le quise dar la mía,
entre tanto me decía:
-!Por Es... Euskadien moriré!
No sé dónde meterme para que no me vea. Probablemente lo haga debajo de la mesa y ya luego a ver si puedo ir arrastrándome hasta la salida. Pero, vaya por Dios, qué puta pesadilla, pues en ese preciso momento aparece una camarera con tres jarras de cerveza a la que enseguida reconozco como la rubia voluptuosa, generosa de formas para los de la LOGSE, y de paciencia infinita que solía trabajar en un pub de la calle San Antonio de mi ciudad, un pub al que solíamos ir a parar ya a altas horas de la noche y al que se accedía bajando unas escaleras, las cuales suponían todo un desafío para nuestra dignidad dado el ya avanzado estado de descontrol etílico con el que solíamos aparecer por aquel antro. Por cierto, qué bien le queda el traje tirolés a la rubia, cómo resalta su... belleza germánica o lo que sea.
- ¡Hombre, Txema, cuánto tiempo y qué casualidad! ¿A que no adivinas quién...
- ¡Calla, loca de la vida, que te va a oír! ¿O quieres que...?
Pero claro, ya es demasiado tarde.
-¡TXEMA, HIJO DE PUTA! ¿TAMBIÉN HAS VENIDO AQUÍ A LEVANTARME A LA RUBIA?
Pero bueno, como ya podéis adivinar que ese era precisamente el climax de la pesadilla, me he despertado al instante. Claro que tampoco había motivos para preocuparse, pues no habría sido la primera vez que lo hubiera puesto en su sitio, esto es, por los suelos, de una buena hostia en todos los morros. El fascismo es lo que tiene, o se le para en seco y por las bravas o volvemos a perder los Sudetes a la primera de cambio y vuelta a empezar.





Nunca me gustó el Dali artista, siempre me pareció una marca comercial que parasitaba el talento del prójimo. Lo suyo nunca fue surrealismo sino un mero kitsch para vestir dictadores y vender reproducciones como churros. Por eso incluso me alegré de no entrar a su museo en Figueres con la excusa de la larga cola de turistas convencidos de que había que cumplir con la visita como el que hace el Camino de Santiago y luego va a besar al santo. ¿Prejuicios ideológicos? Todos los habidos y por haber, sobre todo cuando atañen más a la ética que a la política. Así que pienso lo mismo que leo a Chirbes en sus memorias sobre el Dali persona a cuenta de una anécdota que cita dos veces:
"Hace algún tiempo anoté en estos cuadernos una frase miserable de Dalí que no recordaba dónde había leído, o escuchado, y ahora descubro en estas memorias de Altolaguirre (en Obras Completas, I, pág. 59). La escribió en una nota de respuesta a unos exiliados que le habían pedido un artículo. "No quiero nada con los vencidos", les respondió el hijo de puta."
Diarios, A ratos perdidos 1 y 2, (pág. 199) - Rafael Chirbes




 

Siento verdadera vergüenza ajena hacia todo aquel se envuelve en una bandera. Me da igual si se trata de la rojigualda, la ikurriña o la del municipio de cada cual. Entiendo y comparto la alegría del dueño de la bodega riojana cuyo vino ha sido elegido el mejor del mundo en una de esas cosas de mercadotecnia que organiza el sector a escala planetaria. También entiendo el empuje que supone un galardón de este calibre para la promoción internacional, no solo de los vinos de la bodega premiada y de los de la denominación a la que pertenece, sino también de los del conjunto de España. Sin embargo, y siquiera ya solo por una cuestión de estética, ver al jefazo de la bodega premiada subir al estrado para recoger el galardón envuelto en una bandera y al grito de "orgulloso de ser español" me abochorna porque entiendo que si le han premiado no ha sido porque su vino sea o deje de ser español, sino por sus propios méritos, se supone que enológicos. Sin embargo, observo estupefacto que el susodicho convierte lo que es una cuestión de simples méritos enológicos en un hito patriótico y no puedo evitar recordar las famosas palabras de Schopenhauer:
"Todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo nada de que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, de vanagloriarse de la nación a que pertenece por casualidad."
Esto no tiene nada que ver con querer mucho o poco el lugar donde has nacido o te has criado, incluso aquel al que acabas de llegar, con defender o promover tu lengua o lenguas y sus culturas, con reconocer los sentimientos de pertenencia o simple afecto que sientes por el lugar donde has nacido o crecido, ni siquiera con reconocer como naciones aquellas que son negadas como tales como resultado de un mero determinismo histórico. Yo tengo bien claro de que de cosmopolita no tengo nada, que lo que soy, si soy algo, está en función de los límites de mi biografía en exclusiva, acaso también de mis posibilidades (aquí iba a estar yo si tuviera el dinero del dueño de este medio que se apellida montaña de azúcar...), y que eso, precisamente eso, ni me hace mejor ni peor, solo uno más y punto. No, ni mucho menos, mi rechazo visceral al patriotismo de bandera está intrínsecamente relacionado con mi convicción de que todo aquel que agita una bandera, siquiera ya solo metafóricamente, lo hace para darle con ella a otros en los morros, da igual si porque está convencido de que él es siempre más de donde es y además mejor que el resto de sus paisanos, o ya solo porque concibe su manera de estar en el mundo como una competición para con el resto de sus semejantes en función del lugar donde ha nacido poco más que por casualidad.
Ahora bien, si el patriotismo de bandera de la gente del común me provoca poco más que vergüenza ajena o pena por lo que apuntaba antes el bueno de Arthur, el patriotismo de las élites españolas, con su acreditada tendencia a patrimonializar lo que supuestamente es de todos, siquiera y a solo a intentar confundir sus intereses personales, de clase, con los de todos, cuando no a pretender que sean obligatorios para todos sus propios sentimientos identitarios, ya directamente me acojona.

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