domingo, 4 de junio de 2023

EL CASTILLO


 

    Vuelvo al castillo por segunda vez para unos trámites. No tengo ningún problema para atravesar el muro y el puesto de vigilancia. De hecho, uno de los guardias me da muy amablemente las indicaciones para llegar hasta la mazmorra donde me espera la persona con la que tengo que tratar el asunto que me ha traído a este castillo sobredimensionado y sobre todo laberíntico: "Sigues ese pasillo hasta el fondo, ahí verás el comienzo del túnel, lo atraviesas hasta llegar a una sala redonda donde debes girar a la izquierda para encontrar unas escaleras que te llevarán al sótano donde..."

Sigo las instrucciones al pie de la letra determinado a no perderme como la primera vez que pise el castillo, que tuve que recorrer varios piso y sólo pude encontrar mi destino gracias a la ayuda de varios de los funcionarios que trabajan en él. En esta ocasión encuentro a la primera las escaleras que me conducen al sótano. El problema es que una vez allí sólo veo puertas cerradas en las que apenas distingo un cartelito que no me aclara qué encontraré al otro lado. Así que lo intento con la primera a mano. Abro la puerta, y, hostia, hostia, sorpresa no, un susto morrocotudo. Pues no me encuentro a mi hijo pequeño cagando en un retrete escuchando música con los cascos puestos mientras echa una partida de ajedrez en el móvil.
- ¡Pero bueno, también aquí! ¿Cuántas veces te tengo que decir que no te encierres en el baño...
- ¿Me vas a dejar en paz? ¡Todo el día tocando los cojones!
No me lo puedo creer, me ha dado con las puertas en las narices como suele hacer en casa. Se le va a caer el pelo hasta de los huevos al enano; pero, antes tengo que encontrar el departamento donde realizar mi gestión, no vaya a ser que se pase la mañana buscándolo y luego cierren. De modo que lo intento con otra puerta.
- ¿Otra vez, es que no voy a poder cagar en paz?
- ¡En serio! ¿Qué te digo siempre? ¡Te van a salir almorranas!
Otro portazo en todas las narices y yo que vuelvo a intentarlo en la siguiente.
- ¡Que me dejes cagar en paz!
- Te voy a...
Así como tropecientas veces con su correspondiente portazo en las narices, que no sé cómo se puede multiplicar tanto el puto crío para aparecer en todas cagando con los cascos puestos y echando su partida de ajedrez. No aguanto más. Creo que he sido, hemos sido, demasiado benévolos con el pequeño y toca meterlo en vereda aunque sea a hostias. Como me lo vuelva encontrar detrás de una de las puertas del sótano del castillo cagando juro que le arranco los cascos de cuajo y puede que hasta le mete el móvil por el culo con su amado Elvis cantando en el Spotify. Decir que estoy harto se me queda corto; vamos, como que ya hasta me he olvidado para qué había vuelto yo hoy al castillo. La última puerta que abro.
- Me vas a dar ahora mismo los putos cascos y el...
- ¿Perdón, quería algo?
- ¡Uy! Perdona tú, creía que...-para mi sorpresa me encuentro a un funcionata detrás de su mesa-. Yo esto venia a dejar un...
- Pues ya lo siento, la encargada de esa sección ha tenido que coger la baja y la persona que la sustituye está de vacaciones.
- ¿En serio?
- Bueno, es que en este castillo es un cachondeo todo. Pues no le digo que viene incluso gente de la calle a utilizar los baños como el que anda por su casa; como casi hay más baños que oficinas...
- No ya, si... En fin, si eso vuelvo otro día.
- De acuerdo, pero antes déjeme que le haga una encuesta sobre la calidad del servicio en la administración pública vasca.
- Si no queda más remedio...
- Es ist ziemlich schnell...

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