Aprovecho toda la parafernalia del Día de los Muertos para llevar a mis cachorros hasta el cementerio de Santa Isabel de Vitoria con el propósito de ver tumbas de gente más o menos ilustre, monumentos más o menos acertados a la vanidad oligárquica, también llamados mausoleos, todo tipo de imaginería religiosa en piedra y enrejado más o menos artística, y así ya de paso contarles alguna que otra leyenda urbana. Nada más entrar al recinto me dirijo como una bala hacia el mausoleo del “sacarócrata” alavés Julián de Zulueta y Amondo, el hombre más rico de Cuba en su momento gracias al cultivo de la caña de azúcar y el tráfico de esclavos, negros, chinos, lo que le dejaran. Una vez allí aprovecho para contarles una leyenda urbana muy extendida por la ciudad, según la cual, quienes vean al ángel del mausoleo de los Zulueta mover su brazo y apuntarles, fallecerán en una semana.
lunes, 6 de noviembre de 2023
PESADILLA ENTRE LOS MUERTOS
- No nos jodas, Josemari –el benjamín de la casa suele referirse a mí tal que así para tocarme los cojones porque de ese modo se chotea de paso también de su abuela paterna imitando la monserga que se oye todo el rato en casa de mi madre nada llegar yo: “Josemari, cállate, Josemari no hagas eso, Josemari no molestes a los niños, Josemari no discutas con tu mujer… -. ¿Quieres que tengamos pesadillas? Encima se está haciendo ya tarde y pronto empezará a anochecer.
- De acuerdo, paso de leyendas urbanas. Vamos a ver las tumbas de la peña ilustre y así, seguro que os gusta, creo que hasta hacen visitas guiadas teatralizadas; pero, no os quejaréis, conmigo os sale gratis. Mirad, ahí está la tumba de Ignacio Hidalgo de Cisneros, un personaje extraordinario, hijo de una familia aristócrata de raigambre carlista que llegó a jefe de la Fuerza Área Republicana durante la Guerra Civil y acabó militando en el Partido Comunista, un verdadero personaje de una novela de aventuras.
- En esta placa dice que fue amigo del que escribió El Principito…
- Y de otros muchos famosos de la época como Juan Ramón Jiménez, García Lorca, la Pasionaria, Alberti, Indalecio Prieto, Negrín… Mirad, ahí hay un tipo disfrazado de aviador. Vamos a que nos cuente más sobre la vida de Cisneros.
- Al otro lado de esas tumbas también hay un tipo disfrazado de militar… ¿decimonónico?
- Ese es el General Álava, participó en infinidad de batallas durante la época napoleónica, entre ella las de Trafalgar, Waterloo y, por supuesto, la de Vitoria, evitando que las tropas inglesas saquearan la ciudad tras la derrota francesa.
- ¿Y ese otro de la boina roja?
- Uranga, un general carlista. Debe haber más por ahí de la misma ralea..
- ¿Y ese gafotas en uniforme caqui?
- Esteban Urkiaga, alías Luaxeta, un poeta euskaro que fue fusilado por los franquistas junto a la tapia de este cementerio.
- ¿Qué dices, Josemari?
- También creo reconocer allí a lo lejos a Alfredo Espinosa Orive, al que llamaban “El médico de los pobres”, fue consejero de sanidad por Unión Republicana en el primer gobierno autónomo vasco, y traicionado por el piloto que lo traían a él y a un oficial del ejército vasco de vuelta tras cargar el avión con material médico que habían comprado en Burdeos.
- ¿Traicionado?
- El piloto aterrizó en Zarauz cuando la villa ya había sido tomada por los nacionales, de resultas que lo trasladaron a Vitoria donde fue fusilado también junto a la tapia de este cementerio.
- ¿Y ese señor de boina mal encarado que vine hacia nosotros a toda hostia?
- Eseeee… ¡Ah, ya caigo! Ese es Juan Díaz de Garayo, alías el Sacamantecas, el violador y asesino en serie más famoso de su época.
- …
- ¿Por qué salís corriendo? ¡Os vais a perder!
Total, que tengo que salir también yo corriendo detrás de mis vástagos, convencido de que serán incapaces de encontrar la salida por ellos mismos. Como ya está anocheciendo me resulta difícil distinguirlos entre las hileras de tumbas que conforman las calles y avenidas en las que se divide el cementerio. En eso que oigo cantar: “Si a tu ventana llega una paloma trátala con cariño que es mi persona. Cuéntala tus amores…” Decido preguntar al tonadillero a ver si ha visto pasar a unos críos, y, justo cuando me acerco, advierto que se trata de Sebastian de Iradier y Salaberry, el compositor de La Paloma nacido en Lanciego, Álava. Bueno, él o el actor que lo representa; no sé, cada vez estoy más confuso.
- ¿Dos chavales como para jugar en el Baskonia?
- Exacto, esos dos.
- Me parece que son esos que trae cogidos del brazo mi pariente el Africanista.
- ¿Manuel de Iradier y Buffy, el explorador del río Muni en el Golfo de Guinea?
- El mismo que viste, calza y lleva salacot.
Al rato me disculpo ante el actor que viste y habla como si fuera el famoso aventurero vitoriano por el escándalo que han montado mis dos cabestros corriendo y gritando como locos por el cementerio.
- Que no se vuelva a repetir. No está bien despertar a los muertos de su sueño eterno; suerte que sólo salimos una vez al año.
Dejo atrás a los dos Iradier, al que llamaban en la Corte “el Dandi Vasco” por no llamarle el “Garibaldi de Opereta”, y al explorador que arrastró a su mujer y a su cuñada a vivir su sueño africano entre los mosquitos de la malaria y las tormentas ecuatoriales. En eso que sólo nos queda atravesar una calle entre tumbas, y ya prácticamente a oscuras, para llegar a la salida del cementerio, cuando nos sale al paso otro personaje vestido como de señorito de principios del siglo pasado.
- ¡Josemari!
- ¿Perdón, nos conocemos?
- Soy tu bisabuelo.
- ¿Cómo?
- ¿No te contó tu abuela, o tu madre, que yo estaba enterrado aquí?
- Sí claro, un montón de veces, eso y que te enterraron con la criada con la que te liaste abandonando a tu legítima.
- ¿La criada? Mira que son víboras estas mujeres. Sí, es verdad, dejé a tu bisabuela y la pobre tuvo que marcharse de Vitoria a Haro para vivir en casa de su hermana. Pero no era la criada sino…
- Sí, sí, entiendo y, la verdad, me trae sin cuidado. En todo caso, heteropatriarcado a tope, miedo eterno al qué dirán y demás mierdas provincianas de aquella época. Mira, encantado de conocerte; pero, se está haciendo tarde y los críos…
- ¿No me vas a presentar a mis tataranietos?
- Pueees –vacilo porque hace ya un rato que mi cerebro ha decidido aceptar, siquiera por mero cansancio, la posibilidad de que la persona con la que estoy departiendo en este mismo momento se trate de un verdadero fantasma, por lo que creo que me conviene seguirle el juego al fulano-. Niños, acercaros a darle un beso a vuestro tatarabuelo.
- …
- ¡Cómo que una mierda pinchada en un palo! ¡Volved aquí inmediatamente! ¡NO SEAÍS CABRONES Y NO ME DEJÉIS SOLO CON EL MUERTO!
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