lunes, 12 de noviembre de 2018

CUANDO GRITAN LOS MUERTOS - PACO GÓMEZ ESCRIBANO

Publicado en SOLO NOVELA NEGRA:  https://punica.es/cuando-gritan-los-muertos-resena/?fbclid=IwAR2xpyrxypCDQYqzSgOQmEirYdKTSIi0Oll0YAP7AUZgPUed2THIosqEiVU



“Nos íbamos a meter en un jari de la hostia. Pero, total, me daba igual. Era la memoria de mi hermano y eran mis colegas, ¿qué tipo de vida llevaba yo? Un puto gañán que se buscaba la vida trapicheando, borracho, drogadicto y mala gente, eso era yo. Viviendo con el puto Elena y el perro, también borracho, en un agujero, que cualquiera que nos viera habría creído que éramos julandrones. Y sin una puta esperanza. Así era muy chungo vivir. Por lo menos, a partir de ese momento tuve una ilusión: la de acabar con los asesinos de mi hermano. Y hacerlo con mis colegas, que eso me molaba más todavía.”

Reseña

La última novela de Paco Gómez EscribanoCuando gritan los muertos, tiene la factura de un delicioso western clásico con su personaje recién salido de la cárcel al reencuentro de su vida anterior y que en seguida es convencido por los suyos para llevar a cabo una venganza con un desenlace que, entre otras referencias, a mí me recuerda al Sin Perdón de Clint Eastwood. Sólo que este western español transcurre en el escenario geográfico y humano de las últimas novelas de PGE, esto es, el barrio madrileño de Canillejas de donde es natural el autor. De ese modo, este es un western de arrabal madrileño, si es que todavía se puede tildar de tal, con una palabra a mi juicio tan bonita como vernácula, a un barrio de la periferia de una gran capital sin que se te echen encima los comisarios de lo políticamente correcto. Un western cheli, aunque, y tal y como comentaba el propio PGE en una entrevista, el tipo cheli que conocíamos como tal, para los de fuera de la capital más por las películas al estilo de Eloy de la Iglesia que por otra cosa, prácticamente haya desaparecido o sea ya residual, esto es, sobre todo generacional. En todo caso,  ese el territorio literario sobre el que PGE levanta sus ficciones con extraordinario tino porque por algo lo conoce de primera mano. Y por eso también acierta sin caer en la parodia, o el turismo costumbrista tan al uso de otros autores que de vez en cuando les da por poner un personaje barriobajero en sus novelas e incluso ambientar una de ellas en un mundo que para ellos no puede ser muy diferente del de una tribu nómada mongola o una aldea esquimal, en el lenguaje en el que se expresan los personajes, el tono desenfadado, directo y crudo, mucho, del narrador protagonista, uno de la banda de amigos conjurados para llevar a cabo la venganza contra los maderos corruptos que se llevaron por delante la pierna de uno, la cordura de otro y la vida del hermano de uno de ellos. De ese modo, en la novela de PGE no sólo no desentona el habla popular de la juventud madrileña de los setenta y ochenta, tampoco lo hace el trazo de los personajes, más de carne y hueso de lo que se acostumbra a encontrar uno en la novela negra española. No son héroes al uso porque no hay nada ejemplar en ellos, ni siquiera tienen por qué cambiar simpáticos porque sabes que ellos nunca lo serían contigo, que son implacables cuando tienen que serlo y además se guían de acuerdo a un código de barrio que resulta tan ajeno como anacrónico. Pero por eso mismo también, porque sabes que te encuentras delante de personajes de carne y hueso y no sólo producto de los estereotipos del género, todo lo que les ocurre, lo que dicen o hacen, suena a auténtico, esto es: no te engañas si piensas que lo que lees podría estar les ocurriendo en ese mismo momento a otros individuos del mismo pelaje y en un escenario parecido. Esa es una de las mayores virtudes de la escritura de PGE, la verosimilitud que imprime a sus historias manejando a la perfección tanto el lenguaje como el conocimiento de la psicología de los personajes y del terreno. Empero, ese también podría ser su mayor hándicap, que todo lo que cuenta cayera de lleno en un simple y hasta aséptico relato costumbrista, sino fuera porque PGE no sólo se limita a presentar unos personaje cuya jerga y costumbres conoce a la perfección, sino que además, o sobre todo, se vale de ello para enganchar a lector, tanto con el ritmo frenético, desasosegante, impredecible, con el que saca adelante la trama, como para salpicar todo el relato de gotas de ironía, cuando no verdadera retranca, que hace que te acompañe una sonrisa desde la primera página hasta la otra. De hecho, y como consecuencia de desastre vital que parece rodear a sus personajes, de ese fatalismo frente a todo lo que les rodea, esa incapacidad para creer que pueden ser otra cosa de aquello a lo que se creen condenados a ser, la novela emana cierto nihilismo más o menos sincero pero que a la postre no deja de ser una con todo atractiva y mirada cínica y desencantada sobre la vida.
En resumen, novela negra española con mayúscula, yo diría que hasta canónica si recordamos que los entendidos distinguían lo negro de lo exclusivamente policial porque en el primero el retrato de personajes y escenarios prima sobre la trama criminal. Y ese Cuando gritan los muertos no puede ser más fiel a dicha definición, de hecho es un peldaño más para adentrarse en ese territorio negro que PGE está construyendo novela tras novela, esto desde que empezó con Yonqui, continuó con Lumpen y ha llegado a la que nos ocupa, alrededor de su Canillejas natal y que algunos han dado en llamar, porque hay que ponerle etiquetas a todo, ya sea para acotar terreno o acaso sólo para vender reeditar el éxito que tuvo el género cinematográfico homónimo y casi que exclusivamente patrio, como literatura quinqui.
Texto: © Txema Arinas, 2018.

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