miércoles, 7 de noviembre de 2018

TODOS MUERDEN



"Vamos a hacer una vaina.Yo tengo hambre y quiero un pollo. ¿Cómo hacemos?"
CARACAS MUERDE- Héctor Torres

Justo cuando estaba leyendo uno de los tan terribles como magníficos relatos del escritor venezolano Héctor Torres, llama a la puerta de casa el cartero para entregarme dos certificados del ayuntamiento donde se nos conmina a pagar la tasa correspondiente por haber tenido la osadía de cambiar dos ventanas y un velux. Al carajito (chaval) caraqueño al que la siempre tan servicial y honrada policía de su ciudad había detenido por no llevar consigo la célula (DNI) le ofrecen zanjar el asunto, esto es, la posibilidad de acabar la noche en una cárcel venezolana, que ríete tú de la turca del Expreso de Medianoche, a cambio de un pollo. El ayuntamiento de una ciudad mediana del norte de España apenas se limita a cobrarnos la correspondiente alcabala por atrevernos a disponer de nuestra propiedad privada a nuestro antojo; los señores feudales por lo menos lo hacían a cambio de un supuesto servicio como cruzar su puente o llevar el trigo a su molino. Ahora, pienso en el policía caraqueño con su mano sobre la cartuchera y la impunidad que le confiere su placa para hacer con ella y su pistola lo que le venga en gana, y no me queda otra que convenir que debe ser precisamente en eso en lo que reside la gran diferencia entre el primer mundo autocomplacido de serlo y el resto, que si nosotros nos negamos a pagar la arbitraria extracción por orden y mando de nuestras autoridades municipales como mucho nos espera la incoación de un expediente administrativo. Vamos, nada que ver con ser sodomizado reiteradamente por una banda de malandros tras la correspondiente somanta de palos de camino a la cárcel modelo de Caracas en el interior del coche patrulla de la policía metropolitana. ¡Dónde va a parar! Mejor que te sodomicen por vía administrativa. Como que casi te dan ganas de gritar. "Viva España, viva el Rey, viva el orden y la ley..."

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