LO DE LOS ÚLTIMOS DÍAS



Lo que hace al aldeano no es nacer o vivir en una aldea, sino concebir la vida como un aldeano. El aldeano observa y juzga a los demás como si también lo fueran, esto es, de acuerdo a su visión de la vida a ras de suelo y no mucho más allá, con criterios que tienen poco que ver con la razón y sí mucho, o todo, con atavismos transmitidos por el entorno, la mayoría de ellos enraizados con lo más primitivo y tribal del ser humano, y en los que no hay opción a la discusión. No la hay porque el que se rige por dichos criterios concibe toda discusión como un inaceptable cuestionamiento por parte de gente que quiere romper las leyes del juego para ponerse él por encima y hacerles de menos: "las cosas como son, vas a venir tú ahora a joder con..."
Para el aldeano todo está perfectamente establecido y todo aquel que osa salirse de la norma es reo de ir a parar al pilón a la menor del cambio. Así que nada puede irritar más al aldeano que le vengan con ideas cargadas de sentido común, con argumentos, datos o evidencias que desmonten los cuatro pilares sobre los que sostiene su muy acotada visión de la vida. Nada odia más el aldeano que la cultura que no tenga que ver con el mero entretenimiento y sí con ayudar y animar a la gente para que cuestione sus cuadro ideas fijas para andar por la vida. Nada provoca más el rechazo del aldeano que aquellos que se resisten a ser también aldeanos.
Y por eso también, cuando el aldeano descubre, por fin, que hay alguien dispuesto a proclamar a los cuatro vientos sus convicciones de piedra, a defender lo que hasta entonces casi sospechaba indefendible en la convicción de que todo el mundo estaba en contra, a utilizar sus propias palabras allá donde él jamás se habría atrevido a hacerlo por pura vergüenza; entonces el aldeano se siente acompañado, avalado, alentado incluso, y por eso saca la cachaba como la han sacado siempre los suyos para arremeter contra todo lo que no entienden porque es nuevo o pone en evidencia su aldeanismo.
El aldeano metafísico, insisto, no es aquel que nace o vive en una aldea, sino el que concibe el mundo como si lo fuera; "yo, mi casa, los míos y todo lo demás riau, riau..." Lo terrible es que estamos rodeados de aldeanos por todas partes.





Estoy acabando de corregir, o más bien de actualizar, eso que ahora llaman "artefacto narrativo" ambientado en parte en el antiguo enclave español de Sidi Ifni. Se trata de una historia para la que he utilizado, entre toda la documentación a la que he podido acceder, muchas de las descripciones, anécdotas, impresiones, que mi contó mi padre sobre sus dos años de servicio militar ahí abajo.
Ahora bien, mirando la foto en la que aparece con sus "compañeros de armas", esto es, con los quintos alaveses destinados en aquella absurda colonia más tarde devenida en una todavía más absurda provincia española de ultramar, que se decía, no puedo evitar recordar la anécdota que me contó sobre uno de sus compañeros de la foto, uno de Maeztu y padre de uno de mis compañeros del cole desde crío, el cual, contaba mi viejo, había conseguido introducir milagrosamente en la colonia media docena de botellas de vino camufladas en su petate o algo así. Al final, y por miedo a que se las confiscaran con el correspondiente arresto o lo que tocase, porque según mi viejo siempre tocaba algo y siempre chungo, tuvieron que bebérselas entre todos, no sé yo si de una tacada o varias.
Ya sé, ya, menuda chorrada. Pues sí, pero la comparaba con la cosa sesuda o casi que tengo entre manos, y no podía evitar pensar que lo que realmente me habría apetecido contar, con las correspondientes dosis de exageración que requiere el caso, es la historia del chaval de un pueblo de Álava, como de cualquier otro sitio, claro está, el cual, y por lo que fuera que tuviera entonces en la cabeza, consideró en su momento que tenía que llevarse media docena de botellas de cosechero escondidas entre sus cosas. A partir de ahí desbarre total, de cabeza al absurdo como principal materia narrativa, el despiporre entre el mar y el desierto con todo tipo de personajes directamente sacados de la España más carpetovetónica imaginable, los mandos más psicópatas y ladrones otro tanto, los nativos a verlas venir siempre, y, cómo no, porque la cosa se sitúa en aquella guerra de Ifni olvidada o desconocida para la inmensa mayoría, con los rebeldes pagados por Mohamed V a modo de figurantes o casi. Una pena, sí, porque, para ser sinceros, puesto a pensar en escribir algo, lo único que me apetece de veras es el despiporre narrativo o por el estilo.





- Año 2024, el PP de la candidata Ayuso se opone al uso de los fondos europeos para financiar proyectos en Cataluña, País Vasco, Valencia y Navarra porque, como bien declaró en su momento, es lo peor de España. Manifestación en Colón.
- Año 2030, el PP del candidato Feijoo se opone al indulto de los cabecillas castellano-leoneses, castellanos-manchegos y extremeños que el gobierno de Ayuso condenó por sedición hartos de aguantar sus desplantes y deslealtad cuando ella era presidenta de Madrid. Manifestación en Colón.
- Año 2036, el PP de Carlos Iturgaiz se opone a la ley de fomento que aumenta el % que el Estado dedica a Ciencia e Investigación y que equipara los sueldos de los investigadores científicos a los de los profesionales de la salud, con el pretexto de que lo que tiene que hacer España es dedicar más dinero a fomentar el turismo de borrachera mientras quede un solo trozo de costa donde levantar un hotel o una discoteca. Manifestación en Colón.
- Año 2043 el PP de Willy Bárcenas (antiguo cantante de Taburete), se opone a la ley que garantiza asistencia técnica gratuita para los millones de robots que ocupan los puestos de trabajo de los españoles que costean el mantenimiento de su propio bolsillo. Manifestación en Colón.
- Año 2079, el PP del ciborg que mantiene vivo el cerebro de Javier Maroto Aranzabal se opone a la ley que legaliza las uniones de hecho entre humanos y androides por motivos religiosos. Manifestación en Colón.
- Año 3012, el PP de la nieta de Ines Arrimadas se opone a la oficialidad del darija (árabe marroquí) en Andalucía a pesar de ser la lengua más hablada por la población. Manifestación en Colón.
- Año 2025, el PP del biznieto mulato de un tal Abascal se opone a la colonización de marte con el fin de intentar mitigar la superpoblación que sufre España y la falta de recursos para mantener a toda la población, con el argumento de que "si hay que echar a alguien que sea a los vascos y catalanes que tan a gustito están ahora en España... España para los españoles y muy españoles y la hostia de españoles" Manifestación "holográmica" en Colón.
- Año 4038, el PP del clon 4858476389 de José María Aznar se opone al acercamiento de los presos condenados por negarse a comer carne artificial o cultivada dispersados en cárceles interestelares a lo largo de la galaxia Hispania. Manifestación en el satélite Colón.
- Año...





- Soy un fanático de ese director porque...
- Nunca hay que ser fanático de nada. Cuantos menos fanáticos haya en el mundo mucho mejor.
- Rueda unas escenas de acción que flipas...
- Menos flipar porque luego vamos y nos quejamos de que los chavales toman drogas.
- Y la actriz que interpreta esa película está para comérsela...
- ¿Qué pasa, que las mujeres son ganado para carne o qué?
- Yo solo quería decir que es una actriz que me pone mucho...
- ¿Es que siempre que hablas de una mujer tienes que hacer referencia a tu sexualidad falocéntrica.
- Me parece a mí que vosotros no sois muy de entender el sentido figurado de las cosas-
- Solo pensamos que hay que hablar siempre con propiedad para no dar lugar a equívocos.
- Tenéis razón. A partir de ahora yo también voy a hacer lo mismo. Así que ya me estáis chupando...







HACER LLORAR A GARAMENDI
Confieso que empiezo a sentir verdadera lástima, si bien no tanto por el PP, al fin de cuentas todos sabemos que se trata de una organización criminal con fines exclusivamente lucrativos y todo lo demás que llaman hacer política una coartada como podría ser otra cualquiera, sino por la gente respetable de derechas, conservadora. Me refiero a esa porción de conciudadanos que existe y existirá siempre en toda sociedad porque su visión de la vida se rige por valores muy distintos a los de un servidor, pero que es absolutamente respetable porque la disparidad de opiniones, de maneras de entender la realidad es parte indisoluble de la condición humana. Hablo, claro está, insisto, de la gente de derechas o conservadora con la que se puede compartir unos principios mínimos de convivencia, no a los mamarrachos ultras al estilo de los de VOX con los que todo entendimiento es imposible porque ceder en algo con ellos es lo mismo que traicionar, no tanto tus propios principios, sino a tus propios semejantes.
Siento lástima, sí, porque si observas la evolución de la derecha española, encarnada hasta no hace mucho por el PP en exclusiva, te encuentras con una gente que ha ido históricamente siempre a la contra de los tiempos. Se opusieron al divorcio y luego casi se divorcian en masa, se opusieron al matrimonio homosexual y luego algunos de sus dirigentes, no solo se casaron con sus parejas gay, sino que incluso presumieron de haber estado siempre a favor, aunque en su momento nadie les oyera ni mú, se ha opuesto hace poco a la eutanasia y no tardaremos en ver cómo muchos de los que se rasgaron las vestiduras llamando asesinos a los otros la aprovecharán para alguno de sus allegados. Se oponen siempre y por principio a todo lo que el tiempo demuestra que un avance. De hecho, estoy convencido de que en su momento también se habrían opuesto a la invención de la rueda o el uso del fuego porque esa es la inercia por la que se rigen. Y el caso es que eso es precisamente lo que el resto de la ciudadanía espera de ellos, que si alguien plantea algo que pueda suponer una mejora para ciudad, algo que de verdad nos hace más libres y además felices, algo más allá de tomar cañas, salgan enseguida oponiéndose: "no, porque no, porque eso nunca ha sido así y además yo no quiero que sea ni será mientras yo viva."
Es tal su apego al inmovilismo que por eso son también los máximos adalides de conceptos tan rancios o anquilosados como la patria o la nación, últimos residuos de ese inconsciente tribal de las masas, un siglo XIX a sus espaldas todo el rato, en sus muñequeras rojigualdas y poco más. Cosas tan antiguas y primarias que no hay otra manera de defenderlas si no es a gritos y con mucho golpe de pecho, mucho teatro patriotero para soliviantar los ánimos igual de rancios y básicos de las masas para las que la modernidad siempre es algo tan intangible como inquietante; nadie les ha enseñado de qué va porque lo suyo es limitarse a ver lo que hacían sus mayores para tomar ejemplo y poder así ir tirando por la vida indiferentes a cualquier devenir histórico.
Por eso la derecha española que nutre el PP y Ciudadanos están siempre sobreactuados, aunque todavía no llegan al histrionismo fascista de VOX dado que lo de estos es como si los peores actores de una mala compañía hubieran decidido montar una todavía peor. Pero, ahí están con su performance diaria en los medios. Una tragicomedia en la que se les nota mucho, a veces demasiado, que ni siquiera ellos se creen el texto, todo lo más se limitan a interpretar el papel que han asumido como propio en la convicción de que eso es lo que espera su público de ellos y mejor no innovar, cambiar de repertorio, no vayan a caerles tomates o huevos por parte de su respetable, no se les vayan a ir en masa a esa especie de Teatro Lido con Esteso al frente que es VOX. Por eso también montaron la campaña contra el estatut catalán denunciando cosas que no denunciaron en otros como el andaluz, porque tocaba oponerse solo y únicamente porque eran catalanes y haber reinterpretado conceptos tan subjetivos y en el fondo elásticos como la nación o la nacionalidad hubiera requerido un ejercicio intelectual tan grande para los suyos que ellos, simplemente, no se veían capaces ni siquiera para intentarlo. Así que mejor tirar de la matraca de siempre antes que dar ejemplo de adaptación a los tiempos, sobre todo teniendo en cuenta que conceptos como diálogo, consenso, convivencia entre diferentes y demás mierdas por el estilo son siempre para un español y muy español que se precie, pues eso mismo, mierdas de rojos, maricones, feminazis y separatistas.
Y por eso también la han vuelto a montar ahora con los indultos, sobreactuando una vez más a sabiendas de que mienten cuando dicen que son ilegales, que por eso van a recurrir a los tribunales, todo va a quedar en agua de borrajas una vez más. Pero es lo que requiere su público, de liberales de barra de bar y cuñadismo con la muñequera famosa, lo que espera de ellos. Algo que les obliga, ya no solo a hacer el payaso de continuo, sino incluso a protagonizar hechos tan insólitos, patéticos, como verse obligados a arremeter contra el mismísimo presidente de la asociación de los grandes patrones, sí, no de los autónomos como el tendero de la esquina o el de la empresita familiar con dos empleados y poco más, sino de aquellos que todavía hoy les llenan los sobres a cambio de pequeños favores de nada, porque éste, cuya opinión no depende de público patriotero alguno sino de sus socios para los que la patria por lo general empieza y acaba en su cuenta corriente, dice lo que de verdad piensan estos de puertas para dentro, lo que piensa cualquier persona con dos dedos de frente para la que el día a día consiste básicamente en vivir y dejar vivir. Pues eso, vivir para ver y sobre todo beber: el PP ha hecho llorar a Garamendi, qué pena, oye






Qué gozada releer "Un día volveré" de Juan Marsé como si en realidad no lo hubiera hecho nunca, pues, al contrario de las mayoría que también llevo releídas desde su muerte, prácticamente no me acordaba de nada. Y he disfrutado como un enano, línea tras línea. Qué oficio, que amor por él en cada párrafo, qué lucha por dar forma al texto se intuye en cada uno de ellos, que inconformismo a la hora de la descripción de personajes o escenarios, qué diálogos de una naturalidad tan trabajada, qué atmósfera tan indisoluble del autor, qué preciosidad de frases largas, sí, comme il faut. Eso es para mí literatura, el autor y su territorio mítico, da igual si el que le es inmediato por comodidad y apego, o el que le venga en gana, de lo particular a lo universal, un mundo exclusivo donde cabe todo y a la vez solo cabe él. Ya sé que este tipo de literatura no está de moda, que la modernidad parece estar en contra de los escritores de raza como Marsé, que cuando hablan de explorar territorios literarias se refieren en exclusiva a contar lo de siempre pero desde la perspectiva de la chuminada que se le ocurra al tiralíneas de turno, que todo lo que huela a cercano, a recrear nuestro presente y en especial nuestro pasado, parece provocar sarpullidos porque lo se estila es un chupiguaypismo que espanta, a mí incluso arcadas. Pero yo no quiero otra cosa que literatura, lo demás es turismo de letras para escritores sin lecturas, pirotecnia editorial para epatar memos, mierda por un tubo. ¿Pollavieja? Todo lo que quieras y más.





No nos podemos engañar, la UEFA representa la moral del capitalismo sin rostro alguno en toda su crudeza, cualquier cosa que estorbe para el negocio se rechaza de lleno, da igual si se trata de una causa noble o justa, molesta y ya está. Eso lo entienden todos los equidistantes habidos y por haber. Sí, esos que ahora mismo habrán repetido tropecientas veces ya lo de que no hay que mezclar la política, la ideología, los principios, la moral, la decencia, con el fútbol.
Para entenderlo mejor, quiero decir, por si todavía hay algún zote en la sala que tenga alguna duda, la UEFA habría hecho exactamente lo mismo que ha hecho hoy, prohibiendo a Munich iluminar el estadio en el Alemania-Hungría contra una ley homófoba del gobierno ultra húngaro de Orbán, si a alguien se le hubiera ocurrido hacer algo parecido en el año 35 para protestar contra la aprobación de las Leyes de Nuremberg que establecían el carácter racista y antisemita de la Alemania Nazi. Entonces como ahora también hubieran sido legión los cómplices conscientes o no del nazismo que habrían asegurado que no hay que mezclar el fútbol con la política.
¿Que qué fácil y manido esto de recurrir a la comparación del presente con el pasado nazi? Claro que sí, y lo que jode porque sigue funcionando a la perfección para descubrir las vergüenzas de los equidistantes de nuestra época.





 Anoche estuve viendo La Casa Rusia, con Sean Connery y la chica con apellido de vacuna, Michelle Pfeiffer. No recordaba haberla visto y me encantó. Me gustó, no tanto por un guion hasta cierto punto previsible, sino sobre todo por ese regusto a película antigua con otro ritmo y ambiente mucho más envolvente que en la mayoría de las películas de hoy en día, diálogos de verdad, secundarios otro tanto, y, sobre todo, el lirismo de la fotografía con los protas a veces más en un segundo plano que en un primero. Pero, y aunque la Pfeiffer está perfecta en su papel de Katya Orlova, esto es, tan bella como fría y frágil, creo que volví a enamorarme de Sean Connery como me suele pasar cada vez que veo Robin y Maria con la piel de gallina. El tío llenaba la pantalla como pocos, y no tanto por su corpulencia, que también, sino sobre todo por su mirada y sonrisa según el momento, casi siempre entre pícara y a la vez de infinita melancolía. Qué pedazo de escena cuando se le declara a la rusa en la cocina de su pisito soviético mientras el viejo continua con su chapa sobre el asedio de Leningrado desde el salón, qué emoción en tan pocas y en apariencia tan poco románticas palabras. En fin, ya sé que para muchos de los cánones de hoy en día Sean Connery era el estereotipo del macho alfa que más detestan algunas, y conste que aquí hablo de sus personajes, no de él en la vida real con su machismo de mano larga y así; pero, también es verdad que hombres como él, insisto que me refiero a los de sus personajes en la pantalla, no a esa auto-parodia del macho alfa en la que degeneró durante sus últimas años por culpa de la demencia, de una masculinidad no tóxica sino esencialmente fuerte, esto es, de una corpulencia testosterónica sin complejos, carácter fuerte e impredecible, y todo ello tamizado por una sensibilidad contenida pero profunda y sobre todo proclive al sarcasmo, ya solo quedamos cuatro...



La educación, acaso más bien la prudencia, nos impone condescender con ciertas actitudes del prójimo hacia nosotros, entre otras cosas porque, a poca cabeza que tengamos, sabemos que las consecuencias posteriores de nuestros actos serán siempre peores que la satisfacción inmediata que podamos obtener de ellos. Esa es la razón por la que personas esencial e instintivamente violentas como un servidor procuran representar un papel en conflicto con su naturaleza, la de tipos civilizados que asumen que la violencia nunca es la solución a los problemas. Y no niego la mayor, claro que no; pero, a poco que seas de esos a los que nos hierbe la sangre en cuanto alguien nos toca los huevos por lo que sea, hay que ver qué ejercicio ya casi instintivo de autocontrol y apariencia hacemos de continuo. ¿Tiene o no tiene mérito? Porque, qué placer más grande sería poder soltarle un par de hostias al gilipollas de turno. Dos hostias bien dadas que no le causen mayor daño que la estupefacción del momento y cierto sentimiento de vergüenza. Nada irreparable o desproporcionado, dos hostias y poco más. Yo no hay día que no sueñe con calzárselas a más de uno nada más levantarme de la cama, no te digo ya si tengo que acudir algún centro oficial con funcionario en plaza...; pero, me aguanto, hago acto de contrición continuo, me las guardo para mis adentros, asumo el papel que la sociedad espera de mí porque quiero seguir siendo un ser civilizado, un ciudadano del montón, sin penales, domesticado, manso. Menos más que todavía nos queda el rock&roll.




 Sé que estoy en mi tierra cuando, tomando una caña en una terraza para paliar los efectos secundarios de la vacuna, oigo en la mesa de al lado cosas como:

- ¿Pero tú de qué hostias vas? Si te vas a dirigir a mí ya te estás quitando la puta mascarilla de la boca que hace semanas que estoy vacunado.
- A ti sí que habría que ponerte un bozal.
- Otro día, maja.



                                 

OTRA DE PORNOGRAFÍA O CASI
Nos levantamos antes de lo habitual un domingo por la mañana. Desayuno en pareja viendo Españoles por el mundo porque es lo que echan en ese momento en la caja tonta y, sobre todo, porque nos ha entrado una galbana terrible con solo pensar en sintonizar un noticiero. Mejor ver ciudades o parajes que te gustaría visitar, incluso revisitar, a gente feliz con sus vidas adentrándote en su cotidianidad. Arquitectura, arte en general, naturaleza, gastronomía, paisanajes. Una gozada como todo lo que sea recordar que hay más mundo que las cuatros paredes entre las que hemos construido nuestra rutina.
Enseguida me doy cuenta de que los programas como "Españoles... o vascos, asturianos, incluso madrileños..., por el mundo" son a los que amamos viajar como la pornografía a... a todo cristo. Del mismo modo que la pornografía excita la fantasía de los salidos de todo tipo y condición con imágenes de lo que les gustaría hacer, pero que se tienen que conformar verlo hacer a otras, el programa al que me refiero hace otro tanto con los que ya no podemos viajar, al menos no tanto ni tan lejos y por lo que sea, lo cual, para qué engañarnos, casi siempre tiene que ver con cómo nos hemos complicado la vida con los años y sobre todo con el bolsillo.
Ahora bien, cuidado con este tipo de asociaciones de idea, porque se empieza a emparejar un programa de viajes con la pornografía, y se acaba recordando que en uno de Vascos por el mundo en un lugar de las Islas Británicas cuyo nombre no quiero acordarme, el cual me mandó un colega, aparecía un antiguo compañero del cole de ambos. Uno de esos compañeros de clase con los que uno ha pasado prácticamente toda su infancia, con lo que eso marcha, hasta la adolescencia en la que ya cada cual toma su camino. Pero, también el empollón de clase por antonomasia, oficial, esto es, no tanto el que mejores notas sacaba siempre, como el que más asco no daba a todos por redicho, condescendiente y meapilas. En cualquier caso, alguien con el que has pasado muchos de los mejores años de tu vida durante muchas horas; pero, con el que nunca conseguiste intimar por muy sociable que fueras de por sí con resto. Vamos, alguien que se hacia odiar y con ganas.
Pues oye, ahí estaba el B con su trabajo perfecto y sobre todo importantísimo, con su vida perfecta, su familia en continuo "camino de santificación, Operis Dei", y, lo más curioso de todo, su simpatía de gelatina de toda la vida, confirmando de alguna manera, en realidad a manos llenas, que todos esos prejuicios de chaval acerca de la grima que daba el tipo en cuestión, siempre mirándonos a todos por encima del hombro en plan "pobres tarugos, salvajes, nunca llegaréis a nada..." (tampoco andaba muy descaminado, ya digo que era el listo de clase....), estaban más que justificados. Y claro, como evitar, después de haber asociado el programa en cuestión con la pornografía, la sensación de haber estar viendo una película porno en toda regla y haber descubierto de repente, por sorpresa, a tu antiguo compañero del cole de casi media vida, ahí en plena faena y tú mirando como bobo, ya no tanto boquiabierto y con el miembro en la mano, como... no sé, ya si eso mejor lo dejo aquí porque todo lo que venga a continuación sé que va a ser para peor.
*Aquí para ilustrar la entrada reconozco habérmelas visto putas para subir una foto que relacione de alguna manera los viajes, la pornografía y, sobre todo, aquellos conocidos a los que, siquiera por la grima que dan al estilo del que aparece en la foto, menos te apetecería volver a ver y todavía menos en ciertas situaciones sin arriesgarme a volver a ser censurado por el Tribunal de Santa Inquisición feisbukera. No estoy muy seguro yo si con esta de Torbe consigo transmitir el mensaje, pero, bueno, ya es la hora del vermut, así que es lo que hay.

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