viernes, 25 de noviembre de 2022

LA TROVA CUBANA Y EL MUNDIAL DE QATAR

 


Como ya escribí por aquí hace unos días en lengua vascónica contemporánea, yo siempre he sido muy mundialero. A decir verdad, es el único campeonato o torneo que sigo del todo por breve y porque se supone que ahí están los mejores jugadores del mundo. Y mi selección, cómo no, es la portuguesa, sí. Porque yo soy portugués por vocación. A mí nadie me preguntó dónde quería nacer, por lo que ser de la selección que te ha tocado al azar me parece una vulgaridad, siquiera una falta de carácter, de gusto incluso, borreguismo en vena. Yo soy portugués vocacional porque si me hubieran preguntado en qué ciudad habría querido nacer -lo de nacer en un pueblo simple y llanamente no lo concibo como opción si no es a modo de castigo y así- hubiera dicho en Lisboa sin dudarlo. Estoy enamorado de Lisboa desde la primera vez que puse un pie allí, y ya han sido muchas. De hecho, a menudo sueño que estoy en Lisboa, paseando por sus calles, dejando pasar la vida sentado en uno de los miradores sobre el manto de tejados bermejos que van a parar a la desembocadura del Texo con el inmenso Atlántico al fondo, deambulando por las callejuelas de la Alfama, tomando una bica en el Rossio o metiéndome entre pecho y espalda un bacalao as natas con una botella de vinho verde en la Baixa. En realidad me encanta el país entero. Por eso con Portugal a muerte. Por eso y porque a mí, para qué negarlo, el patrioterismo vocinglero y gregario que destila toda esta mierda alrededor de las selecciones me da mucho por el culo, pero mucho. No soporto a los hooligans de las banderitas, y ya no te digo a los del bombo. A decir verdad, me temo que lo que no soporto es a la gente en general. Pero bueno, eso es otra cosa. El caso es que como estoy lejos de Portugal no tengo que aguantar a los de la mía y eso también es un punto a favor por los de Ronaldo, personaje que, precisamente por el rechazo que genera en la mayoría de la peña, cada vez me cae mejor con todas sus taras de estrellita incluidas.
Sin embargo, y como ya todos sabemos, este mundial de Qatar apesta por todos los lados, tanto como la hipocresía de la FIFA o los argumentos que usan la peña para justificarlo como el de que si ya se hizo en la Argentina de la dictadura militar por qué no ahora, Un argumento este último que también podría valer para justificar el sistema de semi esclavitud, la kafala esa, que ha utilizado Qatar para levantar de la nada estadios enteros, con el que han muerto más de 5000 personas sin que a nadie le importe una mierda, aludiendo a que cuando construyeron las pirámides también... Y luego está lo de las mujeres, los homosexuales, la censura... Claro que, para qué andarnos con rodeos, un país que prohíbe el alcohol simple y llanamente merecería ser borrado de la faz de la tierra de un plumazo.
El caso es que me da tanto asco todo lo relacionado con este mundial que he decidido pasar de ver la mayoría de los partidos. Y digo la mayoría porque no me voy a engañar y sé que alguno caerá siquiera por descuido, no te digo ya si la final acaba siendo Portugal-Argentina, y eso a pesar de la cagada mayúscula de los de Messi en el primer partido, como que creo que lo que más me jodió fue la alegría que les dieron a los saudís, ya que todo lo que sea hacer felices a los naturales de ese país de tarados medievales me parece simple y llanamente mal.
Sin embargo, lo que no llevo de verdad es la furia española con su ubicuo patrioterismo impositivo. Así que no me extraña que hoy haya tenido una pesadilla de las gordas a cuenta del partido del otro día. He soñado que salía a andar desde mi barrio hasta ese otro nuevo en lo que geográficamente denomino a tomar por culo, precisamente para no ver el partido. Una caminata de siete u ocho kilómetros, ida y vuelta, con la que sustituyo la que me daba por el parque periurbano de al lado de casa, y a la que he tenido que renunciar porque ya anochece muy temprano y no es cuestión de andar a tientas en la oscuridad; podría acabar de cabeza en el arroyo que hay al fondo del parque y no es plan.
Así que he soñado que iba andando para huir del partido de la Roja y que de repente me entraban unas ganas irresistibles de mear. No me quedaba otra que entrar a un bar a descargar. Pero, era asomarme a cualquier bareto y ver rugir a la masa rojigualda que en ese momento veía la paliza que los de Luis Enrique les estaban dando a los costarricenses. Sinceramente, la idea de tener que abrirme paso hasta los servicios entre tanto hooligan en pleno éxtasis patriótico-futbolero se me hacía muy cuesta arriba.
De hecho, es algo que me ha pasado siempre. En los pasados mundiales solía ver algún que otro partido de la selección en algún bareto rodeado de peña, eso por el motivo que fuera, y aunque durante el trascurso de este podía disfrutar de lo lindo, emocionándome y todo, era acabar el partido y, como hubiera ganado la Roja de marras, sentir un fastidio inconmensurable hacia la euforia de los que me rodeaban; yo simple y llanamente me quería ir a casa, nada de pegar saltitos, berrear cánticos neardentales y todavía menos abrazarme a desconocidos, joder qué asco. Se trata de algo consustancial a mi manera de ser, que soy de emocionarme mucho durante el proceso, pero una vez ya culminado este con éxito me desentiendo completamente del resultado, no me interesa. Algo así como en el sexo, que lo doy todo durante el trascurso, a decir verdad una barbaridad; pero, una vez ya aliviado soy más de preguntar a mi pareja qué le apetece que ponga para comer o cenar, eso o ponerme a fregar la cocina. Supongo que me viene de mi madre, la cual es capaz de preguntarte en medio de una acalorada discusión a cuenta de lo que sea, cómo quieres que ponga la merluza, si rebozada, en salsa verde o con pimientos.
El caso es que en mi sueño acababa recorriendo los ocho kilómetros de mi recorrido vespertino con la vejiga a punto de reventar sin poder entrar a ningún bar porque todos estaban a rebosar de furiosos aficionados de la Roja berreando como posesos los goles de su equipo. Tal es así que ya pensaba que no me iba a quedar otra que sacarme la chorra en mitad de la calle para miccionar entre dos coches aparcados, cuando de repente veo un bareto con un cártel en la cristalera que decía: "Aquí no damos partidos de fútbol: Boikot al Mundial de la Vergüenza". Así que me tiro dentro de cabeza.
Oye, qué alivio tras vaciar mi angustia urinaria, qué placer tomarse un café con leche sobre la barra de un bar vacío y qué bonito, cuánta sensibilidad, qué reconfortante para el espíritu poder escuchar a mis espaldas después de tanto gregarismo patriotero las últimas estrofas de una de las canciones más bonitas compuestas nunca en castellano:
Si alguna vez me siento derrotado
Renuncio a ver el sol cada mañana
Rezando el credo que me has enseñado
Miro a tu cara y digo en la ventana
Yolanda
Yolanda
Eternamente, Yolanda
Yolanda
Eternamente, Yolanda
Eternamente, Yolanda
Así que me doy la vuelta para ver en la televisión al recientemente fallecido Pablo Milanés, si quieres casi que a modo de despedida y agradecimiento por sus maravillosas canciones; pero no, porque al que veo en la caja tonta no es al trovador cubano, no, se trata de otro Pablo, Iglesias, despotricando una vez más contra... En fin, que sí, qué asco de pesadilla.

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