martes, 8 de noviembre de 2022

RESEÑA DE HOSPICIO DE MARTÍN GARRIDO

Reseña para SOLO NOVELA NEGRA:  https://www.solonovelanegra.es/hospicio-de-martin-garrido-por-txema-arinas/?fbclid=IwAR0VTLu_pwuRpUTybFNDtFc4d2yiEeVaPPwTXPneQ4q2sA3tZlvFQSRMPno



 

 

“Cuando el dueño del bar anunció el cierre del negocio con un alentador berrido la colorida parroquia permaneció impasible. El antro era poco recomendable, más por lo que se cocía en sus penumbras que por su insalubre atmósfera o la zona en la que se encontraba, centro del antiguo barrio chino donde coleteaban agónicamente las fulanas tradicionales y ciertos delincuentes de poca monta con más nostalgia que oficio. La deteriorada barra tenía trazas de barricada, uno no podía apoyar los brazos en ella sin quedarse pegado a la superficie como un mosquito en una trampa adhesiva. Al otro lado, frente a los beodos y los poetas sin hogar, las botellas se amontonaban formando una pirámide de cristal que contrastaba con los descoloridos carteles de corridas de toros, las banderas franquistas y los despegables de hermosas mujeres desnudas, porque en ese tugurio se figuraban muy machos pese a haber perdido la dignidad hacia tanto que ni siquiera podían recordar sus formas.”

Hospicio – Martín Garrido

Así de sugerente arranca Hospicio de Martín Garrido (Barcelona, España, junio de 1982), una novela que yo diría más de negruras que negra, aunque también. La historia se ambienta en un albergue ubicado en un antiguo hospicio de Sineu, Mallorca, habitado por un grupo de parias a los que sus taras tanto físicas como síquicas, malformaciones, alcoholismo, lujuria y sobre todo una incapacidad casi congénita para adaptar sus sueños a la realidad, los han condenado a vivir al margen de la sociedad. Allí malviven dando rienda suelta a sus más bajos instintos bajo la atenta mirada de la antigua matrona del hospicio, Sebastiana, la cual los acoge como si con ello pudiera seguir ejerciendo su oficio, si bien, ahora ya no se trata de niños huérfanos, sino de adultos náufragos. Junto con la matrona nos encontraremos a Teco, una mala bestia de dos metros de alto con oligofrenia acostumbrado a resolverlo todo mediante la violencia de la que fue víctima y testigo cuando era pequeño; Llorenc, un niño grande siempre fuera de lugar; Malen, una enana deforme que se consume de pena porque es consciente del modo como el destino se ha cebado con ella condenándola a una vida sin amor ni futuro, sin lugar a dudas el personaje más entrañable de la novela; Francesc, un donnadie que, como tantos otros, se esconde de su particular fracaso tras litros de alcohol; Manolito, un bohemio recién aterrizado en el hospicio a modo de última parada dentro de una trayectoria vital que parece haber sido un viaje a ninguna parte desde unos inicios más o menos esplendorosos hasta lo que nos ocupa. Y ya luego, el cadáver alrededor del cual se desarrollará la trama de esta novela negra negrísima alrededor de la búsqueda del tesoro escondido, en forma de cupón premiado de la ONCE, que la pobre Massianeta, una mujer en silla de ruedas, ha dejado a sus espaldas tras su muerte por causas naturales.

Así pues, nos encontramos con un escenario que visualmente nos puede remitir de inmediato tanto a un cuadro como La Nave de los necios del Bosco o El corral de los locos de Goya, incluso el propio Triunfo de Baco o cualquier otro cuadro del genial sordo aragonés en el que inmortalizó a los desarrapados y eternos perdedores de su época, como a una película como La parada de los monstruos de Tod Browning, e incluso, cómo no, Viridiana de Buñuel, e incluso La Comunidad de Alex de la Iglesia. Todo ello referencias plásticas para hacernos una idea del escenario donde se desarrolla esta historia en la que, como todo buena novela negra, genuina diría yo, la trama de la búsqueda del tesoro en forma de cupón de la ONCE, solo es la excusa para presentarnos unos personajes cuya condición de perdedores, cuando no de verdaderos despojos de la sociedad, que se dice con esa crueldad apenas velada de los que todavía pueden congratularse de no serlo, los convierte en seres tan repulsivos como dignos de piedad. De ese modo, asistiremos al ocaso definitivo de la matrona, Sebastiana, incapaz de superar la depresión en la que la ha sumido la muerte de su amiga Massianeta, probablemente la única persona en la que podía confiar de verdad, la única persona digna de tal nombre, en medio de la tropa de tarados, alcohólicos, violentos y mentirosos compuesta por el resto de sus huéspedes. Se podría decir que, como consecuencia de esa depresión, Sebastiana acaba convenciéndose de que ya es hora de abandonar el hospicio al que ha dedicado toda su vida, sobre todo ahora que tiene a mano el premio que le legó su amiga Massianeta, si no quiere acabar como el resto de los que la rodean. Sin embargo, el gigantón Teco se cruzará en su camino para evitar que pueda escapar con el dinero que él codicia como el que más.

De ese modo, el autor nos sumergirá en una historia de penumbras y mugre, mucha mugre, donde el suspense alrededor de la búsqueda del boleto premiado irá en crescendo hasta desembocar en un violento final como resultado de una sucesión de traiciones, mentiras y asesinatos. Una intriga digna de la mejor de las novelas clásicas del género; pero, en la que una vez más lo más interesante no será tanto el desenlace final, espectacularmente sorpresivo y violento, como la puesta en escena de unos personajes cuyos correspondientes fracasos vitales, tejidos de desgracias, miserias, taras y la inevitable y casi consustancial mala suerte de los que parecen haber nacido del revés, harán que acabemos empatizando con ellos a poco sentido de la piedad que tengamos.

Un relato intenso como pocos, ya sea por la miseria, desesperación y delirios  que rodea todo, y en especial la tensión de no saber nunca por dónde saldrá la pieza más imprevisible y peligrosa del puzle que es el siniestro Teco, también triste e incluso tierno a poco que nos compadezcamos de la matrona Sebastiana y toda una vida entregada al cuidado de los demás sin apenas recibir nada a cambio que no sean codazos en su autoestima, o de la desdichada Malen cuyo corazón asemeja ser mucho más grande que su cuerpo deforme, e incluso, por qué no, del resto de los huéspedes del hospicio porque al fin y al cabo todos son víctimas de un destino que solo deberían merecer aquellos que han hecho daño a otros a conciencia, con saña incluso. Intenso, sí, pero que se lee de un tirón gracias a la maestría narrativa del autor, Martín Garrido, el cual consigue, además con un estilo directo y sobre todo preciso que no renuncia al lirismo en mitad de tanta mugre y decadencia, sino todo lo contrario, que gracias a este consigue dignificar a los personajes y su entorno haciendo gala de una riqueza descriptiva admirable e imprimiendo un ritmo que no decae nunca, entre otras cosas, porque, tal y como acostumbro a señalar muchas veces en mis reseñas, para que la intensidad de un relato, es decir, la fuerza o garra narrativa que hace que el lector se sienta atrapado por una historia, no decaiga nunca es prácticamente imprescindible que la historia también sea corta, sí, dado que cualquier novela negra de estas características por encima de las doscientas páginas casi siempre acaba requiriendo un respiro narrativo que la inmensa mayoría de las veces los autores solo saben o pueden rellenar con paja. Por suerte no es el caso de Hospicio de Martín Garrido, una novela que encierra, no solo una o varias historias dignas de ser contadas, sobre todo porque así nos obligamos a echar una mirada sobre esos recovecos oscuros y tristes del mundo en el que vivimos, pero que procuramos ocultar, hacer como si no existieran, como si fueran una realidad paralela en la que mejor no aventurarse, sino también todo un universo magistralmente contado y concentrado en ciento sesenta y pico páginas.

 

Txema Arinas

Oviedo, 02/10/2022


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