- ¿Es que este verano no vamos a pisar la playa para darnos el baño de todos los años?
- ¿Dónde, cómo? Estamos en temporada alta.
- Y que entre que tú no soportas a la gente y que toda la costa asturiana está petada de turistas, ya me dirás tú.
- ¿Es que de entre las 208 playas y calas que hay en Asturias no se puede encontrar una que no esté abarrotada de "foriatus"?
- Pues, hombre, vete olvidándote de todas las que hay entre Cudillero y Llanes. Así que, con un poco de suerte, igual encontramos alguna cala vacía hacia el occidente.
- Tampoco vamos a exagerar...
- Ya veo, no vaya a ser que acabemos donde veranean mis padres al lado de Navia...
- Mejor lo intentamos por aquí cerca.
Dicho y hecho, de repente me veo ya en el coche en dirección a la costa con el bañador puesto y la crema solar a punto para cuando lleguemos a nuestro destino.
- Bueno, de momento, y sólo con ver las hileras de coches aparcados al borde de la carretera, ya nos podemos ir olvidando de intentarlo en la playa del Silencio o Gaviero, en la de Xagó, Aguilar, la de Artedo, la de Salinas y El Espartal, la de Verdicio, Aguilera, Campofrío, Carniciega, Salencia, Carranques, la de...
- Vale, vale, entiendo. No sé, igual en alguna cala. Alguna se te ocurrirá, tú eres la asturiana. A ver si hay suerte...
Pues parece que ha habido suerte, y no sólo con la marea que permite echar la toalla en la arena, sino también porque de momento sólo hay cuatro gatos dispersos a una distancia providencial unos de otros; cincuenta metros como mínimo.
- ¡Ay, no, ya se jodió! -exclamo al poco de extender la toalla y antes incluso de hacer amago de dirigirme al agua-.
- ¿Qué pasa, qué?
- ¡Mira esa manada de "walking dead viniendo hacia nosotros!
- ¿Los qué?
- ¡Venga pibes, echad las toallas y todos al agua, que está cala está mazo guay!
Ni qué decir que recogemos todo en un santiamén y salimos escopeteados a la búsqueda de otra cala todavía más recóndita.
- Ya sólo nos queda intentarlo en la cala de la Colorada...
- ¡Venga pa´allá!
- Ya, pero es que...
- Ni peros ni hostias, no me vuelvo a casa sin meterme en el agua.
Un cuarto de hora después llegamos a una cala oculta entre los acantilados a la que accedemos tras un descenso verdaderamente caprino. No pasa nada mientras sepamos donde pisamos. Y si me despeño, pues, oye, ya me levantaré, o no. El caso es que por fin tenemos nuestro trocito de arena sin madri..., moros a la vista. Me voy al agua de cabeza.
- ¡HOOOOOOOOOSTIA PUTA!
- No me digas más: ¿tiburones?
- Uno solo, un tiburón del tamaño del de Spielberg.
- ¿Por qué te crees que le llaman la cala de la Colorada...?
Entonces he despertado de golpe como de costumbre en estos casos. A continuación he ido a mirar por la ventana a ver qué tiempo hacia hoy. Y, vaya por Dios, ha habido suerte: nublado.
Pues eso, como soy un puto resentido, si no me baño yo, tampoco los foriatus.
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