La entrada al garaje de mi edificio me sirve de test para barruntar de qué pie cojea cada vecino. Los hay que cuando vas a entrar y todavía no se encuentran en la rampa de salida se echan hacia atrás sin dudarlo para dejarte paso, o los que cuando el que va a salir eres tú y estás justo al otro lado de la puerta metálica hacen otro tanto también sin pensárselo dos veces. Estos son gente educada que no vacilan en ceder el paso al vecino, son buena gente, saben vivir en sociedad y da gusto encontrarse con ellos, hacen la vida más agradable. Otros, en cambio, para hacer lo mismo tienen que pensárselo un rato largo y sobre todo cerciorarse que el que retrocede no eres tú aunque tengas la prioridad; son gente educada, pero que tiene que recordar que lo son, son los que sólo responden a un saludo si eres tú el que saluda primero; puede que también tengan muy desarrollado el sentido de la competitividad y de ahí que todo lo vivan como un tour de force a ver quién mueve primero, mejor tenerlos lejos, aburren... Luego están los que ni por esas, los que esperan a que seas tú el que retroceda aunque no te toque, muchos incluso no se lo piensan dos veces, avanzan porque están convencidos de que siempre son los otros los que tienen que cederles el paso en la vida. De estos huelga decir qué tipo de gente son, son los listos del lugar, los que consideran que el resto de sus semejantes está sobre la faz de la tierra para servirles a ellos, mi edificio está lleno de ellos, se les reconoce fácilmente porque van siempre con el culo apretado. Entre estos últimos también están los que cuando eres tú el que cede el paso ni siquiera se molestan en agradecértelo con un gesto, normalmente ni te miran, como si fueras un espejismo, un puto incordio del que hay que pasar de largo. A este grupo pueden que pertenezcan también los despistados, gente que no te ve porque pensando en tus cosa y que cuando llega a tu altura se da cuenta que no tenía la prioridad y se disculpa efusivamente; es gente maja, despistada y nada más, quién no lo es en algún momento. Y ya casi para finalizar tenemos a los vecinos como la pendeja que me ha tocado hoy al mediodía. Ésta ve que se levanta la puerta metálica, que tú te dispones a retroceder antes de llegar a lo alto de la rampa de salida para que pueda ella pasar, y no se lo piensa dos veces antes de lanzarse de cabeza cuesta abajo sin darte tiempo a terminar de retroceder, que te pasa a toda pastilla casi rozándote con el consecuente susto y por supuesto que sin dignarse a dirigirte una mirada porque simplemente tú no estás ahí, no existes, en realidad ella vive convencida de que está sola en el mundo y que el resto somos como los ácaros, se sabe que están ahí pero hacemos como si no existieran, esto es, la mejor manera de ir por la vida sin que la incordien a una, una autista por convicción propia, una auténtica hija de perra que si me llega a rozar de verdad se acuerda de este ácaro para toda su vida.
jueves, 29 de octubre de 2015
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