sábado, 9 de marzo de 2019

UNA NOVELICA FEMINISTA


Pues leyendo en la prensa sobre la jornada de ayer, 8 de Marzo, creo que ha llegado el momento de confesar una de esas cosas que sé que a muchas feministas les parecerá el típico "mansplaining" del marichulo listillo.

Yo también escribí una novela feminista hace unos años. Se titulaba EL SITIO. Y aunque pasaba por una novela histórica porque estaba ambientada en un periodo y un entorno, el cual, sin especificar demasiado era fácilmente reconocible como la Segunda (Tercera para otros) Guerra Carlista, y más en concreto en una pequeña ciudad del norte que al estallido de la guerra estaba convencida de que tarde o temprano sufriría un sitio por parte del ejército insurgente urtratradicionalista, en realidad era una metáfora de ese otro sitio interior, íntimo, intramuros, que padecían las féminas en su conjunto a merced de los hombres y sus guerras, peleas, manías, taras o lo que fuera. De ese modo narraba las experiencias en primera personas de diferentes personajes de muy diversa extracción social y carácter, a la sombra de maridos, padres, novios, hermanos, amantes o simples clientes. Es decir, desde la viuda al cargo de la tienda familiar cuyo hijo pretende someterla en vano tal y como hacía su difunto padre, la aldeana descarriada en la capital a merced del señorito manilargo que la echa a perder cuando está en su casa como criada, la tabernera cuyo marido cuenta en primera persona como ella, una mandona intratable según él, se ha hecho con el negocio gracias a su buen hacer y personalidad mientras él se dedica a las cosas de la"política" o de la guerra, a no pegar un palo al agua tal y como dice ella, la señora de alta alcurnia prisionera de las convenciones de su clase y sobre todo de un matrimonio de mayor conveniencia. En fin, todas hijas, madres, esposas, concubinas, siempre a merced del capricho del macho de turno en una sociedad y una época en la que ellas eran prácticamente invisibles y aun así las que de verdad hacían que todo funcionase mientras los hombres de dedicaban a matarse por sus ideales o la simple y pura vanidad.

Una novela, una más, que fue un fracaso ya desde el primer momento porque el editor, muy de reeditar causas generales y memorias de ex ministros falangistas -y es que para putas nadie como los escritores de medio pelo-, no entendió. Pensó, y como él otros. que era una simple novela histórica que se me había quedado corta, que no había sido capaz de profundizar. En realidad eran cuatro historias de mujeres, perfectamente delimitadas, contando sus vivencias en un mundo de hombres, en una época de "sitios" en los que el suyo no era sino el más invisible de todos. Como que luego va el editor y me coloca en portada una foto de Doña María de las Nieves de Braganza y Borbón y el Infante Don Alfonso Carlos, el hermano de aquel imbécil que fue el Pretendiente de la causa ultramontana de la boina roja, como si la cosa hubiera ido, en efecto, de carlistas, término que no aparece en ningún momento en la novela, que sólo aparecen como la amenaza exterior y protagonizando episodios de la primera guerra. Y ya no sólo porque la mayoría de los sitiados fueran liberales, presuntos más que nada, siquiera los hombres que las verdaderas protagonistas tienen que padecer, sino porque, insisto, la novela no iba de eso, no. Pero bueno, culpa mía por pretender ir de Faulkner por la vida, pensar que nuestras guerras decimonónicas podían servir de telón de fondo como la americana de Secesión, dónde va a parar, y todas esas cosas a las que la nos aboca la desmesurada ambición a los escritorzuelos, o aspirantes a serlo. Prometo que no se volverá a repetir.

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