viernes, 10 de febrero de 2023

LAS MALAS COMPAÑÍAS

 


    Como este finde dejamos al mayor en casa porque no cabe en el coche con la perra de mi madre, esta misma y el resto de la familia, hoy he soñado que volvíamos de Gasteiz y nada más llegar a Oviedo el domingo a la tarde y girar el coche hacia la calle donde se encuentra nuestro portal, el coche empezaba a temblar.

-¿Y ese estruendo?
- Ay, ay, ay...

No ha hecho falta que mi mujer y yo nos dijéramos nada, tampoco mirar por el retrovisor la cara de satisfacción infinita de nuestro hijo pequeño al que se le podía leer en la cara algo así como: "Ya os lo dije..." Así que hemos aparcado el coche en el garaje, corrido hacia el ascensor, y, una vez ya en el séptimo, he intentado abrir la puerta de casa en vano.

- No abre, debe tener la llave puesta -le informo a mi mujer.
- Golpea la puerta -me aconseja ella, bueno, más bien me ordena, siempre lo hace.
- ¿Qué más da que aporree con todas mis fuerzas si tiene la música a tope y es imposible que me oiga?
- Yo ya os lo dije... -¿Quién si no el pequeño?
- Y encima el muy cabrón lleva dos días con el móvil apagado. Se le va a caer el pelo -asegura su madre.
- Pues llamamos a alguno de sus amigos, seguro que están con él dentro montándose un fiestón.
- Mejor bajas adonde la del sexto y le dices que te deje subir por la ventana -me acon..., ordena ella.
La anciana que vive debajo de nosotros no me pone ninguna pega; qué pega me va a poner si la pobre dice que lleva dos días sin dormir por culpa del sarao que se ha montado mi hijo mayor arriba. Así que no tardo en verme en una de las situaciones más absurdas y sobre todo peligrosas de mi vida; yo, que padezco un vértigo de infarto, que me mareo incluso cuando me asomo al retrete de casa.

- ¡Ánimo que tú puedes, chicarrón! -me alecciona la vieja.
- En eso estoy, señora, en eso.

He sudado la gota gorda, sí, pero por fin he conseguido llegar hasta la terraza de nuestra casa. Una vez allí no me cuesta nada entrar por la ventana de la cocina porque siempre está abierta. Luego intento salir al pasillo y me encuentro todo envuelto en un nubarrón en el que enseguida distingo el olor inconfundible de los derivados del cáñamo: "¡Yo a este hijo de puta lo mato!" Apenas veo nada, así que voy a tientas tropezándome con todo y temiendo acabar de un momento a otro dentro de la ducha cantando con la alcachofa alguna de Sabina: "De sobra sabes que eres la primera/Que no miento si juro que daría/Por ti la vida entera, por ti la vida entera/Y sin embargo un rato cada día, ya ves/Te engañaría con cualquiera... Noto que me disipo, que los efluvios del cannabis en el aire empiezan a hacer de las suyas. Sin embargo, me armo de paciencia y consigo recorrer todas las habitaciones de la casa, incluido el salón, hasta llegar a la mía, la de matrimonio. Entonces abro la puerta y me encuentro al que creo mi hijo mayor desnudo y de espaldas pegando botes sobre nuestra cama y rodeado de mocinas en pelotas.

- ¡Se puede saber qué cojones estás haciendo? Y sobre todo, ¿por qué no me has invitado -aquí ya se nota que la grifa que flota en el aire empieza hacer de las suyas conmigo-? ¡DATE LA VUELTA Y MÍRAME A LA CARA CUANDO TE HABLO!

Hostia tú, pues no va el chaval, se da la vuelta de un salto sobre la cama, como que casi me da con la chorra en toda la cara, y que no es mi hijo, no, sino nada más ni nada menos que Froilán de Todos los Antros de Ravechalar y Fiestón.

- Pero, qué hostias...

Apenas consigo terminar la frase porque en ese momento aparece por la puerta mi hijo de verdad con una tarta de cumpleaños en la mano, una tarta rosa.

- Aita. ¿Ya habéis vuelto?
- ¿Pero qué cojones llevas ahí?
- Es que estamos celebrando el cumple de un amigo...
- ¡QUE TE CREES TÚ QUE YO NO LEO LOS PERIÓDICOS Y NO SÉ LO QUE ES EL TUSI, LA LLAMADA COCAINA ROSA!
- ¡Txema, Txema, estás delirando!

Pero esto último no me lo dice el tarambana de mi hijo mayor, sino mi señora, a la cual acabó de despertar una vez más tras pegar un bote en la cama.

- Vas a tener que ir a la médica para que te mire lo de las pesadillas.
- Lo que vamos a tener que hacer es meter al mayor en el maletero para llevárnoslo a Vitoria...


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