El otro día pasé por esta esquina al final de la Avenida Gasteiz después de unos tropecientos años más o menos. No es una esquina cualquiera sino más bien el escenario de uno de mis traumas infantiles. Resulta que por entonces, con no sé yo muy bien si con 8, 9 o 10 años, una tarde probablemente de julio porque todavía estábamos en Vitoria en pleno verano, nos subimos al coche del viejo para ir a las piscinas de Gamarra, o acaso al pantano de Ullibarri con las consabidas sidras en Landa o Ventafría más tarde, y en ambos casos siempre a la vuelta paradita en la Duna, o en su defecto la Zuyana, para lo del pollo asado o los perritos con kétchup y mostaza, amén de los cacahuetes y las jarras de cerveza a las que me dejaban pegarles un buen tiento por la cosa esa de la calor y el ambiente de relajo estival que todo lo impregnaba.
viernes, 26 de julio de 2024
EN LA ESQUINA
Pues bien, pues parece que aquella tarde me estaba poniendo más pesado que lo de costumbre, que ya es decir. Vamos, que si no quería ir a ninguna parte porque había quedado con no sé qué colega para golfear por la calle y así, siquiera ya sólo porque esa tarde me habría apetecido quedarme en casa haciendo mis dibujitos, monigotes que también le decían, tebeos yo. El caso es que me debí poner tocacojones con ganas y el viejo me echó del coche a esa altura de la Avenida; "¿No quieres venir con nosotros? ¡Pues, hala, a tomar por culo!"
Yo, ni qué decir, tierno infante y tal, me quedé a cuadros justo en la esquina que aparece en la fotografía y sin saber muy bien qué había hecho y todavía menos hacer. Lo único que se me ocurrió fue quedarme plantado en aquella esquina a la espera de que en cualquier momento volvieran a recogerme, supuse que a la vuelta de las piscinas, el pantano, las jarras de cerveza en la Duna o de donde fuera. No obstante, empezaron a pasar las horas y no venía nadie. Hasta que se hizo de noche y seguía sin venir nadie a recogerme. Y así hasta ya entrada la noche que empecé a cavilar una pizquita y me dije: "Me parece que ya no va a venir nadie a buscarme; igual, si eso, mejor me vuelvo andando a a casa..." Coño, pues fue llegar a mi casa en la Avenida, un porrón de portales en línea recta desde la esquina donde estaba hasta el nuestro, y encontrarme el infierno de Dante nada más traspasar el umbral de la puerta de casa. Que a ver dónde cojones me había metido, qué había estado haciendo por ahí, que cómo se me ocurría llegar tan tarde, que estaban ya a punto de llamar a policía, que menudo disgusto tenían encima. Pues no recuerdo qué debí contestar en aquel momento, se supone que completamente indignado porque a mi entender eran ellos los que habían tenido que pasar a recogerme en mismo sitio donde se habían desecho de mí hacía unas cuantas horas. Pero como para establecer diálogo alguno cuando lo que siguió a continuación fue el cinto de mi viejo al aire y los reproches y amenazas de mi vieja convencida de que yo era lo peor que les había sucedido en la vida y todo tan en ese plan de progenitores desquiciados y muy de su época.
Pues eso, qué bonita remembranza de la infancia y así, como para remarcar la esquina de marras. Di también que si no me hubiera dado hace unos días por ponerme a releer Mort a Credit de Celine igual ni me hubiera acordado de la esquina de marras.
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