domingo, 25 de noviembre de 2012

EL PEQUEÑO COMERCIO



Oigo por todas partes la llamada de socorro de los pequeños comerciantes frente a la magnitud de la oferta de las grandes superficies comerciales. Saben que tienen poco que hacer contra ellas porque no pueden competir ni en precios ni en variedad. ¿Entonces? Ya sólo les quedaría desaparecer, cerrar una tras otra a medida que sus clientes de toda la vida van traicionándolos para irse a llenar carritos al extrarradio, y a veces ni eso, a veces el enemigo está en el mismo barrio, en la misma acera. Aún así, todavía un reducido número de tiendas de toda la vida, colmados, se resisten ahora y siempre al invasor. Saben que aún y todo todavía hay nicho de mercado para ellos, aunque lo que vendan siempre será un pelín más caro que el supermercado de una gran cadena. Y ni siquiera se reduce a eso que tanto les gusta cacarear a las asociaciones de pequeños comerciantes como su principal valor, el trato directo y personalizado. Qué cojones, me da que a la mayoría se la suda que la tendera de su barrio sea más o menos simpática, que esté más o menos al tanto de lo que te gusta o te deja de gustar, pendiente de si han llegado esas palmeritas tan ricas y crujientes cubiertas por una capa de gelatina. De nuestras compras nos encargamos cada cual, y para trato cercano y personalizado el de nuestras madres, ¡oye mama, que te saqueo un poco la despensa a ver qué me llevo!

Si todavía hay lugar para el pequeño comercio es o bien porque pilla a mano, debajo de casa incluso, a horas intempestivas, o bien porque trae cosas que sabes que no vas a encontrar en cualquier centro comercial, esa marca de conservas pimenticos asados de Mendavia que no tiene comparación con las venden por ahí y ese requesón de Aller que es una maravilla. Luego, que te traten con simpatía y diligencia, no es que sea un plus, coño, es que debería ser lo normal, y aquí en Asturias todavía incluso el común denominador.

Ahora bien, recién trasladados a nuestro nuevo barrio, en la calle frente al parque en la que vivimos, que no es que estemos lejos de cualquier supermercado de esos de las grandes cadenas, es que hay que subir todo el parque de marras para llegar a cualquier lado y tiene mucha pendiente, pues no queda otra que acudir al colmado -me encanta esta palabra, la cual todavía se usa aquí- a comprar las cuatro pijadas que siempre se te olvidan y que siempre hacen falta, como la leche, huevos, refrescos, cerveza.  No obstante, perplejo me tiene los tenderos de debajo de casa. Para empezar no alcanzo a comprender el horario que tienen. Suelo encontrarme la tienda abierta a los mediodías. Sin embargo, a las tardes, que es cuando realmente te das cuenta de lo que falta en casa porque viene tu señora del curro y hay que pensar lo del día siguiente, permanece siempre cerrada. Eso y que tampoco es que madruguen precisamente. En fin, el horario más laxo y peor pensado que se pueda uno imaginar; a no ser claro está, que lo tengan para vender cuanto menos mejor y disfrutar cuanto más del día mucho mejor.

Eso por un lado, porque luego cuando entras, gente verdaderamente maja, la hija, la madre y el que  sea que de vez en cuando está por ahí enredando o por el estilo, simpáticos y desde luego que de trato todo lo cercano que se pueda uno imaginar; con decir que hace dos días la rubia que lo regenta me dijo "hasta luegüín, cuco", así sin más, sin que yo haya hecho excesivas concesiones sociales como para que se arrogara semejante confianza, que ya me veo de aquí a unas semanas como pasa a "cuquín", "vidina" o vete a saber que otro simpático apelativo astur.

De modo que sí, trato cercano y si llamarte "cuco" no es personalizado, pues que venga Dios y lo vea. Pero el caso es que lo que realmente me alucina es que la madre y la hija parecen haber puesto su negocio para procurar vender lo menos posible, como si les diera reparo la vulgaridad esa de ganar dinero. El primer día ya aluciné cuando entré preguntado por unos tomates. Dije que los quería para ensalada y casi que le señale a la rubia unos que tenía delante. Pues va y me responde que mejor no me los llevo, que esos que tenía a sus espaldas todavía estaban muy verdes y que si eso que volviera en unos días. Yo estuve por decirle que ya me daba cuenta que estaban verdes, pero que bien podían madurar en mi casa. Pues no quise contradecirla, me fui hasta el centro comercial más cercano. El segundo día entro preguntando por una marca de refrescos, no tenía de esa pero si de la otra que es más conocida. Pues en vez de intentar vendérmela me suelta que probablemente podría encontrar la que buscaba en el centro comercial que está al final de la calles. Pues vale, si a mí lo que jodía es tener que ir hasta allí, pero si ese es tu deseo... Un domingo a la mañana entro preguntando por unos tacos de bacon. La madre me saca un paquete y cuando me lo va a entregar se fija en la fecha de caducidad y exclama, "¡coño, si han caducado hace ya dos semanas!". Pues mira a ver los otros paquetes del mostrador de la charcutería. Lo hace de uno en uno y todos estaban caducados; "pero sólo hace unas cuantas semanas..." Pues no, maja, no me los llevo caducados y encima a precio de delicatessen. Otro día también, que a ver si tenía un bote de alcachofas en conserva; "¡uy vida, de eso no traemos, ¿para qué, si no pide nadie?, mejor te vas a....". Y ayer al bajar a comprar el pan, ingenuo de mí, que le pido a ver si tiene una baguette; ¿lo qué?, sólo lo que nos traen, si quieres hay una panadería... Joder, joder, yo que estoy por preguntarle a ver si lo de la tienda es para pasar el rato o qué hostias, para estar entretenidas a las mañanas y ya luego a la tarde la cierran y dar un paseo o quedar con las amigas a tomar un chocolate con churros. En serio que no lo entiendo, a ver si va a ser que tienen la tienda como terapia o algo así, siquiera sólo como un medio para hacer amistades, que eso sí, como te dejes, bueno como te dejes, como des algo de confianza, no les compras nada, pero te llevas toda su vida al detalle; vamos, yo ya se dónde viven, cómo es la casa que tienen en el pueblo con cuántos metros y la distribución de las habitaciones, los nombres de cada uno de los perros de la jauría que tienen en el terreno junto a la casa, eso y buena parte de sus filias y fobias, que si la hija no soporta la música tal o la madre prefiere el otoño al verano porque... Bueno, pues digo que será eso lo del trato cercano y personalizado, luego ya lo de vender, pues oyes, para eso ya están los centros comerciales. 

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