Como estoy solo, triste y abandonado en casa de mi madre y sin los
hijos y la parienta (lo siento, cariño, aquí quedaba ni que pintado,
todo por el texto...), me tiro al monte. Subo hasta Eskibelgo Atxa o
Peña Eskibel, al ladico de casa sin otra dificultad que no despistarse
por culpa del puto whatsapp, pisar en falso y darse el correspondiente
hostión, lo cual en mi caso entraña el peligro añadido de que uno de mis
tobillos acusa varios esguinces sin curar del todo por asuntos
que no vienen al caso. Ya en la cima saco las foticos de rigor al
horizonte y alrededor de las ruinas de la torre que albergaba un
telégrafo óptico que funcionó durante las Guerras Carlistas, y que junto
con otras fortificaciones de la época formaba la línea defensiva que
protegía la capital al igual que las de Baiaguen, El Encinal y Almoreta
en la zona de Nanclares. A continuación me siento sobre una de las
piedras a la sombra de la torre para descansar un rato antes de
emprender el camino de vuelta, mandar unas fotos a la familia en
respuesta a las que me han mandado ellos de su soleado día de playa y
chiringuito en Frexulfe, en el occidente asturiano, menudos cabrones. En
eso que aparece una familia de excursionistas, nos saludamos, rodean la
torre, y los niños que no pueden reprimir la imaginación:
-¡Aita, aita! ¿Esas ventanas son por donde disparaban flechas a los moros?
-Claro, claro.
-¿Y subían hasta aquí con las armaduras?
-Y a caballo...
El aita haciendo lo que hacemos todos los padres: saliéndose por la
tangente. Y tú que te dices que a fin de cuentas no eres tan gilipollas
como para intervenir queriendo sacar de su error a los mocosos y ya de
paso enmendarle la plana al padre en plan hijoputa al cuadrado. De hecho
estoy convencido de que hay que ser un cabrón con ganas para joderles
la ilusión a unos críos que andan todo excitados con historias de
caballeros en armadura, soldados en cota de malla, princesas moras
secuestradas, sarracenos más malos que los del ISIS y toda la
parafernalia medieval al uso tipo parque temático Disney. Por otro lado,
ni los críos sabrían situar cualquiera de las guerras carlistas en su
tiempo, ni tampoco andan tan descaminados en cuanto al escenario, pues
no en vano, junto a las carlistas y la napoleónica, éste también lo fue
de una guerra medieval, la llamada Primera Guerra Civil castellana del
XIV, esto es, con los caballeros castellanos de los hermanastros
enfrentados, Pedro I el cruel y el Trastamara, los aliados navarros al
mando de Carlos II el Malo de Navarra, los mercenarios franceses de
Duguesclin o los ingleses del llamado Príncipe Negro de Gales, los
cuales dieron nombre a un paraje cercano, Inglesmendi, esto es. “Monte
de los Ingleses”. Así que si de echar a volar la imaginación se trata...