Tengo para mí que cierta izquierda, por lo general las más pura, puritana más bien, no acaba de aceptar o entender ese principio que también explicó Adam Smith según el cual la economía es el escenario de las acciones egoístas del hombre. De ese modo, nada más ingenuo o hipócrita que indignarse porque cientos de usuarios de cierta compañía aérea se amotinen en respuesta a los retrasos o cambios de vuelo a los que le somete ésta trastocando en muchos casos su calendario de vacaciones, y no lo hace, en cambio, ante cosas que ellos juzgan más perentorias como la corrupción, las leyes represivas, el hambre o la desigualdad en país de cada cual y en el mundo. El puritano no puede evitar una mueca de desprecio y/o disgusto ante semejante espectáculo de alienación consumista y establecer que es a eso precisamente a lo que nos aboca el capitalismo, al egoísmo como única razón para la revuelta. Pues sí, el egoísmo como cuando las revueltas por las subidas del precio del pan o los impuestos injustos de los tiempos preindustriales. Cada cual piensa en el bien propio y de los suyos antes que en el del vecino, y del mismo modo que los individuos se echaban a la calle guadaña en ristre a sabiendas de que una subida injustificada y abusiva del precio del pan podía condenarlos a pasar hambre en una época en la que la mayor o casi única aspiración de las clases populares era tener que llevarse algo a la boca, en nuestra época pos-industrial y sobre alimentada las vacaciones de cada cual es uno de los hitos más importantes de la vida del trabajador, a cuenta propia o autónomo, un respiro en medio de una existencia más o menos adocenada, supervisada, monótona de necesidad, acaso también un tanto poco vacía, un periodo en el que el hombre corriente necesita creer que puede condensar determinada idea de la felicidad en unos pocos días dedicados al ocio o al puro consumismo. Y por eso que le jodan a uno las vacaciones es como si le joden la única razón más o menos tangible por la que cree que merece la pena vivir durante todo el año esa vida más o menos convencional y sobre todo sumisa. Todo lo demás, revolverse por motivos o principios tan etéreos como la justicia social o de cualquier otro tipo, contra los abusos del poder político al conjunto y no contra los de la empresa de turno, supone un exceso de idealismo, de conciencia, de compromiso, que no está al alcance de todos, no al menos con sueldos o ganancias que cada vez justifican menos ese otro lugar común del liberalismo tradicional, casi ya que sólo del sentido común del aldeano que todos llevamos dentro, que establecía que cada cual obtenía en la vida tanto como horas y esfuerzo dedicaba a su trabajo. He ahí porque las revueltas contemporáneas alrededor de los mostradores de información de las compañías aéreas no son sólo pataletas de niñatos egoístas que sólo se preocupan por su ocio mientras el resto se queda en casa o las pasa canutas para poner algo encima de la mesa, los privilegiados de verdad no viajan en Vueling..., son revueltas tan de la lucha de clases como lo fueron antaño las del pan o contra la alcabala del señor feudal de turno, son el presente de esta sociedad de clases, sí, pero de clases o tipos de consumidores, frente al poder económico de siempre; ahora les toca a los que pueden irse de vacaciones, el precariado con suerte, o no.
lunes, 4 de julio de 2016
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