jueves, 14 de julio de 2016

NADA MÁS NEGRO QUE UN PANTANO; ARQUEOLOGÍA CRIMINAL




Artículo publicado en http://solonovelanegra.com/archivos/24479


Hace no mucho la Ertzaintza encontraba un cadáver en interior de un vehículo calcinado junto al pantano de Garaio en Álava. Como de costumbre la noticia desencadenaba todo tipo de especulaciones por mucho que los portavoces de la policía autónoma vasca asegurasen que todos los indicios les hacían inclinarse por la hipótesis del suicidio dadas las condiciones en las que apareció el cadáver. No es de extrañar dicha resistencia a aceptar la versión oficial porque no es el primer cadáver que aparece en el pantano, de hecho hace apenas dos años apareció también el de un conocido hostelero vitoriano cuyo dictamen oficial fue también de suicidio y aún así circularon todo tipo de rumores por la ciudad en los que se hablaba de un ajuste de cuentas en manos de unos sicarios por un asunto de deudas. Qué otra cosa si no, a decir verdad tan irremediablemente vulgar, suele ser lo habitual como para animar a alguien a consultar la guía de asesinos a sueldo. Con todo, la verdad es que la frecuencia con la que aparecen cadáveres en el pantano, ya sean flotando o en sus inmediaciones, así como las historias que hablan de éste como un sumidero de todo tipo de objetos más o menos comprometidos, viene ya de largo, en concreto desde las obras de construcción del propio pantano, esto es, aquellas que cuentan que no son pocos ni nada los cuerpos que hay enterrados bajo las aguas del pantano de trabajadores forzados, en concreto de presos republicanos u otros represaliados por la dictadura. El halo de tenebrosidad que parece cubrir los pantanos alaveses es tan espeso, en dura liza con las brumas mañaneras, como para que servidor no tarde ni dos segundos en traer a la memoria la novela casi póstuma, por los pelos, por un maldito cáncer más bien, de Rafael Chirbes:  En la Orilla (2015). No es un libro de género aunque arranque con el hallazgo de un cadáver aparecido en el pantano de Olba, Valencia, porque no contiene trama alguna que conduzca a la resolución del caso. A lo que aspira la novela de Chirbes, como tantas otras suyas, es a retratar el periodo inmediatamente posterior al estallido de la burbuja inmobiliaria en España, por lo que también nos habla tanto de sus antecedentes como de las consecuencias. La elección del pantano como figura simbólica de una época, esto es, patio trasero y fangoso donde se ha vertido durante décadas toda la inmundicia que generaba el enriquecimiento rápido e ilícito al que tan dado ha sido una sociedad como la valenciana, acaso el mayor exponente, o sólo el más reconocido, de la corrupción que asola España en su práctica totalidad. La novela de Chirbes se sirve de la experiencia en tiempo presente y los recuerdos del dueño de una carpintería que tiene que cerrar su negocio, y echar a la calle a sus empleados por culpa de la crisis, para hablarnos de ese fin de fiesta y los rescoldos que deja. Pero, insisto, no es una novela de género, sino más bien un fresco variado y complejo que se vale de la primera y tercera persona, del estilo indirecto libre y el monólogo, además de numerosas voces que toman la palabra a lo largo de la novela, para creer un microcosmos que partiendo de un espacio concreto en el tiempo y en lo geográfico ambiciona a representar el conjunto de un país como España.

La que sí es una novela de género negro con pantano de fondo, es El Silencio del Pantano (2015) de Juanjo Braulio. La trama también arranca con el hallazgo de un cadáver en un recodo del río Turia, un asesinato de esos que se dicen “en extrañas circunstancias” y cuya resolución salpicará a las clases altas de la sociedad valenciana, tanto que poco a poco dejará a descubierto el fango de un pantano olvidado sobre el que se asienta la ciudad del Turia y en especial los orgullosos y ampulosos edificios diseñados por Calatrava, y ese otro de la corrupción y la degeneración moral de toda una sociedad, y del que el primero sólo quiere ser su metáfora. Esta segunda novela con pantano de fondo rinde homenaje tanto al antes citado Chirbes como a otros autores de igual calado como Paul Auster o Patricia Highsmith, esto es, autores para los que lo negro apenas es una excusa para hablar de lo real más allá de sus siempre limitados márgenes, o que crean realidades que a pesar de las primeras apariencias acaban cayendo irremediablemente en lo negro.

Así y todo, tanto Chirbes con su novela al más puro estilo del realismo español que mama de Galdos, como Braulio con su novela negra con ciertos toques exotéricos de fondo tan en boga últimamente en el género aprovechan la eficacia del pantano, la ciénaga, como alegoría del lugar al que va a parar aquello que nadie quiere ver, terreno donde se ocultan, o tratan de ocultar todo tipo de secretos, tantos como las alimañas que también se ocultan  entre su vegetación, en el fondo de sus aguas opacas o las miasmas que desprenden los cuerpos putrefactos que nadie sabe cómo han ido a parar ahí. Una figura tan perfecta como ilustrativa, ya no sólo de un lugar y una épocas concretas, sino incluso del trascurso de la Historia en su lado más negro, pues como bien indicaba el propio Chirbes, el pantano viene a ser una superposición estratigráfica de todo aquello de lo que a lo largo de diferentes periodos de la Historia se han querido deshacer aquellas personas que algo tenían que ocultar, esto es, desde los cadáveres de los esclavos romanos que trabajaban en las marismas, los de los moriscos asesinados por sus envidiosos vecinos cristianos antes de la expulsión definitiva de los primeros, los de los enfermos o no por las diferentes epidemias de malaria habidas hasta hace apenas doscientos años, los de los soldados asesinados por los guerrilleros durante la Guerra contra el francés y de ese modo también los de todos los perdedores de las diferentes guerras y revueltas desde entonces hasta llegar a la Guerra Civil, y  así hasta nuestros días de vino y rosas con la mafia institucionalizada en la administración y sus cómplices del mundo de la construcción, los cuales no dudan en recurrir a los servicios de esa otra más tradicional o formal de origen italiano, ruso, albanokosovar o de dónde sea, por un decir, al objeto de deshacerse de ciertos individuos molestos cuya falta nadie parece echar de menos. Y de ese modo, cómo no determinar entonces que, al igual que la estratigrafía arqueológica al uso nos aporta todo tipo de información genérica sobre los usos y costumbres de los habitantes de un yacimiento, la estratigrafía pantanosa serviría también para hacer otro tanto con los usos y costumbres históricos de lo que también llamaremos el “género negro”.

Txema Arinas

Berroztegieta, Álava – 11/07/2016

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