Cuando éramos jóvenes, incluso críos, eso que llaman fenómenos de masas de la música española eran las giras que hacían el Miguel Ríos, el Victor Manuel y Ana Belén, Sabina, Mecano, puede que también El Último de la Fila, Loquillo, Los Rodríguez y a saber cuántos más. En mi entorno, y con la excepción de Sabina por su carisma poético y golferas, renegábamos de todos ellos como Luis Enrique de su pasado madridista. Simplemente no eran de nuestro rollo, más tirando al rock-punk y/o alternativo, con ínfulas socio-políticas y así, tipo The Clash, Stiff Little Fingers o el postureo macarra con algo de lírica de los Ramones, y por supuestísimo que la mayor parte de lo que se hacía en casa: Hertzainak, La Polla, Eskorbuto, Tijuana, Potato, Barricada y en ese plan tan "alegre y combativo". Eso en cuando a los gustos de la manada, que ya luego a otros en privado y en plan exquisito nos daba por escuchar mucho dinosaurio del blues, las grandes reinonas del soul, el ska de los Specials o Madness, el reaggae del Marley, UB40, Taj Mahal, algún ratito a lo Frank Zappa, y mucha, mucho rock-pop british de los sesenta y setenta, The Who, The Kinks, Small Faces, The Jam y todo lo que hizo después el Waller y mucho de lo que se hacía en vernáculo, confieso haber tenido discos de Itoitz... Pero la música española, con las contadas excepciones de Siniestro Total, el rock urbano y poco más, simple y llanamente nos daba por culo, casi que la música de la metrópoli, enésimo ejemplo de asimilación cultural y bla, bla, bla. Vamos, la mandanga de los años mozos, convulsos, de humo de diversas procedencias. Un rechazo que, sí, era fruto tanto de nuestro cacao mental de entonces como de la convicción de que lo que triunfaba en aquella España de los 80-90, lo que congregaba masas ingentes de jovenzuelos sin conciencia política ni espíritu rebelde alguno, sonaba esencialmente a rancio, relamido, repulsivamente convencional y hasta alienante, casi que subvencionado por el ministerio del Interior o por el estilo. Ya luego con el tiempo te das cuenta de que también había verdaderos artistas entre los que entonces rompían la pana, que se decía, siquiera por alguno de los creadores de temas que han dado en míticos y que todo cristo puede tararear con un par de cervezas encima. El resto simplemente ha pasado al más absoluto de los olvidos porque la calidad musical era ínfima y las letras como para echarse a llorar por puro grimosas. Pues bien, qué decir, pensar, sentenciar, acerca de la música española para masas, que se dice, que de cualquier otro tipo o género existen verdaderos artistazos que mal que bien van sacando una carrera adelante y haciéndose trabajo tras trabajo su cohorte de fieles hasta la muerte, cuando sabes que hoy en día lo más parecido a aquellos conciertazos de las estrellas en la cresta de la ola (pienso en la gira de Miguel Rios "El rock de una noche de verano" con Luz Casal y Leño como teloneros o los llenazos en Las Ventas de Sabina), son las verbenas por todo lo alto de los chicos de la primera edición de OT. Algo así como si de lo popular, pero con calidad y verdadero oficio e incluso arte, se hubiera pasado directamente y por la vía del karaoke y la ramplonería musical más absoluta y premeditada, a lo populachero.
lunes, 7 de noviembre de 2016
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