domingo, 30 de mayo de 2021

LO DE LOS ÚLTIMOS DÍAS


Leo que arrecian las protestas contra Bolsonaro en Brasil por su caótica o nula gestión de la pandemia, "uma gripezinha" decía él, la carencia de vacunas y el ataque sin parangón a las políticas sociales, su apoyo sin reservas a la deforestación del Amazonas, su inquina a todo grupo étnico que no sea el suyo, su fanatismo religioso, su... Pero, lo más patético de todo, porque de curioso o paradójico no tiene nada conociendo el percal humano, es leer o escuchar las declaraciones de brasileños que confiesan estar decepcionados con el presidente que votaron, aquí yo añado que en masa, no lo olvidemos.
¿Votaste a un fascista confeso que se vanagloriaba de su desprecio hacia los derechos humanos, que no tenía vergüenza en presumir de su ideario racista y clasista, que hacía ostentación de su querencia por el gatillo como el método más eficaz para resolver conflictos, que no le dolían prendas en reconocer que su ideario esencialmente darwinista consistía en favorecer a los poderosos en detrimento de los humildes, que supeditaba cualquier consideración moral o ética a su fanatismo evangelista, que no tenía vergüenza en afirmar que para él no existen adversarios sino solo enemigos a los que ya iría quitando todo tipo de derechos... y te extrañas, incluso sales a la calle a quejarte porque, vaya por Dios, acabas de darte cuenta de que el fascista Bolsonaro es eso, un fascista genocida?
En fin, nada nuevo bajo el sol a cuenta de las maravillas de la condición humana y así. Ahora, ni qué decir tiene que viendo lo de Bolsonaro resulta prácticamente imposible no hacer una extrapolación con lo que probablemente sucederá a no más tardar en cierta comunidad española cuando los ciudadanos que votaron a cierta candidata chupiguay, la María Pineda de la libertad para tomar cañas y así, descubran que, vaya por Dios, tienen que sufragarse la sanidad, educación y todo tipo de recursos de los que antes se encargaban las instituciones según el principio de solidaridad, dado que en el paraíso liberal del que cada cual se pague lo suyo, no todos tienen la suerte de disponer de la renta suficiente que hace más libres a unos que otros.




Ahora toca demonizar la pornografía. Yo no sé qué puede tener en contra de la pornografía una persona en su sano juicio de no ser un talibán en versión memo con boleto explosivo para el paraíso con sus 72 huríes, meapilas opusita con su correspondiente cilicio mental y por el estilo. La pornografía solo es un estimulo visual previo a la masturbación, para algunos incluso para el coito. Pero, será el signo de los nuevos tiempos con su mojigatería de nuevo cuño, de la cual, por cierto, Facebook suele ser uno de los exponentes más ridículos que hay, pura hipocresía puritana que censura pezones o vergas erectas a petición del mentecato reprimido y liberticida de turno mientras permite toda la mierda fascista que inunda/apesta las redes. El consumo de la pornografía es un ejercicio de la libertad individual de cada cual, según sus gustos o necesidades. Qué le importará a nadie cómo gestiona cada cual su sexualidad.

Pero es que, además, el consumo de pornografía no es solo un acto íntimo o privado, también puede serlo colectivo, una excusa como cualquier otra para sociabilizarse, esto es, conocer gente o estrechar lazos con los que ya conoces.

Eso último pasa sobre todo en la adolescencia. Razón por la que hoy, mientras leía la diatriba del reverendo mediático de turno cuyo nombre omito por puro asco, he rememorado el campeonato de pajas que solía celebrar con mis compis del cole en el camarote de casa de Abendaño, el cual, como apenas era utilizado por mis padres, quedó a mi entera disposición desde el momento en el que me hice subrepticiamente con la llave.

Al fin y al cabo, a qué otra cosa se entrega un adolescente con verdadera devoción si no es a machacársela. Pues hasta allí subíamos los cuatro o cinco amigotes tras habernos surtido en la librería Beyena de la calle Gorbea, en realidad un garaje en el que había desplegadas una larga mesa donde los dueños exponían, junto con los periódicos y revistas de entonces, el material pornográfico que estimulaba la libidinosidad de los mirones que allí paraban. Dicho de otro modo, que mientras unos tratábamos de despistar al kioskero con todo tipo de argucias, otros se encargaban de sustraer las revistas porno expuestas sobre la mesa o colgadas con pinzas sobre la cuerda de una especie de tendero. Ya luego subíamos hasta el camarote vacío de mi casa. Una vez allí, y tras comprobar lo engorroso que resultaba pelársela con una mano mientras con la otra se sujetaba la revista, decidimos engalanar la pared de enfrente con las fotos que juzgábamos más estimulantes de entre todas las hojas de las revistas sustraídas. Muchas de esas fotos permanecerían colgadas de la pared del camarote durante meses, como que estoy en un tris de confesar que, en cuanto a relaciones de pareja, la mantenida con las aquellas chavalas de las fotos ha sido la más estable y duradera que he tenido antes de conocer a mi actual esposa. Lo que venía a continuación era una loca carrera a ver quién se corría el primero y ganaba la correspondiente apuesta. Nada del otro mundo, por supuesto, pero para unos críos como nosotros una de esas cosas que dicen que te preparan para la vida en plan darwiniano o casi. Parece una tontería, y seguro que lo es, pero, visto desde la distancia de los años, aquella sana competición reflejaba mejor que bien la personalidad de cada cual, siquiera aquella todavía por perfilarse, y en especial aquellos pequeños detalles que acabarían distanciándonos o no. De ese modo, el más vivo de la cuadrilla siempre acababa primero, el amigo Jtx sin ir más lejos. Luego estaba el que salía disparado de la meta, pero al que en seguida le entraba la pájara, que todo lo hacía igual, el amigo Nabo, mote que hace alusión precisamente al instrumento con el que tenía que emplearse y que demuestra literalmente que el tocino no tiene nada ver con la velocidad. También teníamos al taimado por naturaleza, el más falso que Judas, que nunca sabías si se había corrido o no porque siempre se lo callaba: "no, si yo ya acabé hace un rato". Y luego estaba, por supuesto, el eterno perdedor, I, el que siempre llegaba el último porque ese día a su madre le había dado por echarle bromuro en la comida, no tenía fuerzas porque llevaba toda la semana de ejercicios espirituales, se había comido un tarro entero de guindillas para desayunar o cualquier otra cosa por el estilo. Y por lo que a mí me concierne, pues oye, ni una cosa ni la otra, o todo lo contrario, a vosotros qué coño os importa.

En fin, nostalgia de la mocedad pajera o pasajera, yo qué sé. Pero eso sí, que no me demonicen la pornografía los mojigatos de nuevo cuño empeñados en hacer de sus propios prejuicios la norma para todos los demás. Pienso sobre todo en esas nuevas hornadas de jóvenes puritanos que parecen dedicar más tiempo a encontrar motivo de escándalo en todo con la excusa de lo políticamente correcto, a ejercer de Savonarolas de su época, que en pelársela, o que se la pelen, como reclama a esas edades y a todas horas la madre naturaleza.






- Pase lo del indulto del golpista Judas y sus rollos macabeos, el de los mercaderes que se quedaron con el dinero del templo o el de los contratistas de las obras de Herodes el Grande, incluso el indulto de los terroristas zelotes que provocaron la última guerra contra los romanos. Pero, ¿Indultar al Galileo? ¡Jamás! No solo no ha perdido perdón por proclamarse rey de todos los judíos, sino que además sigue erre que erre diciendo que es hijo de Dios y que su reino no es de este mundo.
-...
-¿Cómo, qué nos habéis llamado?
-...
- Pues sí, fariseos. ¡Y a mucha honra!






 La gente que se dice corriente

sería y formal,
la de los dos dedos de frente,
que siempre sabe,
lo que de verdad te conviene,
vende consejos.
Qué hostias digo, los impone,
por tu bien, claro,
eso siempre tenlo en mente,
no te equivoques.
Ellos saben lo que es importante,
no como tú,
que siempre estas a lo que viene,
en tus mundos.
Un sueño que ya no se sostiene,
tira ya la toalla,
sí, no te vayas por la tangente,
únete al rebaño,
Jódete, también tú eres gente





Llevo ya varios días solo en casa con los críos en casa desde que mi mujer se fue a Galicia a ver a su hermana y a su sobrina de menos de un año de miércoles a miércoles. No es la primera vez que me quedo a solas con ellos una semana o más, ni mucho menos; pero, sí es la primera que el pequeño me pide salir un viernes a la tarde con sus colegas al igual que su hermano. Nada que objetar, más bien al contrario, ya era hora de que se despegara de la pantalla para estar con sus compis de cuerpo presente. Sin embargo, y como nada puede ser normal con este puto crío, resulta que ayer me estuvo machacando toda la comida con su miedo a ser atracado porque también era la primera vez que le daba dinero para comprarse no sé qué cromos, que a ver qué tenía que hacer si le asaltaban. Yo, recurriendo a mi propia experiencia, le contesté que, por respeto a nuestra tradición familiar y así, procurara darse de hostias con sus asaltantes hasta que estos desistieran en su empeño por puro cansancio. Luego ya, para estimularlo como hacían conmigo de pequeño, le dije que era mejor que le partiesen la cara en la calle que llegar a casa sin las vueltas si no quería que lo corriera con el cinto por toda la casa: educación emocional que se llama, por lo del miedo a lo que te pueda pasar luego en casa si no haces lo que quieren tus progenitores... EL canijo, por supuesto, me mandó de inmediato a tomar por culo tal y como suele ser la costumbre entre nosotros; educación interactiva o yo qué sé: "a ver si te voy a dar yo..." Luego ya su hermano mayor le puso al tanto de por dónde no tenía que ir para no ser asaltado y cómo debía actuar en el caso de que sí. Para eso están los hermanos mayores, ¿no?, yo con limpiar su mierda, hacerles la comida y poner orden cuando se cascan entre ellos creo que ya tengo de sobra...
Con lo que llegamos a la pesadilla de esta noche. Casi que estaba cantado. No estoy muy seguro si era yo o mi sosias de once o doce años -tampoco puedo estar al corriente de todo lo que atañe a mis hijos, procuro no ser un padre posesivo...- Pero, el caso es que uno de los dos estaba en la calle Gorbea de Vitoria, recién acababa de comprar unos cromos en lo de Beyena, y, cómo no, de repente se me plantan delante unos chanos, que es como decíamos en Gasteiz a los quinquis de pacotilla, supongo que, si no era el Córdoba, sería uno de su pandilla o así. Pues nada, pies en polvorosa porque lo de partirse la cara con unos tipos que me triplicaban la edad como que no. Eso y que, después de cagarme en la puta madre de cada uno de ellos, lo de intentar discutir las cosas civilizadamente como que no. Una carrera a lo "corre o revienta que si no ya se encargarán ellos de que lo hagas por detrás" a lo largo de las calles de mi infancia: Gorbea, Bruno Villarreal, Beethoven, Cruz Blanca, Plaza Zaldiaran, Domingo Beltrán, Beato T. de Zumárraga y desde allí tirando hacia el Seminario, o puede que ya directamente hacia la Sierra de Badaya, a esconderme en el monte hasta la noche o la semana siguiente.
Sí, ya, la típica persecución desquiciada de cualquier pesadilla que se precie. Puede, pero lo curioso es que esta vez venía con banda sonora incluida. Sin ir más lejos el Baba O´Riley de The Who. Qué raro, si hace siglos que no oía a The Who. Pero, ¡oh!, maravilloso subconsciente, resulta que esa era la música que escuchaba compulsivamente cuando era un mico, no de doce tacos, pero sí de trece o catorce. La banda sonora de mi preadolescencia. En cualquier caso, ya no sé si he tenido una pesadilla o he soñado un videoclip.
Así que nada más levantarme a eso de las siete y pico me he puesto a ver el vídeo que cuelgo a continuación. Casi me emociono -digo casi porque para los del norte reconocer públicamente que nos emocionamos con según qué pijadas nos incomoda bastante; putos jesuitas...- al ver de nuevo al Pete Townshend pegando saltos con la guitarra, el Keith Moon destrozando la batería, John Entwistle al bajo y... bueno, la verdad es que jamás me cayó bien el cabezón chuloputas del Roger Daltrey, ni a mí ni a nadie que no fuera una grupy lobotomizada, pero es la voz del grupo y sin ella The Who no es The Who.
De cualquier modo, me pongo a ver el vídeo y, cuál es mi sorpresa, que, nada más ver al Townshend hacer el bobo con la guitarra sobre el escenario, me digo: "no me lo puedo creer, o es el canijo o soy yo; pero, no hay duda, somos ambos haciendo el gamba con la guitarra de su hermano para tocarle los cojones parodiando a los músicos de rock, sí, temblor de glúteos incluido. Así que por si acaso, porque yo ya sé que estoy limpio, voy a registrar un poco el ordenador del enano, no vaya a ser que tenga cosas raras...
Out here in the fields
I fight for my meals
I get my back into my living
I don't need to fight
To prove I'm right
I don't need to be forgiven
Yeah, yeah, yeah, yeah, yeah, yeah
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