viernes, 10 de diciembre de 2021

EN MEDIO DE AQUELLAS MANIFAS QUE CONMOVIERON AL MUNDO

 


  Este pasado lunes bromeaba con mi hijo mayor porque volvíamos de Vitoria a Oviedo y él se quejaba de que no le daba tiempo para acudir a la manifestación convocada a la tarde como protesta por el ataque homófobo del sábado a la noche en una discoteca. Bromeaba asegurándole que si quería podíamos pisar el acelerador para intentar llegar por lo pelos a Oviedo y que ya luego podía ir él corriendo hasta la mani y ponerse en cabeza con sus colegas del Sindicato de Estudiantes. Bromeaba diciéndole que la militancia siempre supone un sacrificio, que el que lucha por una causa tiene que estar dispuesto a todo por ella y, sobre todo, que no se preocupara si acababa algún día en el calabozo porque yo siempre iba a estar con él, orgulloso y tal..., siempre que no hubiera que pagar una fianza, que eso ya con la paga que le da su abuela de Vitoria cada tres semanas para financiar su amor de nieto.

 Bromeaba como he hecho otras veces cuando le amenazo con acompañarle a una mani al objeto de supervisar cómo se desenvuelve en estas, si cumple con lo que yo considero el manual del perfecto manifestante de acuerdo con mi experiencia de décadas en dichos lances. 

 Así que no es extraño, no podía fallar, que una de estas noches acabara soñando que me encontraba con mi hijo mayor en medio de una manifestación. Y claro, qué careto tenía el chaval esta noche en mis sueños, menuda le había caído al pobre con su viejo al lado dándole la chapa todo el rato a cuenta de si había que gritar más fuerte, que si las consignas debían ser originales, divertidas y sobre todo provocativos, si había que arreciar los gritos, pitidos e insultos cuando se pasaba delante de determinado edificios públicos como el gobierno civil, el parlamento local, sedes de partidos o la comisaría tal o cual. Por no hablar de la indumentaria reglamentaria en estos casos; ropa oscura y a ser posible con capucha y cuellos altos o bufandas por encima de la napia -el palestino parece haber pasado ya de moda- para dificultar la identificación, zapatillas de deporte para poder salir por patas sin riesgo de pisar mal y caer al suelo con la pasma a tus espaldas, y, ya muy en especial, lo que había que decir, o sobre todo no decir, en el caso de que al final los miembros de las fuerzas represivas de rigor acabaran echándole el guante con su correspondiente somanta de palos.

- Es que os veo muy apáticos. ¿Por qué no gritáis más alto y con más vehemencia? Parecéis penitentes en una procesión. ¿Y los pitidos? Acaba de pasar por la acera una señora con abrigo de visón y vosotros nada, callados como putas. ¿Y las piedras? ¿Dónde tenéis las piedras para cuando pasemos delante de la sede del...?

- ¿Te vas a callar de una puta vez? No queremos provocar ni caer en provocaciones. Es una manifestación pacífica.

- No existen las manifestaciones pacíficas. Desfilar por la calle sin provocar el miedo o la rabia de la autoridad no es manifestarse sino ir de romería.

- Ya te vale, eso sería en tu tiempo. Ahora las cosas se hacen...

- ¿A medias como con todo?

- ¡Joder qué plasta!

- En mis tiempos...

- Sí, ya sé, ya, en tus tiempos salíais a manifestaros bajo la nieve en alegre "kalejira" por la calles de San Petersburgo al grito de "¡Abajo la guerra!", "¡Muera la autocracia!", hasta que os cerraba el paso una guarnición de caballería mandada por el Zar para reprimiros, y luego...

- Pues sí, listillo, sí. Mira, un estilo a lo que ahora nos encontramos a ahí delante en la plaza de la Escandalera.

- ¡Hostia, hostia! ¿Quiénes son esos, por qué van a caballo!

- Hijo, de verdad, mira qué eres nuevo. Se trata de la guarnición de húsares Emperador Nicolas II de Rusia, alías el Westfaliano. Todo un honor para los cuatro gatos que hemos salido a montarla.

- ¿A montarla?

- Por supuesto. Venga, coge esta piedra y haz como yo. Pero procura tirar a la cabeza del soldado, no le vayas a dar al caballo.

- ¡CORRE, AITA, CORRE!

 Huelga decir que me he despertado justo cuando tenía encima a un húsar a caballo dispuesto a soltarme un mandoble con su sable tras haberme resbalado por culpa de la nieve; puto temporal. En fin, qué mal trago, si no me he caído de la cama ha sido de puro milagro. Ha sido despertarme y jugar que no volvería a darle la chapa a mi hijo con el tema y mucho menos chotearme de nada que tenga que ver con su compromiso político o lo que sea.

 

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