miércoles, 19 de abril de 2023

PESADILLA EN NANCLARES DE OCA


No es viernes pero va la pesadilla que he tenido hace unas horas porque esta sí que es de veras y tal. Resulta que voy en un coche con mi mujer, nuestros dos críos y mi suegra en dirección a Nanclares de Oca. ¿Adónde, cómo, y sobre todo a santo de qué si yo no he vuelto a ese pueblo desde que hace ya la tira de años un primo mío tuvo la genial idea de comprarse un adosado -motivo por el que siempre le preguntábamos si lo había hecho para tener la casa cerca cuando lo acabaran metiendo en la cárcel por la que era conocido Nanclares cuando le dieran el tercer grado y así- antes de venderla para volverse por enésima vez a Venezuela.
El caso es que se nos jode el coche a la entrada del pueblo y tenemos que bajarnos para salir a la carrera con la intención de atravesar el pueblo lo más rápido posible a fin de llegar a casa, supongo que a la de mi madre no muy lejos de allí. Sin embargo, vemos que mi suegra se rezaga demasiado porque dice que le duele una pierna.
- ¡Ya está como en Berlín, todo el rato esperándola! -sueltan los niños de repente.
- No podemos esperarla, tendrás que llevarla a hombros -comenta mi mujer lo que yo, como de costumbre, entiendo al instante como una orden.
- ¿En serio?
Pues nada, me pongo a la vieja a arrikotes y seguimos con nuestra carrera por las calles de Nanclares como pollos sin cabeza.
- Anda, mira qué bien se lo monta la yaya -vuelven a comentar a sus nietos.
En ese momento miro hacia arriba y descubro que mi suegra se está fumando un puro habano con una mano y que con la otra sujeta un katxi de cerveza. Claro que tampoco me resulta nada extraño, así que sigo con ella encima a la carrera. En ese momento paro a un paisano para preguntarle por la salida del pueblo.
- Pero antes de dejar el pueblo deberíais echar una mirada a los monumentos que tenemos aquí.
- ¿Qué monumentos? -pregunto con el escepticismo del hijo de alguien que siempre decía que Nanclares de Oca era el pueblo más feo de toda la provincia de Álava.
- Pues sin ir más lejos el palacio que se ve al fondo.
En efecto, atisbamos una casa enorme -eso de palacio se supone la típica exageración de los lugareños-, si bien más típica de un cuento de misterio de Edgar Allan Poe que de un pueblo de la Llanada occidental.
- ¡Dios santo! La verdad es que da un poco de yuyu - comenta mi mujer-, parece una casa encantada.
- ¿Y si dejamos a tu madre ahí? Así ya pueden presumir de que vive una bruja dentro.
- No seas malo, Txemita, que la gente de este pueblo no te ha hecho nada.
- También es verdad, eso y que, claro, la casa luego ya no estaría tan "encantada".
Así que seguimos buscando la salida del pueblo y vamos a parar junto a un mercado con varios puestos de mierdas de esas que dicen de artesanía. Y como no puede ser de otra manera, va mi mujer y se para a echar una mirada en uno donde venden lobitos de madera.
- ¡Oye, que llevo tu madre a arrikotes desde hace un rato largo y ya no puedo más!
- ¿Te quieres esperar? Tú y tus putas prisas.
- Mira, me duele la espalda que no veas. Lo siento, a tomar por culo con la vieja.
Justo en ese momento me despierto con un dolor terrible en el brazo malo que tenía mal puesto debajo de la almohada mientras dormía abrazado a mi señora en la cama porque estamos en casa de mi madre y, a diferencia de Oviedo, aquí todavía hace un frío por las noches que pela, como que me he levantado ya con un resfriado de bienvenida. Pues eso, ¿algún freudiano en la sala?

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