martes, 12 de marzo de 2024

SUEÑOS DE UN TRIPÓN


 

    Esta noche he soñado que estaba de vuelta a Roma con la mujer de mi vida; de momento, claro, que la vida es muy larga y a mí me encanta ganarme broncas por la face. Pero, no han sido imágenes, recuerdos, de dos enamorados paseando de la mano por la Piazza di Spagna, en el Foro o echando risas desde un rincón del Coliseo, no. Ni siquiera con aquellos polvos gloriosos en el hotel de tercera en un barrio que bien se podía haber llamado "Vaffanculo" por lo lejos que estaba del centro. He soñado con el platazo de spaguetti a la marinara que nos zampamos en un restaurante, no especialmente fino y todavía menos turístico con sólo echarle una vista al paisanaje, del Trastevere. Con todo, cabe la posibilidad de que en realidad haya soñado con los espagueti que se estaba zampando en la mesa del al lado un barrilete digno de una peli del neorrealismo italiano ese, siquiera de un episodio de Los Soprano, había más espaguetis sobre su camisa que en el plato.


Pero inmediatamente después también he soñado con otros espaguetis, los que devoré en Tunez capital con mis amiguitos, boloñesa de camello incluida, de puro hambre y agotamiento.

Y a continuación un glorioso kus-kus de cordero en Fez con otro de la vieja cuadrilla tras una dura jornada de turisteo por la medina y la correspondiente visita a lo del cuero de marras, menuda peste, la del sitio y también la de algún que otro desde entonces una vez al mes intentó reproducir el momento sin kuskusera ni nada, a tope con el "ras al hanut", me encanta.

También he soñado con las jamadas en Senegal, litros de cerveza La Gazelle y mucho pollo y pescado a la parrilla con montañas de arroz blanco.

He soñado incluso con la paella de mi tía en Caracas, que ni cocina como para tirar cohetes ni nada por el estilo, pero que después de un mes a merced de la gastronomía venezolana, esto es, de arepas por un tubo, que al principio pase, pero...

Y no podían faltar los rognons de veau a la moutarde en un coqueto bistrot de Burdeos, de esos con menú a tiza en la pizarra y camarero borde francés que te cagas, sí, ya, qué obviedad, en compañía también de la mujer de mi vida, la cual todavía comenta lo mucho que disfrutó viéndome sudar de calor y felicidad.

Y no podía faltar aquel gulash explosivo en otro coqueto restaurante o casi de Praga en mitad de un patio precioso, acompañado con media docena de jarras de cervezas para mitigar el picante, y eso yo, que si no me echo guindilla en el café del desayuno es porque no procede y además tengo que controlar la tensión.

Qué decir de aquel exótico plato de perca con no sé qué salsa que de puro tierna y roja parecía ternera en Budapest. Allí tuve una de esas discusiones impuestas con una pareja de León acerca de la política vasca. Antológica, si en ese momento llega a pasar Otegi por el Danubio igual hasta me da un abrazo; claro que yo soy capaz de tirarlo de un empujón al Danubio.

Y no podía despertarme sin que subconsciente me recordara el arroz con bacalhau en la Baixa de Lisboa que de puro meloso y regado con abundante vinho verde me hizo empezar a concebir en serio que la que estaba sentada a la mesa conmigo podía ser la definitiva. Aquí me voy a ahorrar lo del mejor polvo de la Historia en una cama de un hotelazo a las afueras lisboetas porque tampoco he venido a dar envidia. Si eso mejor escribir de un "bacalhau á Brás" en la Alfama de Lisboa primorosamente desmigado, sus patatas pajas, su cebollica, sus aceitunitas negras y el huevo batido en el antro al que más tarde hemos intentado volver y, oye, como si hubiera sido un sueño.

Ha sido un repaso gastronómico tan placentero, siquiera por primera vez en sueños, que hasta me he acordado de un "irish stew" con la moza de la que hablaba antes en un pub de Dublín junto al "Ha´penny Bridge" y que, sin ser ninguna maravilla gastronómica, o más bien todo lo contrario, me supo a gloria después de varios días de comida basura, la cual suele ser, así en resumidas cuentas, lo que comen a diario por allí.

Pues oye, te puedes que creer que, a pesar de ser viernes y por lo tanto el día en el que intento improvisar un plato de pasta para toda la familia echando mano de las recetas del Youtube, Instagram, la Enciclopedia ilustrada de la pasta o de donde sea, me he levantado, creo que por primera vez en mi anodina existencia, sin hambre y todavía menos ganas de meterme en la cocina.

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