jueves, 13 de junio de 2024

LA FERIA Y LA LLUVIA


 

    Como no podía ser de otra manera, esta noche he soñado con la primera vez que acudí a la Feria del Libro de Bilbao. En realidad lo de esta noche ha sido una mezcla de recuerdos y el delirio al uso en mis pesadillas. Resulta que me encontraba en la caseta de una famosa librería de la villa en la que nos encontrábamos varios escritores intentando atraer la atención del público sobre nuestros libros al estilo de las verduleras del mercado. Los había, por supuesto, más duchos que otros en semejantes lides. De hecho había verdaderos profesionales de la venta directa al público, en plan: "Por la compra de dos de mis libros le hago un hijo o le friego los platos durante un mes." En fin, cosas de esas. Y claro, yo no sólo un novato sino además el peor de todos porque esas cosas me dan mucha "lacha", que dicen por Tierra Estella y alrededores. Y me la daba porque ni tengo mañas de vendedor de zoco, tampoco de comprador, que anda que no me he agobiado poco ni nada en los de Egipto, Marruecos, Túnez y así, y todavía menos la suficiente convicción en nada de lo que hago como para convencer al personal de que el mío merecía la pena y no el libro de el de al lado. Eso hace ya años, ahora ya tengo un poquito más; de desvergüenza digo. Pero entonces me veía un impostor -puede que todavía, aunque, la verdad sea dicha, ahora ya me la pela bastante- al lado de gente que llevaba tiempo vendiendo libros como el que vende casas de lujo en Marbella o manojos de calcetines, calzoncillos o bragas a precio de escándalo en un mercadillo gitano.

Y en eso que de repente hace acto de presencia una de las estrellas del momento en esto de la biblomercadotecnia, la autora que entonces la estaba petando con su trilogía falsa novela negra ambientada en el valle navarro del Baztán. Una trilogía cuya primera entrega intenté leer con el único propósito de descubrir dónde estaba la clave de su éxito. Recuerdo que dejé el libro antes incluso de la mitad porque no soportaba ni la inanidad literaria, ni el cúmulo de clichés a cuenta de todo -joder. que hasta le había inventado a la prota, una inspectora de los "forales", un novio supergringo, superguapo, superlisto, superfeminista, super..., vamos, a la carta y, sobre todo, algo mil veces más empalagoso que los famosos txantxigorris, que ya es decir-.
También es verdad que no lo digo porque lo mío fuera precisamente como para echar las campañas al vuelo. Yo no he escrito un puto libro del que pudiera estar orgulloso hasta este de TIERRAS DEL CONDE que voy a firmar mañana sábado 8 en Bilbao entre las 12:00 y las 13:00, luego ya me echan. No, porque soy consciente de que todos cojean de algo, de mucho, da igual si en lo que me atañe a mí directamente como escribidor o en cuanto a su edición, que tela. En fin, vamos aprendiendo, y si no tampoco importa; yo ya hace mucho tiempo que escribo sólo por el placer de hacerlo, y si luego se vende algo a pesar de no tener padrinos de ningún tipo y tampoco la imprescindible atención mediática, pues mejor que mejor, faltaría más.
El caso es que la figurona de la famosa trilogía a pocos metros de donde me encontraba había concentrada tal cantidad de admiradores en plan como las moscas a... a la miel, miel, que la sensación de "mindunguidad" que ya llevaba a cuestas pareció multiplicarse por diez. De modo que cuando de repente apareció mi señora en compañía de nuestro amigo el Basajaun de... todavía de Ayete, porque creo recordar que faltaban uno o dos años para que ya lo fuera de Irati, vamos, antes de que se nos hiciera navarro de las Aezkoas..., le dije a la encargada de la caseta que me salía un rato para lo del hamaiketako con unos amigos, así que hasta dentro de un par horas.
Así que nos fuimos a un bareto de lo viejo, pillamos una mesa en una terraza que hacia esquina y allí estuvimos pegando la hebra y libando unos vinos o unas sidras con algo de picoteo. Entonces estalló la tormenta y como estábamos tan a gustito allí fuera, enseguida abrimos, o nos abrieron, el toldo para resguardarnos de la lluvia. Jarreaba que daba gusto, de modo que invitamos a la pareja que teníamos al lado a que se arrimara a nuestra mesa porque veíamos que los dos mozos se estaban calando hasta los huesos. Se trataba de una pareja no gay sino de gays. Dos amigos con su cliché a cuestas, uno en plan loca super extrovertida y cabroncete, y el otro serio y formal como pocos.
- Yo es que no aguanto a esta puta loca, siempre dando la nota y poniéndome en evidencia allí por donde vamos.
El caso es que el formal aseguraba no ser gay mientras que el otro se cachondeaba de él diciendo que lo era de acuerdo con la geografía y el momento, vamos, que era homosexual de vez en cuando por la zona de ambiente de Bilbao, y completamente heterosexual cuando iba a visitar a su familia de Caparroso, en la Rivera navarra.
- Tú lo que eres es un señorito reprimido.
Y a partir de ese momento todo pullas entre ellos y cachondeo con nosotros. Eso y cotilleos a gogó por parte del notas a cuenta de los tíos que según él se había tirado, que si un directivo de la ETB, que si no sé quién del EBB, que si un pastor de Arratia... Un no parar de chascarrillos innecesarios y de escasa o nula credibilidad que, sin embargo, nos hacían estallar de tanto en tanto en carcajadas porque el chaval, la verdad sea dicha, tenía verdadera gracia. Eso y la suficientemente mala baba para intentar incomodar a su formal y estirado colega, con salidas tan manidas como:
- No le hagáis caso, él es así de serio. Como es abogado.
- ¿Abogado de qué?
- ¿De qué? De lo que tengo aquí...
En fin, una broma que sí, ya lo sé, sí, en una situación normal provocaría más lástima que otra cosa; pero que tenía su gracia allí todos "apetoguñados", que se dice en Asturias, o al menos lo dice mi señora, bajo el toldo todo ya cargado de lluvia, y sobre todo ya pasados a los cubatas. Y en eso que el notas fija toda su atención en nuestro Basajaun.
- ¿Te he dicho que a mí me encantan los "ositos"?
El colega letrado que no sabía dónde meterse, el Basajaun incómodo a la vez que intentaba disimularlo en plan: "Yo estuve en las primeras manifestaciones que se hicieron en Donosti por los derechos del colectivo cuando los únicos que las organizaban éramos los sordos...", yo aportando mi granito al triunfo del amor por encima de todo tipo de convencionalismos, y mi señora no sé yo si ya estaba debajo de la mesa o eso fue más tarde.
- Cuidado con éste que se tira todo lo que anda, corre o vuela.
Pues bien, pues otra de cubatas y un pacharán para el de Caparroso que parece que se anima. Y vaya que si se animó. A los dos pacharanes el que no decía ni esta boca es mía empezó a desgranar sus penas, "si yo os contara todo lo que..." Pues eso, la vida un valle de lágrimas y todo así. En puridad nada nuevo bajo el sol. Así que el primero en meterse dentro del bar para ir al descargar al baño fue un servidor. El segundo el amigo cachondo el cual, nada más llegar al baño donde ya estaba yo con la chorra fuera de cara a la pared, va y me saca la camisa del pantalón por detrás para meterme la mano hasta donde empieza la fosa anal, a la vez que me suelta.
- ¿Cuánto tiempo llevas casado con esa zorra?
- Todavía menos del que me gustaría.
- Qué le vamos a hacer, tenía que intentarlo.
- No, si se agradece el gesto...
Al rato salimos ambos con otra ronda de más de lo mismo.
- Esto no amaina. Habrá que pedir algo de comer.
- Sí, porque beber ya casi nos lo hemos bebido todo.
Y de lo demás sólo me acuerdo que se nos fue la tarde antes de volver a la feria para despedirme de la encargada de la caseta, momento en el que me encontré con la escritora que hacía unos años me había acompañado en la presentación en el FNAC de Bilbao de uno de los libros que más me arrepiento de haber escrito porque cojea de todo y por todas partes. Una tía majísima que nada más verme me recibe con los brazos abiertos y dos besazos.
- ¡Txema, cuánto tiempo! ¿Has vendido muchos libros?
- Pues xskjaakjshreñjarjjerjrjjadetsdg... de llover.
- ¿Cómo?
- Que esksjgjaancajoejrjdkfdfjdgjasjgjñdgj... ¡Hostia ya!
- ¿Has vuelto a beber?
- Un poquichín...
Y esa fue mi primera experiencia en la Feria del Libro de Bilbao, suerte que ya han pasado muchos años, servidor ha madurado como persona y puede que hasta como escribidor, siquiera ya sólo porque estoy convencido de que lo que firmo mañana, TIERRAS DEL CONDE, no es sólo lo mejor que he escrito, sino probablemente también lo mejor que se pueda encontrar, no ya sólo en la feria de Bilbao, sino en la de Madrid, Pamplona, Lisboa, Paris, Roma, Londres, Antananarivo o Burugogorreta.
Luego ya me he despertado y, oye, que sigue lloviendo.

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