Bueno, las cosas de palacio van despacio, qui va piano va sano e va lontano, y así en general en la consulta de mi dentista. La extracción del primer diente con su correspondiente carnicería ya para la semana que viene. Hoy apenas ha corrido la sangre, de hecho apenas he usado el hebreo para mi desahogo. Tocaba revisión del cepillado de las dos últimas dos semanas, a ver qué tal lo llevaba después de la última limpieza. Un cepillado casi perfecto, se nota que me lo tomo en serio, como que me tiro casi quince minutos en el baño cepillo en ristre. Y si no ya para la próxima después de la charleta con mi dentista, en plan fregonas y así, así de sexista, sí, acerca de cómo usar eficazmente los diferentes cepillos, el hilo dental, palillos y similares. De modo que, ya se siente, una decepción para los amantes de los relatos truculentos. Y en especial para mi hijo pequeño, que entre que mi señora tenía una reunión, el mayor clase de esto y lo otro, que no parecía muy conforme con esperarme en la terraza hasta mi vuelta, me lo he tenido que llevar a la consulta con la promesa de que allí me iban a someter a un suplicio insoportable con mucha sangre y lágrimas. "¡Pero si no te han hecho nada, si no has llorado!" Pues no, enano cabroncete, no, hoy no tocaba, si tanto te apetece me acompañas de nuevo la semana que viene. Eso y que el deber de cualquier padre es decepcionar a sus hijos en cualquier aspecto de la vida.
lunes, 15 de febrero de 2016
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