lunes, 22 de febrero de 2016

HISTORIA DE UN DIENTE




Creció como uno más, sin apenas distinguirse de sus compañeros. Pero, con el tiempo empezó ya a salirse de la fila, a no querer confundirse con el resto, en cuanto te fijabas un poco veías que no era como los demás, que siempre estaba movido, que iba a su aire, lo suyo era dar el cante como fuera. Y si a eso le añadimos que no llevó una especialmente ordenada, que era muy de morder lo que no tenía que morder, que prefería las compañías extrañas, que mordía lo primero que pillaba a diferencia del resto de sus compañeros, siempre tan recatados, tan de marcar el paso al ritmo que les imponían; pues, cómo extrañarse luego de que tarde o temprano que e infectara de un virus que poco a poco le obligó a alejarse cada vez más de los suyos, como que casi estuvo a punto de desprenderse por sí mismo. Pero no, con todo ahí estaba, sujeto al resto, si bien ya tan desplazado e infectado que no hacía sino causar todo tipo de problemas, verdaderos y literales quebraderos de cabeza. Daba mala imagen, era problemático y además no tenía propósito de enmienda. Así pues, no quedó otra que extirparlo para siempre, arrancarlo de la compañía de aquellos con los que ya no se entendía de ninguna manera. La extracción del diente no implicó otra complicación que una hemorragia en el hueco que éste dejaba, la cual fue enseguida cortada mediante la aplicación de puntos y un coágulo artificial. Lo peor viene ahora que él ya no está, su vació deja una herida que duele, duele mucho; pero bueno, nada que no cure el tiempo y que no mitiguen el ibuprofeno o el paracetamol. De hecho, su hueco pronto será cubierto por otro diente artificial, alguien especialmente ideado para que no se salga de la fila, no dé el cante, alguien comme il faut. Porque la insurgencia dental está muy bien, o al menos tiene su punto. Sobre todo cuando le enseñas el diente salido y amarillo a tu hijo pequeño o a la vecina de enfrente y pegan un grito porque creen que eres un vampiro. Pero luego a la larga, ya te digo, entre la halitosis, las jaquecas y que tu mujer dice que te bese tu madre, pues no compensa, no. Y es una pena.

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