jueves, 7 de abril de 2016

LAS FUNCIONATAS



Haciendo cola en la ventanilla de información de un ambulatorio. Tres funcionatas atienden a una larga cola de pacientes, la mayoría jubilados. Van lentos, siempre van lentos, sobre todo porque cada dos por tres las funcionatas se ponen a hablar entre ellas delante del público como si estos estuvieran allí de adorno. De hecho, tras mucho esperar a que una de ellas termine de atender a una señora mayor, y cuando ya parece que por fin le llega su turno al abuelete que tengo delante, de repente a la funcionata se le enciende una bombilla.

-¿Tu nun yes la madre de Cuadonga? Cuánto tiempu, muyer. ¿Qué tal ta la to fía? Va tantu tiempu que nun la veo.

Y claro, la madre que pone al día a la funcionata sobre las cosas de la Cova, creo que más o menos de las de hace ya una década. Así que le cedo mi turno al abuelete, que pase él primero, que no se preocupe, que no hay tres filas, que las tres son la misma y que ya le toca. Y en eso que parece que por fin lo van a atender, pues, cágate lorito, que va la funcionata que tiene delante de sus narices, se levanta y desaparece para regresar casi que al instante, sin la bata y vestida de calle. Que ya es su hora y viene a despedirse de sus colegas dejando al abuelo con la palabra en la boca. Yo alucino en colores. El abuelo parece que no tanto, vamos, parece acostumbrado, supongo que tras décadas de brega con el personal. Y entonces llega mi turno.

-Hola, venía a recoger...

-Perdona, ¿puedes esperar un momentín que tengo que ordenar estos papeles?

Y en eso que miro de soslayo al abuelo y creo ver una sonrisa dibujada en su rostro que viene a decir: "pobretín, no sabes tú la que te espera ni nada..."


Eso y lo mucho que se les nota que tratan en su mayoría con gente mayor, por lo general no muy dada a montarla y así (y ahora el apostillador compulsivo con lo de «pues yo soy jubileta y a mí nadie...» o «mi yayo, que lucho en la Guerra de los Boers... »)

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