martes, 16 de agosto de 2016

FERRAGOSTO



Parece que hemos amanecido con una bajada de temperaturas, que por fin tenemos un respiro, porque lo de ayer fue un Ferragosto de libro, y no sólo por la fecha, sino casi también por lo tórrido y sobre todo desacostumbrado en Asturias. Y sí, ayer paseando por el centro de Oviedo, porque como para aprovechar el festivo para ir a la playa con éstas a rebosar y encima operación salida o regreso de mediados de agosto, me acordaba de la película Pranzo di ferragosto de Gianni di Gregorio, 2008, la cual, sin nada del otro mundo, también me pareció en su momento una delicia por su sencillez y sobre todo su afilado y tierno retrato de personajes, en especial el del propio Di Grigorio y su encogida manera de enfrentarse a los pequeños engorros cotidianos e imprevistos del día más caluroso del año.

Luego ya a la tarde decidimos llevar los críos al cine, a que vieran la película del verano para ellos, Mascotas; una escusa como cualquier otra para estar a la fresca. Ya sé que la cartelera en verano es lo que es, pero acaso tampoco ya muy distinta de lo que viene a ser el resto del año. Uno, que siempre ha sido o ha aspirado a cinéfilo siquiera por pura curiosidad, ve los carteles que anuncian recientes y próximos estrenos y se le cae el alma al suelo. La tercera o cuarta secuela de Los Visitantes con Jean Reno y Christian Clavier en plan exprimir hasta lo indecible la fórmula del éxito de la primera, la quinta o sexta de ICE AGE para más de lo mismo, una comedieta española de policías que justifica en gran parte la inquina de los españoles hacia su propio cine, versiones o refritos de películas de terror , romántibobas y otros géneros menores. Si digo que me creo que nos encontramos ante una de las épocas de mayor sequía creativa en la industria del cine seguro que alguien me tacha en seguida de abuelo cebolleta o en vías de serlo. Pero no lo puedo evitar, anoche en uno de esos canales televisivos que uno no sabía ni que existían, echaban Gosford Park de Robert Altman, 2001, una de esas maravillas corales que hacía él con un elenco de actores extraordinario (Michael Gambon, Maggie Smith, Alan Bates, Kristin Scott Thomas, Jeremy Northam, Helen Mirren, Clive Owen y todavía unos cuantos más...). Una historia de aliento clásico sin demasiadas aristas, inspirada en las novelas de Agatha Christie y que en realidad no es más que una escusa para recrear el mundo que aparece en la serie de televisión de los años 70 Arriba y abajo, vamos, una película de personajes como el Pranzo de Ferragosto del que hablaba a principio.

Son películas mejor o peor realizadas, o resueltas, que siempre te dejan un buen poso después de verlas, la sensación de no haber perdido el tiempo, de haberte sumido durante lo que duran en otras vidas y en otros mundos, de haber disfrutado y hasta aprendido, una especie de turismo emocional, puede que de eso vaya el cine con mayúsculas al fin de cuentas. Sin embargo, intento recordar cuántas películas de estos últimos años me han dejado un poso semejante y me sobran los dedos de una mano. En realidad todo lo último me suena a historias mil y una vez vistas, a refritos de éxitos del pasado aprovechando los efectos especiales de presente -le dicen remakes...-, a comedia vulgar y previsible, a procurar hacer buena caja lo más rápido posible por el medio de apabullar al público con publicidad hasta en la sopa y poco más. Y lo peor es que sospecho que tanta ramplonería argumental y fuego artificial a base de ordenador y actores como reclutados en un gimnasio o en una pasarela de moda, no es sino la consecuencia lógica de que la industria del cine ha tomado debida nota de los gustos o la sensibilidad de las nuevas generaciones educadas con los videojuegos.

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