lunes, 22 de agosto de 2016

TXOKO DE VERANO



El txoko de los veranos en la casa de mis padres, ya sólo de ella, a la sombra del pino bajo cuya sombra solemos comer en los días de sol porque el verano vitoriano es lo que es, más bien un amago de. Ensaladas de todo tipo, barbacoas de sardinas, chuletillas de cordero, txistorra, choricillos y morcillas, y vino, cerveza, sidra, mucha sidra fresca, fría, porque en verano el cuerpo casi que la exige, y ver disfrutar a mi madre con un vaso en la mano es una maravilla, que te dices, ahí todavía hay vida por mucho que a la señora le vaya la mandanga negativa, quejumbrosa, con razones y no, claro, las negruras del alma más o menos impostadas y todo en ese plan. Verano en vena, barbacoas y sobremesas con unos y otros, los de casa y las visitas, hablando de todo, tomándonos el pelo, echando risas. Pues eso, verano en vena que se acaba, siquiera aquí, a la sombra del pino donde mi padre se quejaba del sol que hacía fuera y aún así aguantaba impertérrito para disfrutar de su familia y en especial de los nietos correteando a su alrededor o sobre sus rodillas. Toca recoger porque para cuando volvamos estaremos en pleno septiembre y eso aquí ya es casi la antesala del invierno. O puede que no, que el tiempo nos regale una especie de veranillo de San Martín como otros años. Pero, aún con mucho sol y grados nunca es lo mismo, como que el otoño ya se siente a las puertas en el campo y hasta en los aromas. Todo se acaba para poder repetirse, y este año, aun con la pena todavía dentro y ya de por vida, hay que reconocer que hemos disfrutado como no lo hacíamos desde hacía tiempo en ninguna parte, de la gente con la que hemos estado y hasta de nosotros mismos. Se nota cuando estás a gusto en un sitio porque te sabes entre gente que te quiere y/o te respeta, que puedes hablar en libertad, esto es, de todo y sin tapujos, que puedes bromear sin miedo a que te malinterpreten porque todos bromean como tú, que entienden tu ironía, porque también es la suya, en vez de usarla como pretexto para verter sobre ti su cúmulo de prejuicios o ideas preconcebidas, por lo general con el único objeto de justificar su inquina hacia tu persona, sus celos patológicos en cuanto algo o alguien escapa a su control. En fin, se nota tanto como cuando es al revés.

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