"Últimamente me estoy dejando muchos sueños o pesadillas en el tintero. Sin ir más lejos, la noche del pasado sábado al domingo soñé uno en el que me encontraba subiendo las escaleras del hospital de Txagorritxu. Para quien no conozca Txagu, que es como le decimos los babazorros, cada descansillo de las escaleras tiene la pared ocupada por un mural con un monte de Álava cuya altitud varia según se asciende. De ese modo, el primer piso está ocupado por una foto de Olarizu con sus setecientos y nada metros. El segundo por el Zaldiaran, con lo que enseguida me acuerdo de casa. El siguiente por el Tologorri, luego Udalaitz, Toloño -aquí siempre me acuerdo de mi padre, y más en concreto de cuando tocaba ir a doblar el espinazo a la viña de Atxalde a la sombra, casi, del dicha montaña-, Amboto y, por supuesto, Gorbea. Montes que he pisado no solo una sino varias veces, en algunos casos yo diría que hasta en infinitud de ellas a lo largo de mi vida. Pues bien, iba subiendo las escaleras del hospital, tal y como hice todos los días de la pasada semana -creo no tanto por hacer ejercicio como no rozarme con la gente en el ascensor; sí, cada vez estoy más en ese plan...- para llegar a la última planta donde estaba ingresada mi madre, y, oye, que el ascenso hasta el Gorbea se me hacía eterno. Yo subía escaleras, me iba cruzando gente que me decía cosas "hori da, hori, aurrera, eutsi goiari!" (Eso es, eso, adelante, no desistas" o "arin-arin, gurutzea ez da egun osoan zure zain egongo!" (deprisa, la cruz no va a estar esperándote todo el día) y cada vez, en lugar de cansarme, me mosqueaba más con la peña que pasaba a mi lado. Así hasta que en una de esas me cruzo con un paisano con txapela en el que creo reconocer al famoso pastor del Gorbea, y decido pararme para preguntarle:
- Aizu! non hostia dago ditxosozko tontorra gurutzearekin? (¡oye! ¿Dónde hostias está la dichosa cumbre con la cruz?) -y él que me contesta.
- Ze kurutze eta zer kurutzeondo? Saldu in badaure! Aspaldi kendoskuen! Noztik ez dozu ba igo Gorbeiaraino? (¡Qué cruz ni qué cruz, la han vendido, nos la quitaron hace tiempo! ¿Desde cuando no has subido al Gorbea!)
Entonces estoy a punto de contestarle que desde aquel día con L que nos metimos antes de llegar a la cima uno de los hamaiketakos mas ricos que me he tomado nunca con unos choricicos que asamos sobre el papel de aluminio en el que los llevábamos envueltos y el vino de la bota de subir al monte y así; pero, paso, porque, vuelvo a reconocerlo, cada vez me da más pereza perder el tiempo hablando con la gente y parece ser que tampoco hago excepciones en mis sueños. Ahora bien, no parece que al pastor del Gorbea le haga mucha gracia que me despida casi que con cajas destempladas, como quien dice dejándole con la palabra en la boca, pues se le nota que como pasa mucho tiempo solo en el monte en cuanto aparece alguien casi que se le echa al cuello para contarle sus naderías pastoriles.
- Eztozu biharko eguraldixa jakin gura? (¿No quieres saber el tiempo de mañana?)
- Ez, eztost bape ardura, gaur zerua oskarbi ikusita, horregas nahikoa" (no, me la trae floja, hoy si veo que el cielo está despejado, con eso me basta).
Ese fue el sueño de la noche del sábado al domingo. Pues si el que acabo de relatar parece absurdo, el de esta noche todavía lo supera con creces. De hecho, si el del Gorbea es obvio que esta relacionado con las escaleras de Txagu de la pasada semana, dos o tres tandas de siete pisos arriba abajo al día, este último no sé por dónde cogerlo.
Me encontraba con unos conocidos en una especie de galería comercial. Aquí creo haber identificado la del sueño con otra galería en la que estuve hace mucho en Caracas, y a los conocidos con los amigos de mi primo de allá. Entonces le digo al dueño de una pequeña tienda de no sé qué, un tipo pequeño y rechoncho que me recordó a Nacho, aquel adorador del Che Guevara y sindicalista que había cotizado dos días con el que me fui a Cuba, pero, en este caso, en lugar del tío permanentemente salido con las tías que conocí, el cual provocaba verdadera vergüenza ajena acosando todo el rato a las mulatas, un tipo completamente amanerado, en realidad una verdadera loca, que entrara a su tienda a ver si tenía entradas...
¿Entradas para qué? Ni idea. Entonces va el tío, entra y al rato sale dando saltitos de alegría y diciendo:
-¡Ya he entendido el chiste! Entre hadas, que entrara a ver si había "entre hadas".
Y así en dos ocasiones sin que yo sepa todavía hoy a santo de qué, o mejor dicho, a qué chiste se refería. Y lo más importante de todo, por qué diablos tiene que aparecer en mis sueños ese tipo después de haber hecho todo lo posible para borrarlo del disco duro de mi memoria.
En fin, una jugarreta más del subconsciente. Suerte que gracias a que me tomo la molestia de escribirlo, de escupirlo más bien, me ahorro el psicoanalista de turno."
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