miércoles, 4 de septiembre de 2024

CONCORDIA


 

    Pues he soñado que estaba de crucero, que me habían arrastrado por la fuerza y con engaños a una semana de vacaciones con toda la familia, la propia y la político-militar, por lo de la suegra sargento y así, para hacer un crucero por el mar Egeo. ¡Joder, joder, qué pesadilla! El barco sería todo lo grande que tú quieras, pero es que no había manera de esconderse, perderse, en cuanto a uno de la family se le ocurría alguna actividad, algo que hacer juntooooos, como si fuéramos una unidad de destino en lo universal, la familia unida se mantiene... esencialmente de morros y para de contar, de querer justificar la encerrona y punto. Así que ya me podía dar por jodido, tocaba ponerse en fila y apechugar con los caprichitos, las manías, pejigueras del pariente de turno, que si me apetece ir a no sé dónde, que si deberíamos hacer esto o lo otro, que si como esto me gusta a mí ya doy por hecho que también al resto del mundo... Y luego que eran siete comidas sentados a la misma mesa, desayuno, comida y cena; la tensión a flor de piel en todo momento, qué importa a cuenta de los niños, los viejos, el comentario siempre retorcido e insidioso de la de siempre, la jeta malencarada o sólo aburrida tuya o ajena, el esfuerzo titánico por hacer de tripas corazón a toda costa y procurar opinar lo justo para no tenerla, soportar estoicamente las peroratas del figurón de turno que te sientan como una patada en los huevos, ejercer de lo que no eres: normal o casi.

Pues eso, siete días a bordo de la peor pesadilla concebible, siete días a merced de los caprichitos y manías de terceros, siete días haciendo omisión de tu propia voluntad para no tener más roces que los inevitables en la convivencia con gente con la que en realidad tú no has elegido convivir, con la que no tienes nada en común, con la que no puedes comportarte como lo harías con cualquier otro en condiciones normales, esto es, mandarles a tomar por culo al primer conato de tocarte los cojones, siete días buscando el momento propicio para tirar por la borda a... Y todo porque ya se sabe, la familia, esa coartada emocional para fiscalizarte la existencia.
Yo ya no podía más, estaba harto de comidas familiares en las que siempre alguien te lanza una de esas puyas personales que no puedes responder con toda la intensidad de la que serías capaz en condiciones normales, con gente normal, harto de seguir a los jefes de la manada de un sitio a otro porque si algo es la familia es una jerarquía, quieras o no quieras acabas inmerso en una pirámide en la que tú acabas siendo el último mono siquiera sólo porque procuras pasar de todo en la absurda y vana convicción de que así te será más leve y corto. Y tú, claro está, si hay algo que odias precisamente con todas tus fuerzas es eso, que te pastoreen, cuando no que te lleven como a un cordero al matadero, vamos, de compras, a la discoteca o a tomar algo con una familia de Zaragoza. Harto de recibir órdenes o consejos que no has pedido, harto de que te tomen confianzas que no has dado, harto sobre todo de una vocecita que me decía todo el rato detrás de la oreja; "Hay que ser positivo, tener buena disposición, estar dispuesto a divertirse. Cenizo, que eres un cenizo, egoísta, mala persona."
Como que en una de esas incluso pensé tirarme por la borda yo mismo, que ya estaba a punto en lo más alto de la proa a lo Leonardo de Caprio y la Kate Win..., no me acuerdo, la potola de Titanic, cuando veo al capitán del crucero que abandona su puesto de mando cogido de la mano de una joven rubia que le decía algo así como: "Am nevoie de ajutorul dumneavoastra", lo que en el rumano que aprendí hace años de la camarera que me servía el café con leche todas las mañanas viene a ser: "ven pa´cá, mi capitán, ¡oh, mi capitán!, que quiero que me pongas viento en popa a toda vela..." Momentos después el crucero se iba a pique con todo el pasaje en un abrir y cerrar de ojos.
Luego, todavía en mitad de la pesadilla creí distinguirme en un bulto que nadaba hacia la costa. Pero no, el individuo que se alejaba del crucero hacia la costa braceando como un loco vestía uniforme de capitán de crucero e iba canturreando algo así como:
"Penso che un sogno così non ritorni mai più:
mi dipingevo le mani e la faccia di blu,
poi d'improvviso venivo dal vento rapito
e incominciavo a volare nel cielo infinito...
Volare... oh, oh!...
cantare... oh, oh, oh, oh!
nel blu, dipinto di blu..."

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