El verano es la época de la ligereza en todos los aspectos. El tiempo parece más ligero, las conversaciones, las preocupaciones, incluso las noticias con sus comedietas a lo Puigdemont o sus polémicas de chichinabo, y la mayoría de temporada, tipo peleas de prebostes para figurar más que el otro en la foto oficial de la procesión o inicio de las fiestas del pueblón de cada cual. Hasta las guerras de nuestra época parecen injusta y cruelmente más ligeras que el resto del año, poco más que el telón de fondo de esa tragedia que es la vida dependiendo de si te ha tocado asistir a ella sobre el escenario o desde la platea.
miércoles, 4 de septiembre de 2024
VERANO DEL 2024
Una ligereza que a mí, y sé que no soy el único, me retrotrae de continuo a la infancia. El verano en todo su esplendor ya fue, son los recuerdos de entonces. Lo confirmo cuando veo desde la terraza de la casa de mi cuñado en Ortiguera, Asturias, a los chavales tirarse de cabeza en el puerto al agua en medio de una algarabía que se expande hacia los cuatro puntos cardinales del pueblo. Es una escena que ya he vivido y de la que ahora soy un simple espectador algo cansado y aburrido. Es una escena como la de un cuadro de Sorolla. Dicho en plata, un tiempo lejano y ligero que me emociona y acongoja por igual.
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