miércoles, 20 de enero de 2010

EL FACTOR HUMANO


Lectura increiblemente gozosa y jugosa de un best seller del New York Times. INVICTUS (El Factor Humano) de Jonh Carlin, periodista inglés que también escribe semanalmente para el país. Se trata de una larga crónica novelada del partido de rugby más decisivo de la historia de Surafrica, aquel en el que la selección de los Springboks dejó de ser el equipo de la minoría blanca, de los boers, todas las connotaciones que eso tenía en la época del Apartheid, para convertirse en la selección de rugby de todos los surafricanos. Un partido cuya carga emotiva trascendió lo deportivo hasta convertirse en el icono de la nueva surafrica. La historia del libro es por lo tanto la del plan debidamente meditado por Nelson Mandela de utilizar el rugby, un deporte tradicionalmente ligado a la minoría Boer, como una herramienta para intentar cambiar la mentalidad de sus paisanos, tanto la de los blancos que temían un sangriento cambio de tornas una vez que los del CNA llegaran al poder, como de la población negra para la que el deporte del rugby, y más en concreto la selección surafricana, era uno de los símbolos más odiados del Apartheid. Así pues, se trata también del largo proceso desde los años de prisión de Mandela como dirigente del ceñudamente proscrito Congreso Nacional Africano, hasta que es liberado y alcanza el poder entre aclamaciones tras largas negociaciones de paz con los dirigentes afrikaners, y en parte también porque el sistema se caía por su propio peso, el de la justicia y el rechazo internacional derivado de ésta.

Se trata por lo tanto no sólo de una crónica apasionada de los hechos históricos que llevaron al final del Apartheid y de los que la final del campeonato del mundo de Rugby contra la selección de Nueva Zelanda, los temidos All Blacks por el color de su camiseta, fue el colofón esperado, sino también el de las biografías de sus protagonistas, la de Mandela como el padre o pergeñador de todo, y la de los otros actores de dicho acontecimiento, en especial las de los jugadores con su capitán, François Pieenar, a la cabeza, la mayoría de ellos de origen afrikaner, blancos, individuos sin ideología determinada y aún así esclavos de sus prejuicios étnicos y sociales, los cuales fueron desestimando hasta evolucionar como prototipos del nuevo ciudadano surafricano para el que la raza deja de ser determinante.

Siendo como es en esencia una crónica entre lo meramente histórico y lo periodístico, la escritura de Carlin la convierte prácticamente en una novela que se lee con verdadero interés y fluided. Aunque lo que destaca del libro es la emoción, pues como una gran tragedia clásica va recreando el clima prevío al partido, exponiendo los pormenores que rodearon al mismo, los obstaculos ingentes que los protagonistas tuvieron que superar, los contratiempos con más de una desgracia de por medio, y después de todo esto, llega el desenlace apoteósico que no es otro que la crónica del partido, extraordinaria.

Ahora bien, cuánto hay de realidad o de exageración en el texto. En principio no hay por qué dudar de la veracidad de los hechos, por otra parte mundialmente conocidos, ni siquiera de la de las palabras que pone en boca de los personajes, así como de todo el capítulo final en el que exponer las consecuencias inmediatas que tuvo el partido. Esto hay que recordarlo o matizalo porque la epica del relato es tal que a uno siempre le va a quedar la mosca detrás de la oreja, no es posible que todo sea tan bonito, y si lo es, ¿tal que así? En fin, partiendo de la idea de que la suspicacia por principio también puede llevar al error, a la injusticia incluso, hay que reconocer que el libro es una auténtica maravilla de su género y de ahí que por una vez reconforte la confluencia de la calidad y el éxito comercial. Por otro lado, el autor ya se encarga de minimizar en parte el énfasis que el mismo ha insuflado al desenlace del texto cuando nos recuerda, subraya, que la nueva Surafrica no ha sido la panacea para todos los males que la aquejaba, que si el partido cambió muchas mentalidades no lo hizo con todas, y ahí está la minoría extremista afrikaner reivindicando a tiros un territorio en exclusiva para ellos, al menos ahora se conforman con un trozo del conjunto que durante siglos dominaron. Lo extraordinario de la historia es cómo un hombre en particular, y millones de hombres de todas las razas tras él, acabaron con uno de lo sistemas más injustos de la Historia, cómo incluso lograron reconciliar a millones de personas a las que ese mismo sistema había enfrentado durante tanto tiempo, cómo de un régimen absolutamente demecial se paso a otro que no es ni más ni menos que el de cualquier sociedad civilizada y democrática, esto es, con todos sus problemas y más aún allí donde las diferencias sociales y raciales todavía determinan la existencia de tantos, con una delincuencia entre las más altas del mundo, con... En fin, ya tendremos tiempo de seguir hablando de Surafrica, y no sólo porque está a punto de estrenarse en cine la versión del libro de la mano del siempre efectivo Clint Eastwood, con un reparto de lujo, Morgan Freeman como Mandela y Matt Damon como el capitán de los Springboks, sino porque dentro de poco tendremos mundial de fútbol, esto es, a Surafrica hasta en la sopa.

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