miércoles, 10 de junio de 2015

BAJEL PIRATA LE LLAMAN...



Anoche el episodio pendiente de Black Sails, extraordinariamente movido para lo que suele ser habitual y bien que rebuscado, a lo retorcer el guión para que nadie se amodorre en el sofá. Las series es lo que tienen, prima la trama, y cuanto más alambicada mucho mejor, sobre el trazo descriptivo de ambientes y personajes. Nada que objetar, para lo otro tenemos la literatura, y a decir verdad, dejando las impresionantes imágenes de los barcos de época surcando el mar y esas escenas en la playa con el Caribe azotando la orilla en las que parece que hasta hueles la "kresala" (salitre), donde esté una página de Pio Baroja o Joseph Conrad que se quite toda una temporada de Black Sails. Y ya puestos, casi estoy por decir que lo mejor de la serie es que me ha animado a releer tanto "Las Inquietudes de Shanti Andia" como a "Lord Jim", que estoy alucinando como nunca, si bien no tanto por las dos historias, las cuales por lo que permanecián bien que vivas en mi memoria, sino por esa maestría de sus dos autores y en la que apenas reparas cuando eres joven, un chaval en realidad, o a la que no das ninguna importancia obsesionado como estás con el contenido antes que con la forma. Y mira que Baroja y Conrad como escritores casi podrían pasar por polos opuestos, que donde es todo contención, frase corta y categórica, amén de cierto repelús hacia lo discursivo en el donostiarra, en el polaco anglófilo es precisamente todo lo contrario, en realidad un gusto por la frase y la palabra cuanto más literaria, culta, enjundiosa, mucho mejor, quién sabe si como reto personal al escribir en una lengua que no era la materna. En cualquier caso, si es por el retrato de personajes no hay color entre ese Capitán Flint de la Isla del Tesoro que los guionistas de Black Sails han convertido en personaje principal de la serie y por lo tanto también víctima de todos los clichés al uso del género televisivo, y Zaldumbide, el capitán negrero de Pio Baroja:

"El capitán Zaldumbide me trataba con mucha atención. Era, relativamente, buena persona, aunque muy desigual y poco lógico. Tenía por norma la arbitrariedad más absoluta; ahora, que dentro de su arbitrariedad, y desde su punto de vista, era justo.

Sus dos caracteres más salientes eran el fanatismo religioso y la avaricia. A pesar de las muchas brutalidades y muertes que debía haber hecho en su vida, no se resignaba a perder su lugar en el paraíso. Lo reclamaba con todas sus fuerzas."
LAS INQUIETUDES DE SHANTI ANDIA - Pio Baroja

Otro tanto se podría decir del Lord Jim de Conrad en cuanto al pujo de su autor por ir más allá de la mera exposición o relato de los hechos y buscar la profundidad, y con ella hasta la belleza, en las imágenes que va trazando con palabras.

"I respected the intense, almost passionate, absorption with which he looked at a butterfly, as though on the bronze sheen of these frail wings, in the white tracings, in the gorgeous markings, he could see other things, an image of something as perishable and defying destruction as these delicate and lifeless tissues displaying a splendour unmarred by death."

LORD JIM - Joseph Conrad


En cualquier caso, una ocasión única para reencontrarse con estas dos joyas de la Literatura con mayúsculas, sin la necesidad del adjetivo marino o de aventuras. Otra cosa es el entusiasmo de un servidor por estas cosas del mar y que mucho me temo que deriva de una de esas frustraciones de la infancia que luego condicionan o alimentan nuestro subconsciente. En concreto la de aquel verano de la infancia en Mutriku cuando los primos de mi padre, en realidad los maridos o parejas de sus primas, nos propusieron embarcar de buena mañana con ellos en un buque pesquero para adentrarnos en ese mar tan inescrutable y temido para los de tierra adentro. Recuerdo pocas ocasiones de pequeño en las que estuviera tan entusiasmado ante una perspectiva semejante, yo creo que la que más. No era para menos, a mí ya me rondaba por la cabeza todo tipo de fantasías de piratas o grandes expedicionarios como Magallanes y ese chico de Getaria al que Carlos V le concendió su escudo de armas con la leyenda «Primus Circumdedisti Me». Así que no pegué ojo hasta muy tarde. En realidad lo suficiente para que al día siguiente al despertarme me diera cuenta de que los primos de mi padre ya habían embarcado dejándonos en tierra a mi padre y a mí porque no habían querido despertarnos tan pronto, hacia las cinco o seis de la mañana. No lo podía entender porque si por algo no había pegado ojo hasta tan tarde había sido precisamente para estar despierto cuando nos llamaran. Luego ya cuando te haces mayor y preguntas a quien tienes que preguntar, a tu padre, éste te confiesa que aquella noche también él se acostó muy tarde y que por eso no nos llamaron. Claro que lo que luego imagina uno con la edad es que aquella noche lo que hubo en realidad fueron más vinos de lo habitual entre los mayores, supongo que siempre los había, motivo de sobra para aplazar lo que para el chaval, no puedo decir con cuántos años, muy mocoso eso sí, que era yo habría sido, siquiera hasta ese momento, la aventura de su vida. Pero bueno, luego ya ha habido ocasiones de sobra para resarcirme de aquella decepción marina, si bien nunca es lo mismo que cuando eres un crío y ponerse en proa mirando al horizonte es tanto como imaginarse con una pata de palo y un loro al hombro.

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