miércoles, 5 de julio de 2017

RECTIFICO




Hace ya un tiempo comenté que el reputado Boussole de Mathias Enard me parecía un ejemplo cristalino de la más vacua y tópica literatura de viajes que se podría encontrar. Un cúmulo de lugares comunes y pedantería a raudales a mayor gloria de una literatura con ínfulas cosmopolitas pero que no aportaba nada nuevo. Pues bien, no me queda otra que retractarme de mi opinión porque llegando hacia la mitad del libro éste empezó a atraparme desde el momento que el autor desembarca en Irán y empieza a desgranar, tanto apuntes verdaderamente interesantes y hasta originales sobre la realidad de aquel país y de su cotidianidad como extranjero en uno de los mayores exponentes de ese "otro" tan recurrente, como de la cultura islámica en su relación con la occidental. A ello hay que añadir el hecho de que la pedantería melómana de la que hace gala el autor, y que tan gratuita se me antojaba al principio, empieza a cobrar todo su sentido hasta resultar deliciosa.

Rectifico, y hasta recomiendo ahora el libro, porque nadie ha dicho que servidor sea uno de esos que hacen de sus impresiones convicciones de piedra o de perseverar en el error una virtud. Tanto es así que hasta me he propuesto este verano releer la tan aclamada como ridículamente controvertida "Baise Moi" de Virginie Despentes por si tras una segunda lectura me deja de parecer una chorrada como un piano.

"On s’imagine retourner à Daradek ou à Darband, haut dans les montagnes au nord de la ville (Téhéran), excursion du vendredi, au bord d’un ruisseau à l’écart de la foule, en pleine nature, sous un arbre, avec une jeune femme au foulard gris, au manteau bleu, entourés de coquelicot, fleur du martyre qui aime ces pierriers, ces ravines et y ressème chaque printemps ses graines minuscules — le bruit de l’eau, le vent, le parfum des épices, de charbon, un groupe de jeunes gens proches mais invisibles, en contrebas dans la combe, dont seuls parviennent les rires et les odeurs des repas ; on reste là, à l’ombre épineuse d’un grenadier géant, à jeter des cailloux dans l’eau, à manger des cerises et des prunes confites en espérant, en espérant quoi ? Un chevreuil,un ibex, un lynx, il n’en vient aucun ; personne ne passe à part un vieux derviche à l’étrange chapeau, tout droit sorti du Masnavi de Roumi, qui monte vers on ne sait quels sommets, quels refuges, sa flûte de roseau en bandoulière, son bâton à la main 
p 207 "

BOUSSOLE - Mathias Enar

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