lunes, 4 de noviembre de 2019

ME CORTABA SIEMPRE EL PELO



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Me cortaba siempre el pelo.
Me llevaba de la mano por las calles.
Tebeos en Beyena, pasteles en Iturbe
y un pote en el Txiki, en el Baroja o en los Manueles;
“no se lo digas a tu madre”.
Me cortaba siempre el pelo.
Me llevaba a andar en bici con dos ruedas en la plazuela a la vuelta de casa.
Me caía todo el rato, pero fue poner el grito en el cielo,
y dar mil vueltas a la manzana como loco.
Me cortaba siempre el pelo
Me llevaba a los mítines en Mendi.
Había un tal Urko que cantaba muy bien,
un gordo con barba que era el marido de una de sus clientas,
también un señor que fue el mejor alcalde que hemos tenido,
y un indeseable que decía que a España no la iba a reconocer ni su madre.
Me cortaba siempre el pelo.
Me llevaba a la Llana a pasar la mañana del sábado entre vides.
Me hizo sacar piedras en Atxalde hasta del centro de la tierra.
Y luego sólo recuerdo manos ateridas, riñones quebrados y jaquecas varias veces al año.
Acabé odiando todo aquello.
Me cortaba siempre el pelo.
Ya no me llevaba a ningún lado.
Nos pasábamos la vida discutiendo.
No había manera de entenderse con aquel hombre en nada.
Éramos dos universos paralelos.
Yo le defraudaba en todo, él siempre me daba por culo.
Me cortaba siempre el pelo.
Se iba al otro extremo de nuestro mundo con sus vides.
Yo estaba a mis cosas, cometí muchos errores, tuve una familia.
Volvía cada tres semanas a su lado, se le caía la baba con sus nietos.
Echábamos la tarde junto al televisor,
hablábamos todo el rato de cocina, veíamos algún partido de pelota y cada vez me contaba más cosas que nunca me había contado antes.
Ya no me corta el pelo quien me lo cortaba siempre,
me lo corta gente que no conozco y que me cobra por ello.

© Txema Arinas. 2019

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