viernes, 19 de junio de 2020

TIEMPO DE PANDEMIA



La de esta noche sí que ha sido una pesadilla en toda regla. Resulta que me decía mi mujer que su madre le había pedido que yo la llevara en coche hasta Lisboa para comprar unos libros. Entonces yo le digo que no hace falta que vaya ella, que si eso mejor me acerco yo solo hasta Lisboa y le hago el recado. ¿Siete horas en coche con mi suegra? ¡Vamos, ni loco! Así que comienza el chantaje emocional al uso, que si patatín y patatán. No aguanto más y, prácticamente sin pensarlo dos veces, me tiro por la ventana. Por suerte caigo sobre unos setos de un jardín que no existe debajo de nuestra casa. Ella me grita desde la ventana: "¿No vas a hacer ese favor a mi madre? Con todo lo que te quiere, que nunca te ha puesto una mala cara, nunca te ha dirigido una mala palabra, nunca ha hablado mal de ti a nadie, nunca..." No lo soporto, así que en cuanto me incorporo de los setos a la acera huyo a la carrera. Ya ya luego que no me pregunte nadie cómo o por qué, pero resulta que solo me ocurre esconderme de mi mujer en un club de lectura. ¿Yo en un club de lectura? Vamos, hombre, antes me encuentran depilándome las ingles en un centro de dermoestética. Pero, allí estoy, de modo que me siento procurando no hacerme notar mucho mientras una chavala lee un relato en voz alta. En eso que acaba y se levanta otra para recitar una poesía. Y así un buen rato mientras yo me revuelvo en mi silla de aburrimiento. Pero, estoy tan acojonado por si por fin me encuentra mi mujer y me obliga a viajar con mi suegra hasta Lisboa, que intento reunir fuerzas de donde no tengo para aguantar semejante suplicio.
Entonces descubro que delante de mí está un amigo al que hace siglos que no veo, uno con el que compartí casa en Donosti, que luego fue alcalde de un pueblo de la Llanada y que... El caso es pego un salto de la sorpresa y me dirijo hacía él para abrazarlo.

-¡Hostia, X, cuánto tiempo! ¿Pero qué hostias haces tú aquí?
-Ya ves, quién me lo iba a decir, yo escribiendo poemas. Pero, recuerda que en peores nos hemos visto.
-Ya te digo. Pero si te cuento lo que quería mi mujer que hiciera yo...

Ahí creo que ya me he despertado. Y sí, era una pesadilla. Espero...

* My mother in law de Ch. Heyden

Resulta que desde que comenzó toda esta pesadilla de la Covid19 (ya he asumido la regla de la RAE por la que se sobreentiende que si hablamos de una enfermedad debemos referirnos a ella en femenino) mi canijo no ha salido de casa si no es para ver a sus abuelos de Asturias y que, con alguna que otra excepción, apenas ha tratado con nadie más. Como me cuesta horrores sacarlo de casa, ni siquiera para que me acompañe en mis caminatas, que cuando lo hace lleva la mascarilla puesta todo el rato aunque estemos al aire libre y en pleno campo; al principio ni siquiera me dejaba acercarme a él en la calle y eso después de recordarle casi a gritos que habíamos pasado la cuarentena juntos.

El caso es que en dos semanas como mucho, y eso si al presidente Barbón no le da por seguir siendo más sanchista que Sánchez con tal de sumar tantos ante éste y decide mantener cerrada Asturias hasta diciembre, marcharemos a Gasteiz para quedarnos allí hasta que nos aburramos o lo que toque. Pues bien, como ya allí nos relacionaremos tanto con la parentela como con los amigos, conocidos y lo que surja, como haremos las visitas de rigor y todas las escapadas que se puedan por los alrededores, resulta que tengo al canijo de los nervios con el tema de la distancia de seguridad para evitar el contagio por el coronavirus de marras. Tanto es así que se me ha ocurrido regalarle una mascarilla de las que usan los de VOX con su rojigualda y su verde picoleto. Estoy convencido de que es la manera más práctica de que la gente con la que tratamos habitualmente mantenga la distancia de seguridad, no ya mínima sino incluso sideral, por no hablar de la social, con mi hijo pequeño. Eso sobre todo teniendo en cuenta que nos moveremos de una punta a otra de E.H como suele ser nuestra costumbre por esas fechas. Ahora bien, mucho me temo que de llevarla el primero que vaya a mantener la distancia sideral en cuestión vaya a ser yo. Así que voy a darle un par de vueltas a la idea, no vaya a ser peor el remedio que...



Retiran la estatua de Juan de Oñate en Alburquerque, Nuevo México, EE.UU tras un tiroteo durante las protestas contra el racismo.
Arremeter contra las estatuas de personajes históricos porque en el pasado no fueron inmaculados de acuerdo a los principios éticos de nuestra época es simple y llanamente ridículo. De hecho, demuestra una incapacidad total para contextualizar las personas y los hechos en su momento histórico. En realidad es la enésima manifestación de un puritarismo conceptual muy del estilo de las activistas de la Liga Anti-alcohol que dieron lugar a la Ley Seca de los años 20 del pasado siglo. Tan ridículo como peligroso, pues en cuestión de símbolos el fanático solo repara en los suyos y olvida, consciente o no, que los demás también tienen los suyos. En concreto, la figura de Juan de Oñate claro que es la de un conquistador español que incorporó aquellos territorios a la Corona España tras dominar a sangre y fuego a los nativos; pero, también es uno de los símbolos de la comunidad hispana de EE.UU, el que llevó la lengua y la cultura española antes de que los americanos arrebataran aquellas tierras a México e impusieran el dominio del inglés y su cultura anglosajona sobre la minoría hispana.
Y también es ridículo, y acaso también bastante hipócrita, porque si llevamos esta iconoclastia hasta su extremo: ¿por qué no hacen pilas de billetes de un dolar por todo el país y les prenden fuego como protesta por llevar la imagen de George Washington, un conocido propietario de esclavos -se cuenta que incluso tuvo descendencia de una de sus esclavas negras-? Incluso hasta podrían cambiar el nombre de la capital de EE.UU y el de uno de sus estados por el de Malcolm X o, ya puestos, Spike Lee.
En fin, del mal de cierta izquierda incapaz de separar la paja del grano, esto es, de distinguir entre lo importante y lo accesorio. De hecho, ¿de verdad son estas las prioridades de las verdaderas víctimas del racismo sistemático o más bien de aquellos que no lo sufren directamente pero están por la labor de ganarse el cielo aquí en la tierra como fieles de su credo revisionista? Eso y que no niego que la noticia me atañe en cuanto a que Juan de Oñate y su padre Cristobal son personajes que yo utilicé a mi modo en mi anterior novela, LOS TRES NUDOS, por lo que algo de cariño ya les tengo por muchos defectos que tuvieran. Vamos, como me pasa con cualquier amigo de verdad, incluido uno mismo.


-Parece que ahora te toca a ti.


-Ya ve, majestad, como que me preocupa.



-Va a preocuparnos si el viejo lo dejó todo...



-Atado y bien atado.



-¿Tú has leído u oído algo en la prensa que de verdad importa?



-Ni lo esperaba.



-Este es un gran país.



-Lo suficiente para el tamaño de nuestros huevos.



-Ya te digo, atado y bien atado.



-Le dejo, majestad, que tengo consejo de administración de... La verdad es que ni puta idea.



-Ja, ja, ja. Tenemos que comer un día juntos.



-Si eso en República Dominicana.



-Donde quieras; pagas tú.



-Por decirlo de alguna manera...




Así como pido encarecidamente a todos los lumbreras que han asegurado que el Covid19 es una mentira del gobierno para instaurar una dictadura socialista-bolivariana y que por eso se niegan a llevar mascarilla o a respetar distancia de seguridad alguna, que si enferman no acudan a centro médico alguno y se limiten a quedarse en casa a esperar la muerte y no precisamente de un modo plácido. También sugiero a los defensores de este tal Cañizares, por lo que parece un mandamás de la secta más exitosa y nociva de la Historia de la humanidad, que cuando salga la vacuna del Covid19 no se vacunen y en caso de contagio hagan otro tanto. Consecuencia, queridos idiotas, ser consecuentes con vuestra propia idiocia.



Una de las muchas maneras de volver a casa, esto es, a cualquiera de los escenarios en los que fuiste feliz en algún momento, es mantenerte fiel a ciertas costumbres como la de revisitar todos los años a partir de junio a ciertos amigos como Brendan Behan, Flann O´Brien, James Joyce, Samuel Beckett, Liam O´Flaherty y puede que hasta a Roddy Doyle. Tan distintos entre ellos y tan hermanados en ese humor tan irlandés que diremos "Few & stout". Es también la ocasión propicia para recordar que todavía tienen que caer muchas pintas antes de la derrota final, no por nada solía declamar el propio Flann O´Brien:

When things go wrong and will not come right, Though you do the best you can, When life looks black as the hour of night, A PINT OF PLAIN IS YOUR ONLY MAN.

AT SWIN-TWO-BIRDS Flann O´Brien






De la conspiración del 11M a del 8M, o el modo torticero y desleal de concebir la "res publica" por parte del facherío de los españoles y la rehostia de españoles. Pero, sobre todo, una gente dispuesta a creerse, incluso que necesita creerse, que es capaz de hacerlo con tal de que la realidad, esto es, la juez de turno o las evidencias científicas, no desmienta sus argumentos o cuestione el porqué de su odio sectario, que "los otros" son capaces de hacer enfermar a sabiendas a todo un país. Una concepción de ese otro que lo dice todo de ellos: "la paja en el ojo ajeno." Gente que justifica que se decida sobre la vida y muerte de sus conciudadanos en función de su renta; pero, que luego llama genocida a los demás.


En cualquier caso, gente con la que sabes que la convivencia es prácticamente imposible. Todo lo más la coexistencia sin verse ni rozarse, cuanto más lejos mucho mejor, sobran en tu vida, yo diría que hasta la afean. Como que cualquier discurso buenista sobre lo de entenderse entre diferentes o saber condescender con las convicciones de piedra del otro, hace ya mucho tiempo que ha caído en saco roto. ¿Para qué, para que solo sea una parte la que cede siempre con tal de tener la fiesta en paz, y, sin embargo, luego tener que oír al hijo de tonto de Suarez o a la arquitecta de pega de la Monasterio, todo indignados porque se le retira las condecoraciones a un policía franquista y reconocido torturador?



Por cierto, ¿dónde están ahora todos esos Cayetanos de mierda con sus rojigualdas y sus cánticos robados? Abrir las terrazas y desparecer de las calles ha sido todo uno.




Oye, qué ilusión esta mañana cuando de repente observo que ha vuelto, que estaba en su sitio de siempre antes de que la peña invadiera el parque con la desescalada de marras. No estaba muerto, estaba de parranda o yo qué sé. La verdad es que me llegué a preocupar, porque por lo general es un gato que no se inmuta cuando la gente pasa a su lado, que había hecho de ese rincón del parque su reino y si no era sobre o junto a la mesa, siempre estaba cerca. Pero fue desconfinar a la peña y de repente un aluvión de gente todas las mañanas por el parque, que se notaba que la mayoría iba porque necesitaban estirar las piernas tras semanas de encierro. Luego ya, la verdad sea dicha, a la mayoría se le notaba que lo de andar no era lo suyo. No sé, pequeños detalles, gente que iba pegando berridos al que tenía al lado o con la música a todo volumen, que debía creer que el de enfrente siempre tenía la obligación de apartarse, que si iban en manada y pasaban a tu lado casi te tiraban al ribazo sin contemplaciones. Eso y que les veías andar con el pantalón del chándal recién estrenado que se les metía por el culo y algunos hasta con zapatos castellanos. Pues eso, está visto que, semanas después de que por fin abrieran el redil, la inmensa mayoría ya se ha aburrido de respirar aire puro y sudar la ropa. No sé, me recordaban mucho a esos gilipollas que cuando te los cruzas en el monte no te devuelven el saludo porque van a su puta bola como si estuvieran paseando por la Gran Vía o algo así. Eso si, insisto, no van en manada y de apartarse nada de nada, ellos antes que nadie y por encima de cualquiera. Gente odiosa con una actitud ante la vida que no digo yo que hubiera que hacerla desaparecer en el monte; pero, no sé, un buen susto... En fin, hoy había cuatro gatos en el parque y alrededores, los conejos de la parte alta parecían brincar contentos de no tener que soportar ya la turba de domingueros que los observaba como a los monos en el zoo y encima tirándoles cosas, y, por supuesto, también había vuelto él a su rincón. Y así poco a poco todo vuelve a su cauce, a ver si no tardo yo ya mucho en tomarme una birra o un kalimotxo en mi rincón de San Miguel.

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