jueves, 8 de abril de 2021

El refugio de los Canallas –Juan Bas. Por Txema Arinas



EL REFUGIO DE LOS CANALLAS de Juan Bas para la revista valenciana Canibaal.es : https://www.canibaal.es/el-refugio-de-los-canallas-juan-bas-por-txema-arinas/?fbclid=IwAR0o33oQvsj-x91CUt6j3ULgtZBmoCZ_RN07kOdphw3UHSMQyqZVEBNMUtI

La revelación literaria ha sido Patria de Fernando Aramburu, una novela de más de seiscientas páginas sobre el llamado conflicto vasco que ha cautivado a miles de lectores. Se trata probablemente de la “gran novela” sobre ETA y sus víctimas, siquiera ya sólo porque probablemente ofrece al lector todo lo que siempre ha querido leer sobre el tema y además en el formato más accesible para ello: el folletín. Podría decirse que la el hipotético fin de ETA, en términos técnicos un cese indefinido de su actividad armada, ha suscitado un interés por todo lo relacionado con el tema que hasta entonces daba poco más que para la exitosa serie de novelas negras del inspector Gálvez de Jorge Martínez Reverte o pequeñas exquisiteces literarias como Ojos que no ven de José Ángel González Sainz (de todo lo escrito en euskera sobre el tema, por supuesto que ni una sola mención, simplemente no existe para el lector en castellano por muy traducidos al castellano que estén los libros más incisivos sobre ETA y su mundo al estilo de Letargo de Jokin Muñoz,  Martutene de Ramón Saizarbitoria, La Felicidad Perfecta de Andu Lertxundi y tantos otros). El caso es que el éxito de Patria de Fernando Aramburu, insisto que coincidiendo con el fin de la actividad criminal etarra, parece haber animado, siquiera ya sólo al mercado editorial, a fijarse en el conflicto vasco como presunto filón literario. De este modo, podemos decir que Patria tiene sus secuelas más recientes en novelas como Mejor la ausencia de Edurne Portela y la novela que nos ocupa, El refugio de los Canallas de Juan Bas. Ambas novelas son además el ejemplo de que el lector en castellano puede acercarse al tema de susodicho conflicto vasco, en realidad como ha sido siempre cuando apenas se reparaba en él, puede acercar esa realidad tan cercana en lo geográfico y sin embargo, acaso, tan exótica en lo sociopolítico, desde diferentes géneros.

Así pues, si Patria tiene una inequívoca factura de folletín con todos los pros y contras del género, además reconocida por su propio autor, el cual siempre alude a Guerra y Paz de León Tolstoi como fuente de inspiración para su novela, El Refugio de los canallas de Juan Bas es una novela negra en toda regla. Lo es por mucho que el tema pueda parecer que pertenecen a la crónica política de nuestro reciente pasado en exclusiva. Eso es así porque sí, en efecto, el conflicto vasco ha sido ante todo un problema político que ha conmocionado a una sociedad como la vasca en particular, que ha condicionado su presente y su futuro, que en cierta media la ha singularizado frente al exterior, también es cierto que los pormenores de ese conflicto, y en especial la trastienda de la lucha antiterrorista y la actividad terrorista en sí misma, pertenecen a las páginas más negras de esa historia reciente. Qué decir, ya más en concreto, de la historia que nos ocupa y que nos remite directamente a las cloacas del Estado.

De ese modo El Refugio de los Canallas de Juan Bas nos presenta una trama perfectamente estructurada y con un ritmo narrativo que yo me atrevería a calificar como casi exclusivos del género negro. Así pues, el hilo conductivo de esta trama no es otro que la detención ilegal en suelo francés, tras ser desmantelado su comando por unos mercenarios y asesinados sus compañeros a sangre fría, de un miembro de ETA y la posterior tortura y asesinato de éste en manos de agentes de los cuerpos de seguridad del Estado. Alrededor de este episodio cuya obvia y funesta referencia no es otra que el GAL y su chapucera y criminal actividad, trascurren, como en la mejor novela negra, simples agentes de la autoridad con un sentido muy laxo de ésta, comisarios chusqueros como pocos, generales sobre condecorados, políticos de medio pelo y cero escrúpulos, mercenarios extranjeros y camellos con sobresueldo de chivatos. Por si fuera poco el elenco de estereotipos negros, todos ellos poco más que trasuntos de personajes reales con nombres y apellidos, Amado, Elgorriaga, Galindo…, la otra parte también nos ofrece los suyos, sobre todo en lo que se refiere a psicópatas asesinos como ese trasunto de la tristemente célebre Idoia López Riaño, La Tigresa, la exuberante etarra a la que no le temblaba el pulso a la hora de descerrajarle un tiro al hombre con el que se acababa de acostar. Y también, también, esos otros asesinos etarras, a los cuales, y esto siendo muy generoso, o ya sólo haciendo sociología de barbecho, hasta se los podría de calificar de meras víctimas del odio transmitido por los suyos, siquiera ya sólo mamado en el ambiente donde se criaron, y que unido a una quizás estupidez innata, puede también que arrastrados por la inercia de una sociedad donde el recurso a la violencia para resolver supuestos o no conflictos políticos casi se asemeja a una constante histórica, sólo ha servido para destrozar sus vidas y arrancar las de los demás. 

Por si fuera poco, las historias del resto de personajes se entrelazan alrededor de la trama principal ofreciéndonos continuos saltos temporales que sirven para ampliar la mira telescópica del lector sobre el drama que nos ocupa. Biografías que nos presentan ese desgraciado pasado reciente y con él también parte de las claves del drama, no todas, siquiera las que giran alrededor del episodio y sus protagonistas en exclusiva. 

Y es así, a lo largo de una novela que al menos yo no dudo en calificar como propia del género negro, y esto sin importarme mucho que el propio autor, su editorial o cualquier otro, lo desmienta con la pretensión de hacer de la novela algo mucho más enjundioso, acaso ya sólo libre de los corsés del género, como Juan Bas levanta su retrato del llamado conflicto vasco de las pasadas décadas con la hemeroteca siempre entre líneas y una notoria voluntad de no aburrir al lector en ningún momento recurriendo a los recursos más al uso del género negro. Un retrato acaso no muy diferente del que quiso hacer Leonardo Sciascia de su Sicilia natal cuando escribía novelas negras en las que la trama siempre era una excusa para introducir al lector en la realidad de su isla con el fenómeno mafioso siempre de trasfondo, esto es, presentando tipos y situaciones que derivaban casi que en exclusiva de su particular Historia y demostrando que la novela negra no sólo sirve para entretener al lector sino también para ilustrarlo, siquiera ya sólo sobre esa trastienda negra de un determinado rinconcito del mundo.  

Txema Arinas Posted on 

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