miércoles, 11 de noviembre de 2009
15 AÑOS NO ES NADA
Hoy, aprovechando que ha despejado y aún así rasca un tanto, he desempolvado mi chamarra de cuero, mi chamarra de toda la vida, quince años o así juntos desde que un día de vete a saber cuándo decidí entrar en una tienda de la calle Postas a comprarme una chamarra. No sabía yo muy bien qué tipo de prensa llevarme para hacer frente al crudo invierno, pero entonces la vi a ella, mi chamarrica de cuero, aaaay, ama qué rica. El dependiente no podía evitar la sonrisa de satisfación infinita que sienten cuando un pavo escoge una de esas prendas que creen invendibles, pero para algo estaba el ímbecil de Txema, para llevarse una chamarra de cuero que entonces debía pesar todavía más de lo que todavía pesa al tener encima e intacta toda la tinta que ha ido perdiendo con las años. Digo que más porque la chamarra en cuestión estuvo destiñendo durante años, que era ponérmela sobre un pantalón claro y llegar a casa todo negro, que cada vez que la dejaba en un sitio parecía que la sombra se despegaba. En fin, mi chamarra de cuero, quince años o más juntos, que hemos ido a un montón de sitios, que hemos bebido de todo, y vivido también, que nunca, nunca, me la olvidé en ningún oscuro garito a las tantas de la mañana, que ya podía estar hecho polvo (porque echándolo ya era más difícil) que con lo que pesaba, y pesa la jodida, jamás la abandonaba. Quince años incólume a las modas o al rechazo ajeno, quince años chorreando tinta, quince años amontonando mugre de las barras de los pubes de la calle San Antonio y manchando los abrigos del prójimo en los colgadores del Aural, el Distrito y demás garitos de madrugada, quince años arrimando la cebolleta conmigo a las incautas parientas que pillara en la pista de baile de los mismos, quince años abrigándome de la intemperie vitoriana, lluvia y nieve mediante, de vuelta a casa con la curda de rigor y la lívido por las aceras.
Cómo no voy la voy a querer, a ser fiel hasta la muerte a mi chamarra de cuero, què me importan a mí las modas, el peso, la mugre, los agujeros en el forro o los botones colgando de un hilo, siempre le seré fiel en cuantico llegue el invierno, y tampoco cederé nunca a las presiones para deshacerme de ella, ya fuera antes mi madre o mi señora de ahora, "no ves que está vieja, cómprate otra, yo te la pago, pero tira esa mierdaaaaaaaa". No, yo no cedo, no surrender, no como otro que yo me sé que le falló a su chupa de cuero negro, con lo molón que estaba... Además me pone, vaya que si me pone esa obsesión por querer que me deshaga de ella, jamás lo lograrán, y menos ahora que ya hace un par de años que no destiñe.
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Como se le ponga ente ceja y ceja a una que yo me se..........................
ResponderEliminarPase lo de finde con la family sí y otro también por lo de hoy por ti y manaña a saber, que echo cuentas y no sale, lo de venirme aquí a vegetar, en fin, eso que décía Schopenhauer de que que la vida en pareja es perder la mitad de los derechos y duplicar las obligaciones, pero mi chamarra ni se toca ni se critica, es mucho más que una chamarra, es un símbolo de lo poco que queda ya de uno mismo, sniff...
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