jueves, 22 de mayo de 2014

CON LAS CARTAS MARCADAS - MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ




“¿De verdad quieres mirar para otro lado, desasirte de la realidad que te tiene agarrado por las solapas? ¿Estaría así, en cómodo pie de guerra en el fondo, si tuvieras algún beneficio, si tuvieras que atender un negocio o una cátedra o acudir a fichar a un curro por cuenta ajena? No, estás en el mentidero, atento a los barruntos, a las noticias frescas que huelen, vibrando con las canalladas; hoy unas, mañana otras. Todos los días tienes motivos más que sobrados para estar en pie de guerra y a cambio verte un poco más lejos de lo que llamabas tu mundo literario, tu mundo a secas… Quieres creer que tu propio vocear no te pierde, quieres creer, sin más.”


“NOTICIA DEL DÍA que ya viene de días atrás: “Me despidieron por no ir a trabajar el día de mi desahucio”. Amaya Muñoz fue despedida por faltas justificadas al trabaho. “Ya eres mayorcita para saber cuáles son tus responsabilidades. Atente a las consecuencias”, le dijo su jefa”.
CON LAS CARTAS MARCADAS – Miguel Sánchez-Ostiz

Como lector siempre había concebido la lectura de diarios como un ejercicio de mero escudriñamiento en la intimidad de determinados personajes, por lo general autores hacia los que profeso cierta admiración, si bien en algunos casos simple y pura curiosidad, con el único fin de intentar abarcar aquellos rasgos de su personalidad o cotidianidad que me hicieran más compresible, siquiera ya sólo más cercana, su obra. De ese modo, se puede perder el tiempo leyendo los diarios supuestamente secretos de Ludwig Wittgenstein, un verdadero tostón sin otro interés que el morbo puro y duro acerca del mito, como aprovecharlo, disfrutarlo, al máximo con la lectura del Quadern Gris de Josep Plá en los que el personaje casi desaparece entre las líneas porque en seguida te das cuenta de que lo que tienes entre las manos es algo distinto a unos diarios al uso, que estos sólo son eran pretexto para hacer literatura a través de un género con el que el autor se sentía más a gusto, cuando no el único que le estaba a su alcance para hacerlo; no lo sé, no siento cátedra de nada, si eso sólo de mis impresiones, por lo que ya aviso de que mis opiniones valen lo que valen, esto es, lo justo. Pues bien, los diarios de Miguel Sánchez-Ostiz, en mi caso empecé a leerlos con "La casa del rojo" (Diarios 1995-1998), y desde entonces –si bien con alguna que otra mirada a sus predecesores, La Negra Provincia de Flaubert (1986) y El Árbol del Cuco (1994)- hasta llegar a este que nos ocupa, Con las Cartas Marcadas, pertenecen sin lugar a dudas a la escuela de Plá, esto es, a la de procurar hacer literatura a toda costa de lo cotidiano y personal, siquiera ya sólo de valerse del género como mera excusa para ello. Ahora bien, y a diferencia de con Plá y su Quadern Gris, en el que es el prestigio de la obra la que te lleva al mismo y cuyas opiniones sobre el mismo dependen en buena parte de la capacidad de empatía de cada cual hacia el mundo que refleja en los mismos, del interés que te pueden suscitar o no aquello de lo que trata, en el caso de MSO es su otra obra literaria la que te lleva a ellos. Así es como uno decide meter las narices en los diarios de MSO -qué se le va a hacer, que levante la mano el lector que no ha caído en la tentación del periodista de crónica rosa que todos llevamos dentro y no se ha planteado preguntas acerca de la cotidianidad, dile biografía del día a día que queda más fino, de sus autores preferidos-, motivado tanto por la curiosidad como, incluso, por la expectativa de poder seguir disfrutando con ellos de una prosa que yo considero única porque responde a eso que, lo he dicho mil veces, busco en un autor, y que no es tanto un estilo como una voz propia. Y como disfruto tanto de la voz de MSO, como también me interesa su mundo literario y sobre todo admiro su modo de plasmarlo, he aquí mi humilde empeño en querer dar a conocer su obra a otros, aunque sólo sean los cuatro amigos o conocidos a los que llego.

Pues bien, todo esto de lo que hablo lo he encontrado de nuevo en CON LAS CARTAS MARCADAS. Ya sea ese estilo narrativa tan particular del autor, el cual engancha tanto por el esmero y hasta la naturalidad con la que elige la palabra o el giro preciso para dar la correspondiente puntada, la vehemente franqueza que siguen trasmitiendo sus líneas, como ese mundo narrativo al que pertenecen desde hace ya varios diarios los viajes a Bolivia, los viajes a cualquier otra parte -deliciosas sus reflexiones sobre los mismos y en especial la figura del viajero tanto en lo literario como en lo diario-, siquiera ya sólo sus paseos por los alrededores de su cotidianidad física o literaria. Pero, si hay algo que destaca en este diario sobre los anteriores, algo que comenzó ya con El Asco Indecible (2013) eso es el espacio que va ocupando la actualidad del momento histórico concreto, inmediato, en el que vivimos en demérito de eso que podríamos llamar el mundo interior del autor, su brega diaria con la musas o acaso tan sólo con las inmediaciones más o menos gratas del oficio de escritor. De ese modo, en CON LAS CARTAS MARCADAS, Miguel Sánchez-Ostiz pone su voz al servicio de la denuncia de una realidad que tanto a él como a muchos otros se nos ha revelado intolerable por lo que tiene de culmen inconcluso de la degeneración prácticamente definitiva de una sociedad como la española, cuya mayoría ciudadana que observa atónita cómo se derrumba todo a su alrededor, esto es, todo lo que creía sólido porque así nos lo habían vendido: un estado de bienestar que con todas sus limitaciones y trabas era del que nos habíamos dotados y del que muchos estábamos orgullosos, un estado de derecho que funcionaba mal que bien pero no muy distinto de otros de nuestro entorno europeo y en que de repente nos damos cuenta que impera la arbitrariedad y la iniquidad al por mayor, y acaso lo peor de todo, la percepción, ya convicción, de que las clases dominantes se han confabulado contra el ciudadano del común para remontar a su costa una crisis, que dicen económica en exclusiva y en realidad es mucho más, haciéndole además el principal responsable de todos los males que nos aquejan, o lo que es lo mismo, volviéndolo a tratar como un mero súbdito cuyo uno cometido en la vida no parece ser otro que obedecer sin rechistar –siquiera ya sólo quedándose en casa sentado en su sillón a verlas venir como confiesa Rajoy que concibe y quiere a la mayoría silenciosa tras la que se parapeta para llevar a cabo sus políticas asociales-. Y eso precisamente lo recoge MSO en buena parte de estos diarios, la crónica de ese derrumbe de lo que creíamos nuestro por derecho y, sobre todo, de cómo lo llevan a cabo los que nos gobiernan paso a paso en la convicción de que todos sin excepción acabaremos tragando porque ya se encargarán ellos de convencernos por las buenas o por las malas, vamos, a través del mensaje machaconamente repetido por sus voceros mediáticos de que no hay otra que acatar y joderse, o, si procede, como ya lo han hecho, a golpe de porrazos, censura, difamación o la correspondiente denuncia en el juzgado de guardia con el nuevo código penal del ínclito e infame Gallardón a la vista. 

Llegado a este punto quiero destacar que MSO podía haberse dedicado a las cosas de su mundo literario en exclusiva, ya sea la nota lírica o erudita sobre lo cotidiano y para de contar. Pero no, se mete de lleno en harina y nos narra con su peculiar mirada esa actualidad de la que todos somos testigos pero de la que seguramente algo se nos ha escapado, o puede que de la que sólo revisitándola con la lectura de estos diarios nos podemos dar cuenta de su verdadera magnitud. Por eso hay que agradecérselo, porque ha tomado partido y lo ha hecho por el ciudadano del común, lo que somos la mayoría, a diferencia de otros profesionales de la pluma al servicio del descrédito de los que se indignan ante este estado de cosas, incluso de los que las padecen de la forma más cruda. Son lo listillos que nos miran con indisimulada condescendencia, y esto ya sea porque comparten el dogma de la culpabilidad del ciudadano de a pie por lo que le pasa (ya sabemos, la monserga de que vivíamos por encima de nuestras posibilidades o de que en el fondo somos unos niños mimados porque éramos unos privilegiados y ahora lo que toca es vivir como un indio o un chino para sacar el país adelante, ya no entro sino sólo con los mismos salarios, ese sería su sueño, parece ser que también su proyecto, o con los mismos derechos, vamos, casi ninguno; qué tiempos aquellos de la larga noche de piedra del franquismo, cuánta placidez para algunos, qué nostalgia la de estos) o porque ya no hay voces libres que osen alzarse sobre la verdad oficial, sólo empleados de este o ese grupo mediático-editorial propiedad de aquellos que compadrean con el poder, lo tienen en nómina o ya sólo viven de su publicidad institucional y/o de a saber qué más.

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