Paseando por la elegante Guimaraes nos aborda un señor mayor como salido de una novela de Antonio Tabucci. Parece que como nos ve despistados ha decidido ofrecerse como guía. Sostiene el señor que allí nació Portugal tras haber derrotado el entonces Conde Enriques a los moros gracias a una argucia muy de hacer las delicias de los amantes de leyendas y batallitas, que más tarde fue reino tras emanciparse definitivamente de los castellanos, que los últimos reyes fueron los Braganza cuyo impresionante palacio recién reconstruido pudimos visitar más tarde. También sostenía el hombre que para él era un placer poder explicar al forastero estas cosas al objeto de que no se llevara en exclusiva la imagen gris y fria de su ciudad. Curiosa percepción de la ciudad de uno mismo cuando servidor, que lleva años recorriendo el interior del país -la costa, y añadiría que también el sur, es toda otra cosa; no en vano dicen que Portugal se volcó al mar dando la espalda a su interior- cree que lo viejo de Guimaraes es mucho más coqueto e interesante que la vecina Braga e incluso la tan afamada como astrada Coimbra. Ahora bien, me temo que, a poco que se demore uno en la ciudad, no tarda en asaltarle esa especie de absurda melancolía, que llaman saudade, en cuanto empieza a percibir los síntomas de cierta parálisis en el tiempo.
miércoles, 1 de marzo de 2017
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